capítulo 2: Perséfone.

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Al contrario de el sombrío Inframundo, la tierra suele estar llena de vida y ahí es donde vive la diosa de la fertilidad Deméter junto a su hija Perséfone.

La razón de que Deméter se encuentre en la tierra es porque sin ella la tierra no florece, su hija Perséfone siempre se encuentra a su lado; una bella joven como ella es un verdadero tesoro tanto para dioses como humanos.

Unos bellos ojos color esmeralda, un largo y rojizo cabello, acompañados de su piel blanca como la nieve; sin duda era una joven preciosa.

La joven Perséfone estaba siempre al cuidado de ninfas del bosque, sirvientes de su madre, ya que al poseer tanta belleza era añorada y codiciada por los hombres.

Un día bello, como todos gracias a su madre, la joven se peinaba el cabello con un peiné de material fino para luego adornarlo con bellas flores y plantas de distintas formas y colores, acompañado de un vestido griego con detalles verdes y accesorios de oro.

Las ninfas le ayudaron a colocarse el vestido y los accesorios, para luego ir a pasear un rato al bosque cercano y a un río que le fascinaba; antes de ello su madre le dijo que tendría que regresar pronto pues asistirían a una reunión convocada por Zeus.

La joven asintió con la cabeza y salió en compañía de dos ninfas; la joven corría de un lado a otro, evitando a sus dos acompañantes para no sentirse ahogada por los cuidados que estás le daban, sabía que su madre lo hacía por su bienestar pero ella deseaba un poco más de libertad.

"Si supieras lo que pronto pasara Perséfone, créeme que no desearías más libertad de la que tienes ahora"

Susurro el viento, apenas audible para cualquier persona que no le escuchase con plena atención y la joven perdida en la belleza de aquel bosque no logro escuchar las advertencias de el viento.

Viento, tan Savio y viejo cómo el mismo tiempo, quién diría que tus susurros, tan bellos y tenues, pudieran salvar a la joven Perséfone de un destino cruel.

Pero todo pasa por una razón y esta seguramente no sería la excepción; después de un corto paseo la joven volvió con su madre para que estás fueran a la reunión convocada por el dios del rayo, sin duda alguna a la joven diosa le encantaba visitar el Olimpo, aquel lugar tan celestial en el que solo los dioses podían estar.

Al llegar ambas diosas se sentaron el aquél lugar tan bello, la cual era una gran sala en el templo principal, echa casi en su totalidad de mármol blanco y bellas esculturas griegas, sin duda un lugar precioso.

Terminada está reunión, el gran Dios Zeus les pidió se quedasen a la fiesta que el quería dar, a lo cual ambas aceptaron.

Todo estaba bien y se divertían, la diosa de la fertilidad aprovecho para presentar a su hija algunos dioses importantes que ella no conocía bien; por supuesto la joven era agradable a los ojos de todos pero muy sería y reservada.

Perséfone disfruto la reunión entre pláticas y risas, pero pronto algo llamo su atención, un hombre bastante joven de cabello negro y piel pálida, vestido con una túnica negra y roja sangré.

La curiosidad de la diosa era demasiada, a si que decidió preguntarle a su madre.

- madre, dijo la joven con vos tenue para sacarla de su conversación.

- si hija.

- te puedo hacer una pregunta.

- claro que sucede.

- me podrías decir ¿Quién es el?
Dijo apuntando a aquel hombre que antes sus ojos, se veía bastante misterioso.

- el es el rey del Inframundo, Hades, dijo la madre casi en un susurro pues el solo pronunciar su nombre le causaba escalofríos.

- ¿Hades? La chica se preguntó por qué le daba tanta curiosidad conocer que era lo que ocultaba bajo esa apariencia tan sombría.

Mientras Deméter retomaba su plática, la joven se dedicó a observar a aquel hombre tan sombrío pero maravilloso ante sus ojos.

En un momento fugaz sus miradas se cruzaron, haciendo temblar a la chica, pues su mirada era tan penetrante y profunda que nunca podría sostener su mirada en esos ojos llenos de obscuridad.

Aún así Perséfone no podía dejar de mirar a aquel hombre que se recargaba sobre un pilar sosteniendo una copa de vino rojo tan espeso como la sangre.

Ya terminada la reunión ella y su madre se despidieron de Zeus, el anfitrión de la reunión, y se dedicaron a ir a su bello hogar el cual era la tierra, para ese entonces sería un poco tarde casi anocheciendo.

La Perséfone y su madre no dijieron ni una sola palabra hasta llegar a su hogar y cuando Perséfone por fin diría palabra, su madre lo hizo primero.

- Ollé hija, dijo Deméter para captar la atención de su hija.

- si, madre.

- porque razón me preguntaste, cómo se llamaba ese hombre.

- nada madre, solo era curiosidad.

- bien, Deméter no quiso dar más vueltas al asunto.

Por otro lado, Perséfone sabía perfectamente que no fué por pura curiosidad, algo más se escondía tras esa excusa, pero ni siquiera ella misma sabía que era.

Pasó algo más de tiempo y la joven se despidió de su madre para irse a acostar, Deméter se despidió de ella con un abrazo y un beso, Perséfone le dió las buenas noches y se fue a su cuarto a descansar.

La joven se despojó de aquellos accesorios tan finos y de su bello vestido griego y se colocó uno más sencillo, se tumbó a la cama para poder descansar, pero antes de poder cerrar los ojos, se quedó mirando el techo por unos segundos para luego decir.

Hades, que es lo que escondes tras esa expresión sombría y esos ojos tan profundos, la joven soltó un pequeño suspiro y luego continuó con lo que decía, e visto más allá de tu expresión seria y tú apariencia tan escalofriante y se perfectamente que dentro de ti existe bondad, aunque nadie lo crea, yo lo sé.

Dicho esto la joven continuo mirando el techo y suspirando, sabía que aquel hombre no era como todos creían, solo alguien que se tomará el tiempo de conocerlo sabría cómo es, tras su apariencia dura y fría, no se escondía un ser tierno, para nada, si no un ser que quería tener alguien que lo comprendiera y que lo aceptará tal y como es.

Muchos lo dirían, pocos lo creerían, y solo algunos lo entenderían.

De que hablaba la joven pues...

- rey del Inframundo, señor Hades, tu no eres un mounstro.

Dicho esto la joven Perséfone se acomodó en su cama y se dedicó a dormir.





Bye

entre la vida y la muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora