Prólogo.

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Fue hace mucho tiempo, sólo recuerdo pedir ayuda, pero nadie me escuchaba, nadie venía, nadie estaba. Sentía miedo, desesperación, quería a mi madre, quería cualquier persona.

Hasta que... Al fin vino alguien, un niño dos años más grande que yo, me dijo su nombre Shuichi Saihara

Le pregunté; ¿por qué no me dejan salir? Él respondió; nunca nos dejan, debemos obedecer, si no matarán a nuestros padres.

Yo estaba con terror, él me abrazó y me dio galletas y leche, después vi cómo se iba del sótano, yo me quedé ahí pensando en mis madres, en mi casa, en la luz del día.

Pasaron varios años y cada día venía el mismo chico a darme de comer, jugábamos un rato hasta que tenía que irse, yo lo extrañaba tanto, siempre que se iba, me quedaba en mi cama que apenas era un colchón y unas cobijas, lloraba en las noches hasta quedarme dormido.

La única persona que conocía era ese chico, pasaron once años y ya no tenía ni siquiera el recuerdo del rostro de mi madre. Madre... ¿Por qué te olvidaste de mí? Ahora yo no te recuerdo a ti.

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