El descubrimiento de la horrible verdad le cayó como martillo sobre el cuerpo desgarrándolo en paroxismos. Acababa de leer los textos sagrados y no existían otras interpretaciones posibles.
"Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios."
Hebreos 6:26-27
Decidió que debía huir del entorno conocido. Su adicción lo había destruido del todo, le había quitado lo que más amaba. Comenzó por correr alejándose de su casa, pero después tuvo que nadar. Caminar, trepar y reptar. Y aunque el paisaje que lo rodeaba era hermoso, el de su alma, espeluznante. Sentía temor, un temor tan verdadero que le daba frío y trepaba por sus talones como escarcha.
Así descendió por una pendiente sembrada de grava dejándose arrastrar, como en una tabla de surf. Aún miraba hacia atrás; siempre hacia atrás. Se acercaba a la frontera con Chile y la frase resonaba en su cabeza: ¿Cómo se puede abrazar con tanta pasión aquello que hace daño? ¿Por qué apretaría uno la rosa espinosa hasta desangrarse?
Más de once años desde el último campamento. Poco tiempo después había ocurrido la "Gran Disolución". Verónica meditaba en los hechos con la mirada perdida en el mar. Todos se habían ido; el templo había quedado vacío. Qué había ocurrido aún se lo preguntaba. Pero su vida había tomado otro rumbo, se había encaminado y a decir verdad se encontraba satisfecha.
Ahora sí –meditaba –Ahora sí vivo conforme al esfuerzo invertido.
Su nueva residencia, amplia y señorial, era conocida por la cultura madrylense como la "Casa del Acantilado". Los lugareños la llamaban así debido a su ubicación sobre un promontorio rocoso que la hacía visible desde el mar. Se había mudado del centro de la ciudad a las afueras, a metros de la costa. La morada exhibía una fachada simple pero imponente y su grandioso ventanal era el centro de atención para cualquiera que se encontrara allí; la vista al mar, los acantilados.
Demasiado tiempo viviendo bajo el rol de "profetisa" hasta que finalmente le había encontrado sentido a "las palabras". Aquellas que recibía como un oráculo en su corazón y cumplía en escribir a rajatabla. Entendiendo que podía armar historias con ellas y no sólo profecías, había desechado el "don". Tras un año encerrada escribiendo, otro tanto corrigiendo y compartiendo sus escritos había conseguido lo impensado. Su nombre era ahora conocido. En vez de ser "la profetisa" era Lilia Benedikt, seudónimo con el que había publicado. Aunque muchos sabían que era Verónica Aberastain; la licenciada en física que saltara al estrellato tras su publicación de "Irrealidad líquida". Incluso algunos recordaban que había salido de una iglesia, una congregación evangélica de las que había en la zona.
Sin saber cómo en el último tiempo su libro había cobrado interés en países de Europa. Por lo que se había lanzado una segunda edición en Argentina y comenzado los procesos de traducción a otras lenguas. Los veinte mil ejemplares de la segunda tirada se fueron agotando y Sogne Editoriales decidió re imprimir diez mil más. Luz, vieja amiga de Verónica, orgullosa de sus logros le recordaba lo que le había dicho años antes: que un día llegaría a ser aquello para lo que estaba destinada; una fabulosa contadora de historias.
Mirando por la ventana, Verónica recordaba sus tiempos en la universidad, sus días de estudiante en la biblioteca. Cada vez que entraba en el pasillo de libros extranjeros el lugar tenía sobre ella un efecto mágico. Lograba transportarla, llevarla lejos a lugares del mundo donde viajaba a estudiar; Praga, Bratislava, Viena. Ciudades donde de acuerdo a sus averiguaciones se investigaban los temas que a ella le interesaban. Había soñado mil veces con doctorarse y ganar el premio Nobel. Y lo había creído posible. Siempre había sabido dentro suyo que tenía potencial para la grandeza. El pasillo de libros extranjeros tenía la virtud de recordárselo. Había en él algo especial que no sabía definir.
Mas aunque verdaderamente la apasionaba, la Ciencia no la había elegido a ella. Su pretendido destino de grandeza había llegado de mano de las Letras. Del arte de crear mundos y caracteres con el uso de palabras. –Aprende a contar con toda la intensidad de lo real las cosas simples de tu vida –la habían aconsejado una vez. Desarrolló entonces esa habilidad, la de describir las cosas más simples de la manera más bella. Y tomando ideas que le vinieran de adolescente se reinventó a sí misma, se auto copió entretejiendo lo antiguo con lo nuevo. De ese modo emergió la primera historia, un cuento llamado Amen al Ser. Con título ambiguo a propósito; algunos leían "Amén" y otros "Amen".
Luz la animó a continuar. Por lo que cuando la inspiración brotaba Verónica era más que nunca ella misma, despojándose de cualquier bloqueo o auto-limitación. De manera magistral creaba mundos y personajes, personajes que habitaban esos mundos y se vinculaban entre sí. De este modo logró dar vida a las nueve historias que conformaron "Irrealidad líquida". Y finalmente con cierto dinero ahorrado se presentó en Sogne Editoriales, una joven editorial de la vecina localidad de Trelew. Allí entregó el manuscrito para ser leído. Y la obra resultó lo que estaba escrito resultaría ser. Pues fue través de ella, que desde lejos y a la distancia alguien volvió su mirada hacia Verónica.
Al igual que muchos Verónica escribía motivada por vivencias personales. Revelaba aristas de su persona a través de los cuentos. Por eso cuando a finales de 2010 supo que la obra estaba trascendiendo más allá de lo imaginado casi le pareció irreal. Gracias a la viralización mediática y las redes sociales "Irrealidad líquida" comenzó a ser conocida en otros rincones del planeta. Al punto que gente que Verónica desconocía tomaba frases de su autoría y las estampaba en muros de Facebook.
La llegada de un nuevo mail la arrancó de cavilaciones. Al abrirlo soltó una exclamación mientras se quedaba hipnotizada leyendo. Debido al éxito inesperado, Sogne le proponía escribir una vez más y le ofrecía un contrato por otra serie de cuentos. Se sintió exultante, como cuando supo que su libro había alcanzado records de ventas. Y fue allí cuando reparó en un detalle, ese que hacía tiempo venía cavilando. Deseaba indagar en algo más que el entorno habitual. –Necesito hallar otras fuentes de inspiración –dijo a Luz.
–Alejarme del microclima de la Península; dedicarme a la contemplación del mundo y la naturaleza.- Pero en el fondo, Verónica tenía una idea muy clara de hacia donde quería dirigir su vertiente creativa. Deseaba escribir un "cuento de hadas", al estilo de los hermanos Grimm o Charles Perrault. Con un toque de fantasía, pero sobre cierta base de realidad. Un cuento de hadas moderno. Europa del Este era un buen lugar para empezar. Y ahora que disponía de medios, su corazón no lo dudó.
A comienzos de 2011 hizo reservas y un dieciocho de febrero, partió rumbo a Praga.
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Con el lazo en el espíritu #ZelAwards2019
Paranormaal"Mi bosque es brumoso y sombrío, pero cuando quiero rujo y puedo disipar la niebla" Palabras del hombre-bestia Algui...