10-Young Blood

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Ese día no quería regresar a casa. El viejo llevaría a su nueva novia a cenar con nosotros y yo por mi parte no tenía ni la más...puta gana de conocerla. Además de que la noche anterior habíamos discutido por eso y otras cosas más de las que me echaba en cara cada tanto que podía.
Me recliné en la butaca de la enorme sala de teatro y cerré los ojos buscando conseguir un poco de paz.
Que no conseguiría porque una melodía comenzó a sonar envolviendo y rebotando contra cada pared de aquél gran auditorio, y cuando la voz de la cantante apareció, a regañadientes liberé un resoplido ya que no me quedó otra que abandonar la maravillosa idea de la siesta.
Llevé mis manos a los apoyabrazos para impulsarme dispuesto a largarme, pero me detuve en la acción. Una melena del color del café atada en una cola de caballo nubló mis sentidos inexplicablemente impidiendo que mi trasero se levantara de la butaca, y qué decir de mis piernas que parecieron haber decidido arraigarse al suelo con saña.
Aquella chica se movía al ritmo de la música con movimientos seguros y fluidos, pero lo que me dejaba sin aliento era que se notaba cómo ese sentimiento llamado pasión emanaba hacia mí haciendo que mi piel se erizara. «Qué miedo»
Jamás estuve interesado en el baile ni en lo que podía llegar a generar en uno mismo. Al parecer me estaba equivocando enormemente porque estaba allí mirando como un estúpido idiota.
Ni siquiera me dí cuenta que la música terminó cuando la voz de alguien más me hizo volver a la realidad, sin embargo, no era a mí a quién hablaban sino a ella, la chica sobre el escenario y que ni se había percató de mi presencia allí.

– ¿Terminaste? ¡Vamos o sino llegaremos tarde! –. Un chico alto y esbelto se acercó hasta dónde estaba la chica con un tono demandante, pero cuando estuvo frente a ella ambos se sonrieron y se abrazaron con demasiado sentimiento de por medio.

–Fue solitario el fin de semana sin tu molesta presencia–. Dijo ella.

–La próxima te llevo a Chicago conmigo, señorita asocial–. El pasó un brazo por sus hombros denotando lo alto que era. Aquél gesto no pareció molestarla en absoluto, no.

Sus voces se perdieron detrás la cortina burdeos y ambos salieron, volviendo a quedarme solo en el auditorio.
La paz retornó y mi rostro se sintió molestamente acalorado. «Extraño», pensé.
Luego de eso me fue imposible dormir ya que por alguna razón muchas palabras y pensamientos se agolparon en mi cabeza haciendo que simplemente me quedara mirando el techo del lugar. Con mis brazos que descansaban en los apoya brazos de la butaca y el índice de mi diestra que no dejaba de dar un pequeño golpeteo nervioso; no podía continuar resistiéndome.
Inspiré profundo y rápidamente saqué el compacto cuaderno negro que secretamente amaba, y el cual era mi favorito ya que a pesar de todos los regalos que obtuve en mi último cumpleaños, el de Nao y Mel fue el mejor. Jamás pensaron en darme algo costoso, simplemente se pusieron una tarde a hacerlo y pintaron el dibujo de un piano del cual se esparcía millones de notas musicales en una explosión de vivos colores.
Todavía me robaba una pequeña sonrisa el recordar lo penosas que se encontraban cuando me lo dieron, denotando ese sentimiento incómodo al ver el resto de las cosas que me habían obsequiado. Lo demás no se comparada en nada con ese cuaderno por una sola razón; ellas me conocían.
Rápidamente mis pensamientos comenzaron a desbordarse en palabras, con frase tras otra sobre el papel conforme la imágen de aquella chica seguía moviéndose dentro de mi cabeza una y otra vez como si se tratara un boomerang de Instagram. Aunque con la diferencia de que este iba lento en cada acción buscando no perder ni el más mínimo detalle de la forma en la que sus piernas se movían, sus brazos acariciando el aire...y la música materializándose en ella.
No sé cuánto tiempo estuve allí dentro pero lo supe hasta que el celular en mi bolsillo vibró insistente; al sacarlo y mirar la pantalla pude ver la foto de Nao con su llamada entrante.

De inmediato atendí.

– ¿Qué? –. Pregunté mientras me dedicaba a escribir.

– ¿Te espero para irme?–. Indagó Nao un tanto dudosa.

Wings: The Beginning « j.jk »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora