La última vez

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Días después volvió a mandarme un mensaje.

–Feliz año guapa— me dijo.

Y cómo no, le respondí.

Conseguí mantener una conversación con él, y al día siguiente quedamos.

Le vi. Sentí algo extraño. Me estaba esperando donde siempre. Detrás de mi casa hay un parking al aire libre. Siempre aparca ahí con su Volkswagen gris, y se fuma un cigarrillo de Lucky Strike mientras espera a que yo llegue.

Dos besos, y al coche. Huele cómo siempre. Extrañaba muchísimo este olor. El de su perfume y el del ambientador, la fusión de los dos.

Yo no estaba del todo feliz, él no lo sabía, pero yo había quedado sólo para hablar con él de lo que sentía, y para despedirme en condiciones.

Nos tomamos un café. Y un bollo de chocolate. Estuve intentando sonsacarle qué había hecho durante todo este tiempo en el que habíamos estado distanciados, pero hubo un momento en el que sabía que el tiempo se me echaba encima y que tenía que decirle lo que tenía pensado.

–Bueno... Quería hablar contigo de una cosa bastante seria...

–¿Ah sí? ¿De qué?— puso una cara extraña, pero parecía que no había captado que era seria realmente.

–Quiero saber... ¿Qué quieres conmigo?

–¿Cómo que qué quiero?— dijo mientras asimilaba mi pregunta.

–Sí. Quiero saber qué quieres. Quiero saber si sólo te interesa hablar conmigo de vez en cuando cuando te aburras, si quieres ser amigo mío, si sólo quieres algo sexual o si te gustaría algo serio.— le dije con firmeza y seguridad.

–¿Pero y esto a qué viene?

–Viene a que estoy un poco harta de estar en el aire contigo, de hablar cada equis tiempo, cuando a ti te interesa, cuando te aburres, cuando decides dedicarme un rato libre...

–No, eso no es así, yo no te hablo cuando me aburro.

–El caso es que me da igual el motivo, pero así no se puede. Aunque mínimamente quisieras una amistad o estar de buen rollo, así no se mantiene. Aunque quisieras pasar sólo ratos en plan íntimos conmigo, así no se puede, primero porque es muy frío y segundo porque a mí las cosas así no me gustan. Y por supuesto si quisieras algo más es imposible, pero dudo que quieras eso—dije con tono irónico.

–Sabes que trabajo Chloé...

–Lo sé, sé que te matas a trabajar prácticamente, y también sé que por culpa de ese trabajo de mierda no tienes tiempo ni para ti, ni para nada, ni para nadie, y que te estás perdiendo muchas cosas. Y otra cosa que también sé es que cuando nos conocimos tenías mucho tiempo para mí y misteriosamente un día empezaste a dejarme en segundo, o peor, en tercer o cuarto plano. Y me dolió, y me sigue doliendo.

–Lo siento, no sabía que te sentías así...

–¿Que no lo sabías? Te lo dije mil veces. He publicado mil movidas en redes sociales que sabías que eran indirectas, muy directas, para ti, y que hablaban de nuestra situación. No te hagas el tonto.— empezaba a ponerme histérica.

–Y yo qué sé Chloé... No teníamos nada, no tenías por qué ponerte así.

–Mira. Siempre me has gustado, y no me di cuenta hasta hace poco. Y no gustar de atraerme o de hacerme gracia. Sino de gustar en serio. Al principio no me gustabas, pero conforme te iba conociendo tu forma de ser y de tratarme me conquistó. Es que eres exactamente lo que buscaba. Tenemos muchas cosas en común también. Es todo. Por eso quiero saber qué es lo que quieres conmigo. Para que me dejes claro lo que pretendes y así no ilusionarme más, o seguir con mi vida. Si me dices que quieres hablar de vez en cuando... Prefiero no hacerlo. Si quieres ser mi amigo, está bien, podemos serlo, pero dilo y así sé si puedo rehacer mi vida con alguien más. Si quieres sólo algo sexual, o si por algún caso te planteas algo más que eso, entonces dímelo y me dedicaré sólo a ti, pero tienes que hacerme más caso, ya no porque yo quiera, o porque lo necesite, sino porque sin ello nada va a funcionar, sea lo que sea...

–No sé qué decir... No imaginaba que te gustase tanto...— dijo apenado.

–Pues sí, me gustas demasiado. Me gustas para todo.

–Yo es que no me veo en una relación contigo, al menos no ahora mismo. Trabajo y no podría dedicarte todo el tiempo que me pides, porque tienes razón. Me pareces una chica guapísima, eres un amor, y también me gustas, por eso siempre he acabado buscándote, pero ahora igual no es el momento. Y eso de quedar para acostarnos... No va conmigo, y créeme que me gustaría, me atraes muchísimo, pero no me llena y prefiero no hacerlo, además no quiero hacerte daño, si nos acostamos, sé que tus sentimientos hacia mí van a crecer.

–Está bien... Pues todo claro entonces...— dije con la voz entrecortada.

La situación fue muy tensa después de esa conversación.

Empezó a hacer más frío y parecía que se iba a poner a llover. Ya era hora de irnos, así que me dejó en casa.

Le miré a los ojos, le dije con mi mirada que le echaría de menos. Él me miró igual. Le abracé fuerte, sentí su abrazo y me mantuve unos segundos. Quería sentir el calor de su cuerpo por última vez.

–Gracias por todo.— le dije.

–No las des. Te mereces todo lo bueno que te pase. Si me necesitas...

Le sonreí y bajé del coche. Tardó unos segundos en arrancar. Por un instante quise que bajara y me dijera que no me fuese, pero no vivo en una película, al menos no una de amor.

ChloéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora