MICHAEL LANGDON

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— Roger no corras.–gritaste al pequeño niño de seis años que reía y corría por los pasillos del hotel.

El pequeño rubio de ojos azules tenía una gran curiosidad y fascinación por el mundo exterior, sin embargo temías que lograra cruzar aquellas puertas y saliera a las calles llenas de neblina y todos los horrores que aguardaban ahí.

Sorprendentemente el Hotel Cortez, aquella propiedad vieja y embrujada, había resistido los ataques nucleares y se mantenía en pie. Quizás era por la gran maldad que habitaba o por ser la puerta al infierno, pero te alegrabas de eso.

— Tranquila, el niño estará bien. – dijo Liz Taylor en un intento por tranquilizarte.

— Crece demasiado rápido que me es difícil contenerlo. – pronunciaste con una mano en tu pecho. — Es demasiado listo y curioso.

— Como el padre. – añadió él ganándose una mirada de desaprobación de tu parte. — Aceptalo cariño, ese niño se parece más a Michael que a ti.

Te quedaste parada en medio del pasillo con tu mente viajando entre los recuerdos.

Eras muy joven cuando comenzaste a trabajar en el Hotel, conocías sus historias y secretos, no le temías a los fantasmas ni a los horrores del lugar.

Habías conocido a Michael cuando fue por Queenie. Tú estabas sentada en la recepción cuando lo viste entrar. Caminaba seguro de si mismo, con un aura rodeándolo.

— Señor, no puede entrar. – dijiste siguiéndolo por los pasillos. — Llamaré a seguridad. – intentaste intimidarlo, pero la intimidada resultaste ser tú cuando él se giró y chocaste contra su pecho.

— Solo vengo a una cosa y me iré. – pronunció firmemente. — Ahora, dime, ¿dónde está esa bruja?

— ¿Se refiere a la compañera de juego del señor March? – arrugaste la frente y al no recibir una respuesta caminaste hasta llegar a uno de los cuartos y abriste la puerta.

Meses antes una mujer rubia había ido con la intención de llevarse a la misma chica, sin embargo tras intentarlo de muchas maneras, demasiadas, no obtuvo éxito y se marchó llena de tristeza.

El asombro no cabía en ti cuando aquel chico de ropa elegante había conseguido sacar a la bruja de ese infierno. Supiste que era alguien especial al tener el poder en el mundo de los muertos.

— ¿También estás muerta? – cuestionó mirándote de pies a cabeza.

Negaste sin dejar de mirarlo. Era demasiado guapo.

Él se marchó con la bruja y creíste que jamás volverías a verlo. Cada noche soñabas con Él, no salía de tu mente, se había adueñado de tus pensamientos hasta que días después lo viste regresar entrando de la misma manera con ese uniforme negro y zapatos brillantes.

— ¿Quieres ir a dar la vuelta? – te preguntó manteniendo sus manos detrás de su espalda y una sonrisa que hizo a tus piernas temblar.

Liz e Iris te miraron sobre sus anteojos y con los ojos te dijeron que si.

Recordabas la manera en que lograba sorprenderte con su magia teniéndote a sus pies y adorándolo como si fuese Dios. Te habías entregado a él sin ninguna restricción, amándose como dos adolescentes enamorados y con una pasión que calmaban entre las sábanas de alguna cama de las tantas habitaciones del hotel.

— Ten cuidado cariño. Él es muy distinto a ti, sus mundos no se conectan. – advirtió el señor March mientras jugaban poker.

Tenía razón. Michael desapareció dejándote con una terrible agonía. Poco después descubriste que estabas embarazada, Iris te consoló en sus brazos mientras llorabas y Liz maldecía al muchacho por lo que te había hecho.

ONE SHOTS (CODY FERN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora