Lluvia

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Entré en casa. Tenia un nudo en la garganta y una presión en el pecho. Sentía un vacío. Intenté evitar a mi madre, se me notaba en la cara que algo no iba bien, soy demasiado expresiva.

Recuerdo que subí las escaleras casi sin fuerzas, sin ganas. Entré en mi habitación y cerré la puerta. Me acosté en la cama, estaba temblando de frío. Me tapé, mire al techo y rompí a llorar. Mi mano cada vez estaba jugándomela más. No podía parar de llorar y tenía que hacerlo en silencio, que es cómo más duele.

Me di cuenta de que estaba lloviendo, una vez más, el cielo llora conmigo.

Gracias a la historia con Fernando, me di cuenta de que cada vez que lloraba, cada vez que estaba triste, estresada, enfadada, agobiada, preocupada, o cuando me había pasado o me iba a pasar algo malo, se ponía a llover o incluso había una apocalipsis de truenos.

Era curioso. El día que nací llovía, y desde ese día las lluvias de la temporada empezaban.

Cada día de mi cumpleaños me fastidiaba porque se ponía a llover. Todos y cada uno de ellos.

Así que atando cabos, llegué a la conclusión de que el cielo lloraba conmigo, no sé si bien la madre naturaleza o alguna personita del cielo suponiendo que realmente acaben allí cuando se van del mundo de los vivos.

Había quien me llamaba loca. Gente que estaba convencida de que estaría más sensible por el tiempo y que por ello llovía, pero yo estaba segura de que no, porque sólo pasaba cuando realmente me ocurría algo malo.

Aquel día en el que estaba nerviosa por si había suspendido el examen teórico del coche, y cuando se acercó la hora de saberlo, salió el sol reluciente y una ráfaga de viento suave hizo que las flores del árbol por el que pasaba cayeran encima de mí, y acabé aprobando.

Los dos días a los que me presenté al examen práctico y suspendí, llovía.

La primera vez que quedé con el chico al que estaba conociendo cuando vi a Rodrigo en aquella fiesta, llovió porque creía que él sí que me haría daño.

Aquella semana en la que Fernando estaba cada vez más distante de mi hasta que me dejó.

Todas esas veces que escribía sobre él en mi diario, me rompía a llorar y de repente me daba cuenta de que llovía.

Ese día, fue uno de esos días en los que sabía que todo había terminado definitivamente.

ChloéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora