Capítulo 4

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"Mi bosque es brumoso y sombrío. Pero cuando quiero rujo y puedo disipar la niebla." –había escrito el hombre en su diario. Le gustaba tanto esa combinación de palabras que leía y volvía a leer. Y a veces lo gritaba en voz alta logrando captar la atención del bosque entero, que lo observaba en silencio.

Sentado en un claro, haces de luz le bañaban la cabellera que llevaba años de crecida aunque a él le parecían siglos. En aquel momento se entretenía contando libélulas, cuando de súbito un sonido le puso alerta. Creyó oír el canto. Agudizó aún más los oídos y muy en sus profundidades comenzó a percibirlo. Los espíritus a veces elevaban las voces desde su interior para llamarle la atención sobre algo. En su mayoría eran voces de carácter hermafrodita, y a lo largo de su tiempo en compañía de ellas había aprendido a hacerles caso. Un extraño había ingresado al Bosque, había pisado terreno que Alexandru consideraba sagrado. Y él no dejaba que nadie hollara su lugar sin preguntarle aquello que tenía urgencia por saber: el paradero de la mujer que buscaba. "Bish-ohái ishmayrfän iraherd" susurró en trance con la mirada vuelta hacia el oeste.


Verónica se topó con la estación de trenes al doblar en una esquina. Se sentía aturdida, aún con el recuerdo del colibrí dándole vueltas en la cabeza. Bratislava, Budapest, Viena, Cracovia vio pasar frente a sus ojos, y acabó eligiendo Viena sin considerar demasiado. Ya más calma, mientras esperaba sentada en el andén tomó algunas fotografías. Entre tanto se entregaba al disfrute de dejarse llevar, simplemente por las ganas del momento y a lo sumo la disponibi- lidad de pasajes. Al llegar a Viena visitó palacios, salones de vals y los Jardines de Schönbrunn. Pero estaba más introspectiva que en Praga; no deseaba interactuar con nadie como sí le había ocurrido los primeros días. Lo supo cuando paseando sola por Plaza San Esteban, comprobó que los turistas Nicolás y Eric se encontraban allí. Deseó que no la vieran. Pero hicieron contacto visual a la distancia y se saludaron levantando brazos. Eran parecidos –apreció –podría haberlos confundido con mellizos.

La tarde del veinticuatro de febrero, con algo de nieve cayendo sobre la ciudad siguió su destino rumbo al norte. No tenía claro en qué ciudad descender, aunque deseaba conocer los países bálticos. Viajó atravesando valles y montaña, bosque y llanura, hasta que el tren se detuvo en Vilna, pero apenas pasó el día allí y enseguida siguió camino hasta Riga.

Se encontraba en ese momento Les Folies Tour de Kylie Minogue en la ciudad y Verónica deseaba verlo. Aunque era poco probable conseguir entradas el mismo día del concierto. Luz le había compartido imágenes del espectáculo y era estéticamente magnífico, como a ella le gustaban, plagado de alusiones a la cultura griega y las leyendas mitológicas. Sabía que podía hallar musas en el evento, por lo que allá se dirigió. Se detuvo fuera del Arena aguardando por alguien que quisiera re vender entradas y tuvo suerte, consiguió una, y muy cerca del escenario.

El espectáculo montado no tenía parangón, era majestuoso por donde se lo mirara: coreografías, acrobacias en tela, show de aguas danzantes y un desfile de modas de Dolce & Gabbana. Verónica deleitó sus sentidos con cada detalle del show, de principio a fin.

Pero al terminar la función cayó en la cuenta de que no tenía donde dormir, por lo que pasó la noche en vela deambulando por Riga y reposando cada tanto en algún café. En uno de estos cafés fue que la vertiente creativa la asaltó con mayor intensidad y comenzó a enlazar las ideas que venía teniendo una tras otra, casi sin detenerse. Afuera el clima estaba húmedo y frío, pero en vez nevar llovía.

Se quedó dormida sobre la mesa del café y fue despertada por un mozo letonio más tarde. Se disculpó en inglés, pasó por el toilette y abandonó el lugar. Nuevamente se dedicó a merodear; caminaba por las calles recordando sus escritos de la noche anterior. Buscaba la estación de trenes pero no la hallaba. Luego de deambular por más de una hora encontró lo que parecía ser la Estación Central. Estaba amaneciendo y había muchos transeúntes. Mirando a un lado y a otro identificó personas de diversas etnias. Y sus ojos seguían registrando cosas; veía similitudes, patrones que se repetían entre las ciudades que visitaba.

Con el lazo en el espíritu #ZelAwards2019Where stories live. Discover now