Claramente Yami y Bakura no eran los más entusiasmados por cambiarse el uniforme por simples bañadores, dado el frío que hacía, y que aumentaba conforme pasaban las horas, pues el sol no se había dignado a salir de entre las nubes, sin embargo, descubrieron que la calefacción dentro de la piscina cubierta de la escuela era mucho más agradable que en el resto de las aulas.
Para buena suerte, Karita los había dejado hasta que se cambiaran todos los alumnos, y no tenían que aguantar su silbato sonando cada dos por tres.
—Es una suerte, la verdad —venía diciendo Duke, con una delgada chamarra impermeable de color rojo que traía abierta, dejando parte de su pecho a la vista.
—Ciertamente, hace mucho que no iba a nadar —le respondió Ryou, trenzando su pelo. El albino llevaba también una chamarra similar, de color turquesa con plateado, la cremallera subida hasta la mitad del pecho.
—Corre lo mismo para mí —añadió Yugi, con una prenda similar de color purpura, cerrada hasta las clavículas — ¿Competencia de clavados? —ofreció con una sonrisa entusiasta.
—Claro, siempre y cuando Karita-sensei no se entrometa —rodó los ojos el pelinegro, mientras se sentaban con los demás.
—Se supone que debe dejarnos al menos quince minutos de clase libre, para hacer lo que queramos —mencionó Ryou, sentándose en medio de las piernas de Bakura sin miramientos. El yami albino lo rodeó con un brazo, apoyando el mentón sobre el hombro de su novio; los silbidos y comentarios pícaros de sus compañeros fueron ignorados.
—Se supone, bien dicho —asintió Tristán —otra cosa es que lo haga —escupió con desdén.
—Sí, ya conocemos al imbécil de Karita-sensei —concordó Joey.
Hablando del diablo, el profesor de peinado militar y pequeños ojos color gris oscuro ingresó al sitio -manteniendo adrede la puerta abierta, más de lo necesario, para que algo de aire frio se colara- con un gran panecillo relleno en una mano.
—De acuerdo, perezosos —gritó nada más entrar —los quiero en tres filas, tomen distancia y empiecen con calentamientos básicos —hizo sonar su silbato — ¡Rápido, rápido!
Hubo bufidos y quejas en general, pero los estudiantes empezaron a formarse como el maestro lo había pedido.
—Ahí lo tienes, agrio como un limón viejo —rezongó Joey, acomodándose la playera verde antes de empezar con los ejercicios.
—Tú lo has dicho, Jo~ ¡! —Ryou se interrumpió a sí mismo cuando un particular escalofrió le recorrió la espina dorsal — ¿Bakura? —murmuró al sentir que el mayor lo mantenía en su sitio, ocultando las manos tras su espalda.
— ¿Yami? —susurró Yugi, sintiendo la misma inquietud de su amigo; un cosquilleo que, presuntamente, era generado por lo que fuese que su yami estaba haciendo.
—Quédate quieto un momento Aibou/Yadonushi —indicaron los egipcios al unísono, mientras ondeaban sus manos en patrones específicos, la magia fluyendo por sus palmas.
— ¿Qué se supone que hacen, Bakura? —reclamó Ryou, ladeando sutilmente la cabeza. Yugi simplemente se quedó callado, esperando una explicación de Yami.
—No estoy de humor para aguantar a ese tipo hoy —fue lo único que dijo Bakura.
—Tú nunca estas de humor para aguantar a nadie que no sea Ryou —expresó Yami, rodando los ojos.
—Te aguanto a ti, varias horas al día durante la semana, faraoncete —argumentó —eso es más que suficiente.
—Nos vamos a llevar un regaño si no se dan prisa, sea lo que sea que estén haciendo —presionó Ryou.
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Cuando solo falta uno
FanficLuego de la pequeña aventura de Yugi y Ryou en la biblioteca abandonada este Halloween -cortesía de Joey y Tristán- y con una pequeña manito de Anubis, Bakura y Yami están de regreso en Domino, en el siglo XXI, junto a sus amadas luces. Por fin está...