El taxi se detuvo a metros de la Casa. Verónica descendió cabizbaja y cruzó el patio. Introdujo la llave e hizo una pausa, teniendo la extraña sensación de que volvía a la cabaña. Pero entró, y comenzó a pasearse entre muebles olvidados y rincones familiares. El amado ventanal, su ventanal que miraba hacia el mar, hacia los acantilados, parecía sombrío. Incluso habiendo Luz dejado las cortinas abiertas, la claridad parecía quedarse afuera como resistiéndose a entrar. ¿Podía ser que la luz hubiera abandonado la Casa? Deambuló por rincones conocidos viéndolo todo a través de otros ojos, como si no fuera la misma. Las imágenes de su estancia en la cabaña pasaban frente a ella mientras recorría con la mirada el propio hogar.
Y así volvió a habitar su casa junto al mar sola. Sin contar demasiado a nadie acerca de su extraña experiencia en Europa. Dividió su tiempo entre escribir, leer física y visitar los acantilados. Guardó el chip, la estatuilla de bronce, la Biblia islandesa y el álbum. A nadie contó de ellos. Por el momento no quería recordar. Pero resultaba que ahora era más conocida que antes, no precisamente debido a su labor literaria sino a su protagonismo en el reciente trascendido sobre el hombre-bestia. Los medios europeos que se anoticiaran del secuestro, no cesaban de querer contactarla para oír su versión de los hechos. Pero ella los evitaba, bien no respondiendo o bien declinando los ofrecimientos que le hacían. Los noticiosos decían que desde junio no se había vuelto a saber del monstruo. No había habido rumores ni avistamientos. De momento se sintió aliviada. Podía abocarse mejor al trabajo.
Así retomó su tarea de escribiente. Intentando dar forma a las ideas que empezara a desarrollar en Riga. Pero comprobó que no se reconocía a sí misma en algunas frases, en las ideas que le brotaban. Y siguió transitando sus días en ausencia de compañía. No contestaba el teléfono. Salía si sabía que pasaban a visitarla. Estéfano se estaba ofendiendo y Luz se hallaba desconcertada no comprendiendo bien qué ocurría.
Estaban a finales de septiembre. Tres meses desde su vuelta al hogar y ni siquiera a su íntima le había contado todo. Apenas algunas breves conversaciones por teléfono y algún que otro comentario escueto por chat.
Por su parte Verónica, desde que oyera hablar de la desaparición del hombre-bestia no sabía qué pensar. ¿Por qué se habría ocultado ahora? ¿Seguiría con vida? Por momentos parecía oírle decir: Voy por ti, y todo su cuerpo se estremecía. Pero enseguida sacudía la cabeza, reconociendo que sólo era su mente hermanada con la de Alex la que tejía tales alucinaciones. Hermanada con la de Alex. ¿Por qué? ¿Acaso él manipulaba sus sentidos y la obligaba a escribir cosas? ¿Cómo había logrado eso?
El primer consejo de Luz, que ésta le transmitió por mensaje de texto fue que continuara escribiendo. Que relatara los acontecimientos en Europa y no los negara. Aunque pareciera insuperable, aunque se sintiera morir. ¿Acaso no había ido allí en busca de musas? Para "dedicarse a la contemplación del mundo y la naturaleza", se mofó de sí misma. Pues eso había encontrado; una musa. Solamente que no del modo esperado. –Cuántas veces pedimos algo que nos viene bajo la forma menos imaginada –recordó cierta enseñanza en la iglesia. Jesús el Mesías no era esperado como un humilde carpintero sino como un belicoso Rey. Y Jesús había sido la respuesta a las oraciones del pueblo judío que largamente había orado por un Mesías. Sin embargo no supieron reconocerlo porque vino bajo la forma menos pensada. Alexandru había sido la respuesta a su búsqueda. Ella había declarado en voz alta que deseaba hallar una fuente de inspiración. Y al parecer la habían oído. Indagando por el mundo y preguntando a la naturaleza se había topado con ella. Desconociendo que "la fuente" también la había estado buscando. Bajo la forma de un hombre atormentado con rasgos de animal. No era exactamente su idea de musa, pero así le había llegado. Todavía no comprendía con qué o quién se había en- contrado. Qué es lo que deseaba Alexandru. Y para colmo de males de su tiempo con él sólo tenía memorias vagas y difusas. ¿Por qué no podía recordar? ¿Cómo se arman los recuerdos en una mente... cómo se acomodan?
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Con el lazo en el espíritu #ZelAwards2019
Paranormal"Mi bosque es brumoso y sombrío, pero cuando quiero rujo y puedo disipar la niebla" Palabras del hombre-bestia Algui...