La vida que no volverá

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Pasaron dos días.

A mi padre le habían asignado más horas de guardia y para cubrir, así que estaba muy poco tiempo en casa.

Siempre al despertar, lo primero que hacía era ver el retrato de mi querida sombra.

Faltaban apenas dos minutos para salir de clases. Estaba tan entusiasmada porque el fin de semana vendría y tal vez, con un poco más de suerte, me quedaría sentada bajo el mismo árbol para volver a sentir la presencia de su sombra.

Miré a mi costado. Gabriela sostenía una nota arrugada de papel doblada enfrente de mi.

La tomé.

Desenvolví la nota con cuidado y debajo de mi escritorio para leerla. Pero su contenido no era el más esperado por una chica con los ánimos altos.

"¿Qué te sucedió en el cabello?" Decía. Me giré para preguntar, pero entonces sentí cómo el frío de un líquido se escurría sobre mi cabello hasta por debajo de mi espalda... Fue una verdadera suerte que traigo el abrigo puesto.

Miré sobre mi hombro derecho y ahí se encontraba mostrado. El balde con 1/2 de pintura que había sobrado de la clase de pintura me lo echaron encima. Me sentí asquerosa......

Me puse de pie rápidamente mientras observaba cómo mis compañeros se reían de mi a carcajadas.

Suspiré.

Así había sido desde los últimos años en todos los colegios.. Esta vez ya se asemejaba a ser más real.

Tomé la mochila y caminé hacia la puerta mientras en ese instante el timbre fue tocado.

Mi cabello no se vería igual que antes.. De echo, ya no se veía así desde la primaria, en donde me habían regalado un shampoo que terminó siendo pegamento.

Por dentro sí, me dolía, pero trataba que eso no impidiera que continuara mi vida.. Siempre sabía que todo terminará alguna vez, tal vez mi muerte está cerca, pero no importa, porque estaré con mi madre y mucho mejor que aquí.

Escuché las protestas de los demás alumnos que se resbalaban o se manchaban con la gran cantidad de gotas que escurrían de mi cabello a mi espalda hasta mi falda donde caía. Caminaba desanimada, tratando que todo me valiera y sólo lograr salir de ahí.

Sentí cómo una mano tomó mi brazo bruscamente y me jaló. Al alzar la mirada volví a verla: La coordinadora.

-Ah... Es usted.- Dije en voz alta sin ánimos de discutir con ella.

Me arrastraba entre los pasillos y los casilleros hacia una puerta de madera un poco vieja. Al abrirla, adentro estaba iluminado pero extrañamente sombrío también.

-Director....... Está molestando a los alumnos y dañando el mobiliario escolar dejando regado gotas de pintura que trae colgando encima.- Me "acusó".

El director suspiró.

-Puede dejarla ahí. Retírese- Le ordenó.

La coordinadora puso una sonrisa victoriosa plasmada en su rostro y salió de la oficina.

Me miró. Ya sabía lo que tenía que hablar.

-¿Otra vez, Zaira? Ha habíamos hablado de esto; cuando alguien te haya hecho algo así ven a mi oficina y házmelo saber.

Rodé los ojos en dirección al techo y al suelo.

-Sí, sí... Pero de todas maneras nunca hace nada. Les "habla" pero nunca les advierte o expulsa.- Reclamé.

Cornelius (el director) se puso de pie trayendo en la mano una toalla y una botella blanca.

-Ten. Hoy al bañarte aplícatelo para que se te quite.- Me los dio.

Los tomé y salí de su oficina rápidamente.

Caminé rápido.. No. Corrí hacia la salida por la puerta trasera hasta que estuviera lo suficientemente lejos. Comenzaron a inundarse mis pupilas. ¿Así iba a ser siempre? ¿Nunca iba a tener compañeros de verdad? ¿De verdad? ¿Por qué? ¿Por qué siempre yo? De todas las almas del mundo..... Yo.

Sujetaba el césped en posición de 4 y arranqué las hojas. Tomé otro puñado y saqué la raíz. Golpeaba la tierra y con las manos enlodadas me las pasé por el rostro con una profunda tristeza.

Las nubes comenzaron a juntarse atrayendo el agua.

Las pequeñas primeras gotas me tocaron a mi..... Siempre a mi.

Un diluvio azotó a la ciudad ese día, yo me quedé sola en la lluvia deseando por tener alguna ayuda.. Alguien.

Pero antes que estuviera a punto de escucharse un ruidoso relámpago, el estruendo de una voz escuché a lo lejos diciendo "DEATH!"

Sonreí.

Esa voz me había hecho sonreír.. A pesar de mi grave estado por estar deprimida, una sonrisa su voz había plasmado en mi rostro.

Levantándome, coloqué el pie derecho enfrente y así apoyándome hasta levantarme.

Corrí con todas mis energías hacia donde había escuchado ese hermoso sonido.

La bajada de la calle se encontraba un poco más adelante frente a mi. Corrí hacia allá a la derecha, después a la izquierda, recto hasta el puente cerca del Mercader; pasando la segunda iglesia principal hasta las calles más cerradas de toda la ciudad. En un balcón, se encontraba la figura más hermosa que mis ojos habían visto jamás. Ignoraba el cadáver en el suelo de la mujer, sólo me fijaba en él.

Sonreía mostrando sus colmillos. Acababa de recién liquidar a una mujer.. O eso parecía.

Sacó una libreta que semejaba a las que usan los jardineros.

-Bien, bien, 1 menos...- Decía revisando.

¿1 menos? ¿Acaso se dedicaba a asesinar personas? No creo que alguien tan bello haga un trabajo tan bajo.

-Grell Sutcliff...- Pronunció otra voz que no conocía.

-¡Will! ¡Will! Me he encargado de tu deber, sólo faltan 3 dam-...- Su rostro fue aplastado por este tal Will que portaba un saco negro, una corbata negra, pantalones de vestir negros....

¡¿Grell Sutcliff?! ¡¿Ese era su nombre?! ¡Están HERMOSO!

Tomé la cámara de mi bolsillo y la saqué. Revisé que no tuviera el flash.... No, no está activo.

Con zoom, acerqué su hermosa postura y obtuve una foto más.

-Si alguien más te escuchara pondrías en riesgo a todos nosotros... Te verían.- Will dijo.

-Perdón, luego no suelo medir cuánto me emociono.

-En fin....... Tendré que ocuparme de el resto yo. Como siempre, tendré horas extras por ti.- Refutó.

Creo que estaba demasiado interesante la conversación que fue intensamente rápido cuando ambos desaparecieron entre las sombras.

El rojo es mi color favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora