Parece que el dolor no termina

519 48 3
                                    

En realidad, nunca había sucedido algo así. Ella estaba decidida que no volvería a hacerlo, pero el día anterior, había sido realmente especial. Nunca antes en su vida se había divertido tanto como lo había hecho con Alan. Se había hecho la promesa de no volver a enamorarse, pero había algo dentro de ella que sabía que, quien realmente era ella, nunca podría ignorar esos sentimientos, los cuales, marcaban sin lugar a duda quién era VERDADERAMENTE ella.

Sentada, en una esquina, reflexionando sobre aquél día. Eso lo solía hacer en casa mientras meditaba, estudiaba, o solamente pensaba. La esquina la hacía reflexionar realmente mucho… O más bien, se sentía cómoda estando ahí.

Su puerta se abrió suavemente.

-Zaira, he venido…

-¡Alan!- Exclamó corriendo hasta la puerta.

Le sonrió alegremente. Entonces abrió los ojos muy sorprendida; Alan estaba…

-Bueno, ¿quieres ir a desayunar algo?- le preguntó.

-¿Desayunar? Pensé que eso ya no existía. Desde hace más de 3 meses ya no he desayunado nada.

Alan sonrió.

-Entonces habrá que festejar por tu primer desayuno en meses.- Le dijo.

Zaira sonrió.

-¡Sí!- Asintió.

Por su puesto que ambos salieron disparados del edificio, después de todo, estaban encantados con el aire libre y las ocupaciones de shinigami, para él por lo menos, sólo se ocupaban por las tardes/noches.

Llegaron hasta el restaurante exclusivo para los de su tipo.

-¿Está bien que vengamos aquí? Siento que tal vez es incómodo.- La joven humana realizó el comentario.

Alan meditó un momento.

-Entonces… ¿Quieres ir a los de tu tipo?- Le preguntó.

Los ojos de Arwyn se iluminaron.

-¡¿Harías eso por mí?!- Exclamó entusiasmada.

-Por su puesto… Bueno, no puedo mentirte. En realidad siempre me han dado curiosidad saber cómo serán.- Comentó.

-¡Te gustará! Te lo aseguro.- Le dijo.

Entonces acordaron de ir allá.

 La obscuridad era el atajo por donde se transportaban.

-Te lo dejo a ti, Zaira. Tú debes de saber cuál es el restaurante.- Le avisó.

-Mmmm, ¿y si no funciona?- Se preocupó.

-Yo confío en ti. Sólo concéntrate en el lugar, yo también lo veré. Cuando estés lista, abre los ojos y ambos estaremos en el lugar.- Le explicó cómo funcionaba.

En fin, no tenía remedio. Asintió.

Entonces se aproximaron. Caminaron hacia las sombras y el lugar, donde ella había almorzado con su padre el día de su cumpleaños se mostró.

“-Papá, por favor… ¡quiero más helado!- Ella de pequeña le decía.

Su voz en su mente recorrió.

-Te encanta el helado, pequeña mía. Eres idéntica a tu madre.- Le dijo”

Su mano se vio apretada con fuerza de Alan; él también sabía lo que ella había recordado.

Trató de soportar ese inmenso dolor dentro de su pecho. Su corazón lastimado… Había permanecido tanto tiempo lejos de casa. Realmente extrañaba a su padre, a su madre, su hogar. A pesar de todo, necesitaba el amor de su familia.

Una lágrima rodó en su mejilla.

Un cementerio bastante humilde y tétrico se mostró ante ellos.

-¿Por qué aquí?- Alan le preguntó.

La lágrima cayó en la tumba.

Habían llegado al verdadero lugar donde los sentimientos enterrados de Zaira estaban. Ella lo sabía muy bien. Cerró los ojos con fuerzas mientas más lágrimas rodaban por su rostro.

-Aquí… Está mi madre.- Le dijo.

Alan sintió una punzada en su corazón al mirar el nombre.

Ella era… Era ella…

-¿Tu madre?- Le preguntó.

Ésta asintió.

“Todo este tiempo, rodeada por la soledad, ni su padre se había atrevido. Desde el entierro no habías venido aquí. Ésta es la primera vez que estás aquí, ¿no es así?” El shinigami le preguntaba, pero para sí.

Cayó de repente de rodillas a la tierra húmeda y sucia. Sólo las flores marchitas que le habían dejado su padre y ella el mismo día que fueron a despedirla enterrándola.

 Alan suspiró.

Sus lágrimas rodaban y caían cada vez más… ¿Acaso comprenderían el dolor? Todo lo que ella necesitaba… Estaba justo en frente.

Sin darse cuenta, en frente de ellos a lo lejos, Grell Sutcliff miraba la escena totalmente helado.

-No sé cómo perdones, pero… Esto no podría ser más doloroso hasta que lo sepas.- Suspiró.

Sacó la rosa roja que había guardado.

-Ahora… ¿Qué voy a hacer?

El rojo es mi color favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora