Parte 3

2.8K 187 11
                                    

Clove cumplía catorce años cuando todo cambio, el día coincidía con el baile del centro de entrenamientos. Era una mera formalidad para que los futuros voluntarios fueran sorteados (como cualquiera podría imaginarse seria muy difícil elegir si se presentaran 6 voluntarios) colocaban sus nombres en una urna y eran sorteados para que al día siguiente se presentaran en la cosecha. Clove estaba absolutamente feliz, Cato le había prometido un regalo y a ella le encantaban las clases de regalos que él le hacía, eran cosas comunes, nada de valor, pero todo lo que el le daba era un tesoro para la muchacha. Ella se puso su mejor  vestido, por alguna razón presentía que debía lucir mas linda de lo habitual, algo grande tendría lugar ese día.

Cato le dejo un mensaje en la ventana diciendo que quería que se encuentren en el baile detrás del escenario. El también estaba muy nervioso llevaba un tiempo preparando ese regalo y no estaba seguro de que le gustaría. El muchacho vestía un traje, también quería lucir bien para ella, y ansiaba que llegara detrás del escenario lo mas pronto posible. Cuando Clove llegó, él quedó sin aliento, la niña magullada era cosa del ayer, esta mujer delante de el era una visión. Hermosa como ninguna otra, dulce vulnerable y aunque nunca lo hablaron él la sentía suya.

“Te-te  ves” tartamudea el muchacho “ te ves preciosa” suelta por fin aclarándose la voz. Clove se sonroja y mira al suelo evitando mirarlo

“Gracias”

“Feliz cumpleaños” le dice por fin Cato entregándole un paquete cuadrado envuelto torpemente con un papel color rojo con bordes dorados.

“Hasta ahora me encanta… Rojo mi color preferido” Cato nunca dejaba nada al azar cuando se trataba de ella, cada detalle contaba.  Clove abrió de manera delicada el paquete, sin romper la envoltura (conservaba cada una de las envolturas de los regalos que Cato le había hecho) y encuentra un cuaderno. Al abrirlo encuentra  paginas tras paginas con palabras escritas con la hermosa caligrafía de Cato, diciendo cosas bellas de los dos, de la amistad que tenían, de lo bien que se sentía tener a alguien para compartirlo todo. Entre aquellas hermosas palabras Cato había pegado flores silvestres secas, hojas con colores otoñales y mariposas que ahora iban a estar inmortalizadas para siempre. La muchacha siente como se le humedecen los ojos de felicidad

“¿No te gusta?” Le dice Cato con preocupación “ Sabía que tal vez lo de las mariposas no te gustaría, pero son esas que ya están muertas cerca del lago, no las mate yo” se disculpa el muchacho

“Me encanta” afirma Clove con una sonrisa radiante. Se cuelga de su cuello mientras lo abraza y el devuelve el abrazo con mucha efusión, la levanta del suelo y sujeta firmemente. Cuando la devuelve al suelo se separan lentamente, ninguno de los dos quiere dejar ese abrazo, sus mejillas se rozan y quedan cara a cara con las puntas de sus narices casi chocando. Clove sonríe tímidamente y esta a punto de apartar la cara pero Cato se la levanta con una pequeña caricia en el mentón. El estuvo esperando tanto tiempo por una oportunidad como esta. Ella continua sonriendo y tiembla ligeramente, emocionada, hace tiempo que también lo deseaba. Cato recorre la espalda de Clove con una de sus manos hasta llegar a su cintura y con la otra acaricia una de sus mejillas, después de un merecido y dulce preludio sus labios se unen. Dulce y tierno a la vez asi fue como ambos lo sintieron, cada roce de sus labios representaba una caricia mas intensa  y deseada que la anterior. Al separarse ambos sonrieron mirándose fijo a los ojos, con solo esa mirada deciden escabullirse a la privacidad de la noche.                

