Una sombra de la luna

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Me atraía cada vez más. Mis pasos eran seguros, firmes y con una dirección directa.
Estaba totalmente obscuro, apenas podía diferenciar por donde pasaba. Ya me había ocasionado daños: 3 rasguños (1 en mi brazo derecho y 2 en el izquierdo); 1 cortada severa (en mi pierna izquierda arriba de la rodilla); y 1 golpe fuerte (en la coronilla de mi cabeza).
Aún así, continuaba caminando queriendo llegar hacia aquel lugar que tanto me provocaba curiosidad. Pude distinguir sólo un poco más de luz. Al subir mi mirada, pude sentir la luz de la luna darme en mi rostro y la mitad de mi cuerpo; la otra mitad se encontraba oculta en un muro de piedra húmedo.
Entonces aprecié esa imagen posarse a su luz.
El hermoso rojo del traje, su camisa blanca debajo de un chaleco café, un moño de listón blanco y rojo. Además el pantalón que traía puesto hacia resaltar sus moldeadas, torneadas y seductoras piernas..
Sentí que me iluminaba en el interior con ese hermoso ser atrayéndome hacia él cada vez más.
Su cabello era del rojo pasional seductor largo.. Su cuerpo torneado hacia de él un hombre atractivo.
Sentía que me estaba derritiendo cual helado en sol de verano.

Su risa me enloqueció.
-Teñidos de rojo..... No hay nada más bello que esto.- Dijo.
Al darse la vuelta y observar una vez más como el aire le daba sensualmente, solté un corto y pequeño gimoteo.
Presentí que voltearía, así que rápidamente me di la vuelta quedando a un costado cubierta por esa misma columna.
Por alguna razón, metí mis manos en mis bolsillos y sentí una cosa dura y cuadrada. Presté más atención y la tomé sacándola.
Mi cámara fotográfica que mi madre había dejado para mi cuando cumpliera mis 16 años.
Pensé que nunca la iba a utilizar, pero.... Este podría ser el momento perfecto.
Apenas eché un vistazo y éste continuaba ahí arriba. Preparé la cámara; la encendí; la acomodé y...
¡Olvidé quitarle el flash!
No sé cómo, pero salí corriendo rápidamente de ese callejón.
Sin mirar atrás avanzaba extremadamente desesperada por regresar a casa y ver la foto que recientemente tomé... Esperanzada con que saliera bien.
Crucé todas esas calles, cuadras y edificios que se interponían. Al dirigirme hacia las afueras de la ciudad, tomé el atajo por el lago y entre las rocas y la cantidad impresionante de césped alto, llegué hacia mi casa.
Era de tamaño mediana, pero muy cómoda y decorada.
Saqué deprisa las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta rápidamente. Volví a cerrar y subí las escaleras corriendo por igual hasta la parte de atrás donde estaba ubicada mi habitación. Abrí y cerré de un portazo y me senté de golpe en la silla enfrente de mi escritorio. Tomé el cable que conectaba la cámara con la PC. Encendí el ordenador.
Oh, es la primera vez que me siento tan bien desde que mi madre murió.
Moví el mouse hasta la carpeta de la cámara. La abrí.
Una enorme sonrisa se plasmó en mi rostro al saber que conservaría esta foto por siempre...
Su preciada imagen reflejada a la luz de la luna se veía perfecta: hermosa, sensual y misteriosa.
La combinación perfecta para la persona que cazaría mi corazón.
Aumenté más la foto, pero se notaban los pixeles un poco.
No importa, mientras tenga la foto todo estará bien.
Di click en el inferior de la pantalla en "imprimir". En seguida se mandó a la impresora donde al tomar la foto, me dirigí hacia el cajón hasta abajo de mi armario y alcancé un portarretratos. Al abrirlo, no dudé en meter la foto.
Tomé unas tijeras que encontré de repente y recorté a la medida la foto.
Así que, entró perfectamente.
Cerré nuevamente el marco y lo coloqué a un costado de mi cama en el buró.
-Eres tan hermoso...- Susurré.

Me quedé como una hora apreciando la hermosa figura, mientras esperaba a que mi padre llegara.
-¡Zaira! ¡Ya estoy en casa!- Exclamó de pronto su voz desde la entrada.
-¡voy!- Contesté desde mi habitación.
Bajé rápidamente más escaleras hasta donde él se encontraba y lo abracé.
Tenía en las manos una bolsa de comida.
-¿Sushi?- Quise confirmar.
-Tu favorito.- Me dijo.
Daba saltitos de un lado al otro hasta llegar a la cocina. Coloqué rápidamente los cojines y me senté enfrente.
No éramos una familia muy normal. Aún continuábamos con las costumbres de mi madre: ella era japonesa, y como todos los japoneses comíamos en una baja mesa uno enfrente del otro.
Dejó la bolsa en la cocina y colocó el sushi delante de cada uno.
Tomé los palillos y devoré el alimento con alegría.
Disfrutaba mucho cenar junto a papá, el se hacía mucho cargo de mi desde que mamá murió. Así que lo admiro mucho.
-¿Algo interesante en la escuela?- Me preguntó.
-Lo típico de siempre.- Suspiré.
Mi padre al parecer se había percatado de mi buen humor.. Claro que debía de preguntar.
-Ya he acabado. ¡Gracias por la comida!- Mencioné levantándome a dejar el plato en el lavabo y volví a subir corriendo las escaleras.
Mi padre claro que se había dado cuenta... Pero casi nunca hablaba con él respecto a lo que me sucedía en la vida; aunque sólo llevara 16 años.
Me encerré en la habitación y volví a echarme en la cama. Tomé el retrato y cerré mis ojos apretándolo contra mi pecho.
Suspiré feliz.

El rojo es mi color favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora