Con la luna llena iluminando la noche y el suave viento invernal soplando, me detuve frente a la gran puerta de madera de la Iglesia Saint Gabriel; hermosa y valiosa ya que había sido declarada patrimonio nacional por la antigüedad que poseía la misma. El misterioso barroco germánico se desprendía de la fachada de la misma, prometiéndote que con lo que te encuentres en su interior, te dejaría aún más sin aliento.No iba a entrar por la puerta principal pero si por una entrada secreta que afortunadamente había descubierto cuando era niña y la usaba para escapar durante los domingos en misa; nunca había imaginado que me sería útil para una ocasión como esa.
Rodeé la iglesia, y cerca de uno de los vitrales, corrí un par de tupidos arbustos donde una enorme enredadera de rosas que aún no florecían, se encontraba cubriendo una tabla de madera floja. Moví la misma dejando al descubierto un hueco por donde me metí de manera cautelosa y con cierto temor de que alguien me descubriera allí dentro.
Creí que estaría más cálido en el interior de aquel templo, sin embargo me había equivocado, pues el frío azotó mi cuerpo causando que mis dientes comenzaran a castañear.
A pesar de eso, la tranquilidad reinaba en aquel lugar como si se tratara de otro mundo totalmente apartado de la civilización; solo se escuchaban los ecos de mis pasos que rebotaban contra el alto techo abovedado de la iglesia. Caminé hasta el fondo, frente al imponente retablo principal que se alzaba en el ábside invitándote a apreciarlo detenidamente, lo cual lo había hecho muchas veces desde que había entrado a estudiar bellas artes.
La hora en el celular marcaba justo la media noche pero en la iglesia ni siquiera un alma se asomaba; el ambiente estaba cargado de tranquilidad pero a su vez sentía como si algo más allá de mi visión me miraba...lo sentía y parecía que las imágenes de los santos también lo hacían, y no de una forma misericordiosa. Me senté en uno de los largos bancos de madera y eché la cabeza hacia atrás sintiendo los parpados algo pesados y cansados; unas sombras negras surcaban mi cansado rostro desde hacía meses y ni siquiera el maquillaje quería aliarse conmigo. «Infiel desubicada», ese pensamiento asaltó mi mente porque a pesar de estar en una familia religiosa y devota a la práctica de la misma, desde que mi abuela ya no estaba, había dejado de ir a la iglesia. La vida espiritual la llevaba de otra forma, porque realmente creía que había un Dios que nos cuidaba, sin embargo ya no era lo mío ir todos los domingos a escuchar la biblia. Esa era la primera vez en mucho tiempo que pisaba Saint Gabriel. Una sonrisa socarrona se ladeó en mí con gracia ante el sarcástico pensamiento curioso de por qué no me había convertido en cenizas aún.
Los minutos pasaban pero nada extraordinario o fuera de lo normal ocurría, salvo el frío que disminuía con el paso de las agujas de reloj, sintiendo como un cálido calor me invadía lentamente volviendo poco a poco a tener mi cuerpo templado; no obstante, no me había dado cuenta de la inexplicable sensación tersa que presionó en mi frente de manera delicada. Abrí los ojos con prudencia, y vaya sorpresa me llevé cuando me encontré con el rostro de aquel que me había citado allí. Sus belfos sinónimos de sacrilegio estaban plasmados en mi frente como si fuera la acción más normal del mundo para él.
- ¡Carajo! -. Me sobresalté empujándolo y me alejé de él mientras miraba a aquél tipo con rabia. Una sonrisa traviesa surcó ese rostro que estaba en el límite de la delicadeza de la porcelana y la firmeza del mármol, haciendo que mi cara se pusiera aún más roja de lo que ya estaba.
-Por favor, no maldigas aquí que estamos en lugar sagrado-. La ironía tiñó sus palabras mientras se apoyaba en el respaldo de su asiento; entrelazó los dedos sobre su vientre y me miró con gracia como si le causara diversión mi reacción.
-Jodido... ¡Eso e impuntual! -lo acusé señalándolo con el dedo índice. - ¡Ahora dime todo lo que prometiste! -. La ansiedad comenzó rodearme con fervor.
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Wings: The Beginning « j.jk »
Fanfiction❝ No sabía por qué, pero siempre tuve la sensación de que alguien me miraba; lo sentía tan cerca que los vellos de mis brazos se erizaban, sin embargo no me daba miedo... Siempre creí en los ángeles de la guarda; aquellos seres alados que te protege...