Corrieron hasta el lago donde tuvieron su primera conversación, y así como la primera vez se refugiaron de la vista ajena tras el mismo arbusto que los vio crecer. Cato aun no podía creer su suerte, no entendía como dudo tanto tiempo en tomar la iniciativa. Decidido a recuperar el tiempo perdido, la arrincono contra el tronco de un árbol y nuevamente la besa. Que sensación tan mágica es aquella de sentir los labios que tanto desean devolver un beso con tal entusiasmo. Clove a pesar de su clara timidez no retiene sus mas profundos impulsos, nada malo podría pasar. Cada beso, cada caricia, cada abrazo se siente tan natural y espontaneo que lo único que ellos pueden hacer es rendirse ante el otro.

Cato se sentía realmente bendecido por tener la oportunidad de amar a una muchacha como ella. La mujer de su vida, vulnerable pero nunca débil, bella, amable y por sobre todo diferente a  los demás. Mientras sentía como la muchacha acariciaba con ternura su rostro, era inevitable pensar que la espera valió la pena. Solo pocos hombres en el distrito se permiten el lujo de amar completamente (habiendo tanta rivalidad en la violenta comunidad a la que pertenecían, la mayoría de las personas solo se casaban con propósitos de generar una estirpe aun mas fuerte que la primera), pero él  podría hacerlo. Quererla y protegerla para siempre, así como lo estuvo haciendo en secreto hasta ese mismo momento. Era completamente afortunado al no solo tener a su lado a una chica a la cual llamar su novia, sino también su mejor amiga.

Los sentimientos de duda en la mente de Clove se desvanecen rápidamente, tal vez nunca existieron. ¡Que error fue el pensar que su amistad con Cato  estaría en riesgo al demostrarle algo mas que un cariño fraternal! La relación que ellos tuvieron desde el comienzo siempre fue increíblemente fuerte, nada podría dañarla, y lo que estaban viviendo solo los uniría mucho mas. Después de un beso que podría haber durado años, él la envuelve en un abrazo. Ambos se sienten tan a salvo, tan protegidos, tan amados por el otro.  Clove presiente que ninguno de los dos esta equivocado al querer dar un nuevo paso, descubre que  el mundo por fin encuentra su  orden. Ella esta justo donde pertenece: en sus brazos.

Pasan tres interminables horas, cuando ninguno de los dos puede negar que el momento de separase ha llegado. Era demasiado tarde para ambos, pero aun así Cato insistía en acompañarla a su casa. Ella, en cambio, no lo creía necesario podría regresar a su hogar sin él, además a Cato le tomaría el doble de tiempo volver al su casa solo por acompañarla. Después de discutir  varios minutos, mediante besos y caricias que retrasaban mas su partida, Clove finalmente convenció al muchacho de irse sola. Ella lo miraba caminar en la dirección contraria, aun sintiendo el placentero hormigueo que le produjo el simple tacto del muchacho. La felicidad que sentía era demasiada.

Las calles estaban completamente desiertas, no se escuchaba mas que el débil sonido de un grillo en la noche. La muchacha caminaba sin cuidado, la magia de aquel encuentro no se había terminado, y pensaba que sin duda alguna este había sido su mejor cumpleaños. A solo una cuadra de su casa, Clove percibe una sombra en medio de la calle, intoxicada de alegría no pone en duda la amenaza que aquella sombra representaba. A medida que ella se acercaba la sombra iba tomando mas y mas forma, ella se detiene al descubrir que es un muchacho. El miedo la invade por completo, no es cualquier chico normal. Fue hace tanto tiempo, pero como olvidar aquellos ojos negros que habían protagonizado sus pesadillas un centenar de veces. Era Demian, el muchacho que solía golpearla cuando era pequeña, solo que ahora lucia mas grande, mas fuerte, mas amenazante. ¿Qué era lo que él hacia allí?

Los Trágicos Amantes del Distrito Dos: Cato y Clove (Reeditando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora