No es no

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Uno de los chicos con los que hablaba por esas apps de citas, quiso quedar conmigo, pero la cita salió muy mal.

Era verano, a finales de julio.
Llevábamos hablando unas semanas y decidimos vernos.

Me resultaba curioso. Era aventurero, y se compró una furgoneta para tunearla por dentro e irse a hacer excursiones. Le pedí que viniese con ella y así veía como iba la reforma, pero él lo tomó en otro sentido.

Me recogió cerca de casa, pero no le dije exactamente dónde vivía, por si acaso.

Esa noche había luna de sangre y queríamos ir a verla a la playa.
Recuerdo que nada más me subí a la furgoneta, lo primero que hizo fue poner una mano en mi muslo y con la otra llevaba el volante. Yo llevaba un vestido de vuelo.

Decidimos ir a cenar. Cuando bajamos y le vi, no me gustaba ni su cuerpo ni su ropa, no era mi estilo.

Fuimos al McDonald's. No paraba de intentar besarme y abrazarme. Yo le sonreía, pero me apartaba, me sabía mal rechazarle en el fondo, aunque estaba agobiándome. Buscaba besarme a todas horas, y para que parara le devolví el beso.
Mientras cenábamos, me hacía parar de comer para inclinarse hacia mí y besarme. Era muy agobiante, en serio.

Una vez cenamos, fuimos a buscar un sitio en la playa donde aparcar, pero no encontramos.

Empezamos a dar vueltas, y nos metimos en unos caminos muy oscuros, de campo y chalets. Cada vez más adentro.

Empecé a tener miedo. Me puse muy nerviosa. Creía que ese iba a ser mi último día, que me iba a violar, a matarme o a saber qué, y me dejaría ahí tirada. Prácticamente vi mi vida pasar delante de mis ojos y rezaba por salir viva, sana y salva de allí. Me odiaba a mí misma, ¿en qué estaba pensando?

Al final salimos de allí, pude respirar.

Fuimos a un mirador muy bonito. Allí había gente en sus coches. Yo bajé a hacerle fotos a las vistas, y el vino por detrás, me giró y empezó a besarme, presionando su miembro contra mí. Yo no sabía en qué momento y por qué se le había levantado.
Me separé enseguida que pude.

Me dijo que nos acostásemos en la furgoneta, pero yo no quería, así que sólo me senté. Entonces él entró y cerró la puerta con llave.

Empecé a sentir pánico de nuevo.

Le dije que abriera, que me estaba agobiando, y abrió un poquito. Saqué mis pies y me quedé sentada en el borde de la parte trasera, mientras él intentaba abrazarme y besarme.
Le dije que me sentía mal, que estaba apunto de bajarme la regla y que estaba agobiada, que me dejase tranquila. No lo hacía, así que empecé a gritar: quiero tocar el mar, quiero ir al agua.
Me puse muy pesada hasta que cedió.

Fuimos a un trocito de playa que me gustó mucho. Quería besarme y abrazarme de nuevo.
Esta vez habían muchas farolas alumbrando y de vez en cuando pasaban coches. Me senté de nuevo al borde de la furgoneta de cara a la carretera, para mayor seguridad.

Se acostó, y puso su cabeza encima de mi muslo. Empezó a acariciarme las piernas, y aunque no estaba muy cómoda, dejé que lo hiciera, pero subía sus manos por mis muslos e intentaba meterlas debajo de mi vestido, a lo que le cogía la mano y se la apartaba enseguida. Hizo eso varias veces, hasta que de repente le dije: no estoy agusto, me quiero ir a mi casa, me siento mal.

Él se enfadó, y se enfadó mucho. Su cara daba miedo, cómo si pensara en venganza.
Me asusté e improvisé una actuación para desenfadarle; me eché encima de él a besarle y le dije que lo sentía, que es que me encontraba mal, que quedásemos la semana siguiente cuando estuviera mejor, hasta que conseguí que sonriera.

Me sentí tan tranquila. Temía que para vengarse, en lugar de llevarme a casa me hiciese algo malo y me dejase tirada por ahí.

Por suerte me llevó de vuelta. Le dije que me dejase cerca de casa, para que no tuviera que meterse entre calles y líos de la ciudad.

No supe cómo agradecerle a la vida por haber hecho que me salvase.

Estuvo intentando quedar, pero yo le daba largas. Hasta que un día entendió que yo no quería nada con él.

ChloéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora