CAPÍTULO 5

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- ¿Estás llorando? - me pregunta Taylor en cuanto me ve. No quería cruzármelo ahora. No cuando hay pequeñas lágrimas en mis ojos.

- No, es sólo... Se me ha metido algo en los ojos.

- ¿Quieres dar clase?

- ¿Cómo?

- ¿Quieres que nos vayamos?

Vacilo por un momento. ¿Me está pidiendo lo que me está pidiendo? ¿Y mi madre? Seguramente sabrá que me he ido antes que nadie... 

- Sí. - respondo. Ahora mismo no tengo ganas de estar aquí, lo que pase después me importa poco.

Salimos a la zona de aparcamientos y nos montamos en su coche (descapotable negro). No sé a dónde vamos, no me lo quiere decir. Lo único que sé es que odio a la gente del instituto. No entienden que de los rumores se vive. Y yo ahora soy un rumor. Sonrío y me quito las zapatillas (para ser buena con el tapizado del coche de Taylor) y me subo en el asiento. Taylor me mira y sonríe. Levanto mis brazos y me siento como un pájaro ahora mismo, aunque odio a los pájaros.


El coche se para y mi equilibrio peligra. Al final caigo encima de Taylor. A él no parece importarle. Me pongo los zapatos y sigo a Taylor por el descampado desierto.

- ¿Dónde estamos? - pregunto mirando el paisaje. En realidad, no hay mucho paisaje. Un descampado desierto. Entonces lo reconozco - ¿Hemos venido a La Cantera?

- A la parte trasera.

- Vamos, Taylor. Esto debe de estar infectado de porreros.

- Te equivocas. - me corrige él.


Le sigo hasta atravesar una pequeña puerta y meternos en el edificio del otro día. Pasamos por un pasillo y veo a la enfermera fumándose un cigarro en la sala de ayer. Pero no nos paramos allí. Seguimos por los oscuros pasillos. Dan un poco de miedo. Me acerco a Taylor y él vuelve con su estúpida sonrisa coqueta mientras subimos por las escaleras.

- ¿Tienes miedo? - pregunta.

- No. - miento - ¿A dónde vamos?

- Eres impaciente...

- Sólo dime a dónde...

Llegamos al final de las escaleras y Taylor abre una puerta. Una luz cegadora me corta la respiración. Cierro los ojos y le sigo agarrada de su camiseta. Me quedo atónita. Es una azotea vacía, excepto por un enorme árbol, un sicomoro exactamente, que hay en medio.

- ¿No es fantástico? - pregunta él alzando sus manos y subiéndose al filo de la azotea. Yo me subo con él.

- Se ve todo el pueblo desde aquí. ¿Alguien más sabe la existencia de éste lugar?

- Son tan superficiales que lo dudo.

- Tienes pinta de ligar mucho. ¿Te traes a las chicas aquí?

- No hay cama, así que no. - le miro alzando las cejas.

- ¿Ahora necesitas cama para hacerlo?

- ¡Amanda Craft, eres una salida! ¡No te imaginaba así! - dice él gritando y fingiendo ser un chico modelo - ¡Yo nunca lo haría en una azotea! ¡Nunca lo haría hasta el matrimonio!

Está exagerando tanto que es imposible no reírse. Estallo en carcajadas, tanto que no puedo parar. Entonces mi pie se resbala y la mitad de mi cuerpo acaba en el aire, la otra mitad agarrado por Taylor. Me acerca a él, a centímetros de su cara. Podría besarle ahora mismo y todo sería perfecto, pero ambos nos apartamos. 

Nos sentamos en lo alto del árbol, yo apoyada en el tronco y él sentado como un mono. 

- ¿Vas a seguir fingiendo ser Katherine? - me pregunta. Asiento - ¿Por qué?

- Lo he pensado, Taylor, y me he dado cuenta de que la razón por la que quería ser conocida es porque he vivido siempre en la sombra y nadie ha tomado en cuenta mis opiniones. Voy a hacerles estallar. Quiero que haya sangre.

- ¿Sangre? - él se ríe.

- Te lo digo en serio. Voy hacer que se peleen entre ellos.

- ¿Por qué?

- Porque sí. Porque son unos superficiales. Quiero que lo vean. Voy a hacerme pasar por Katherine Odell para luego decirles quién soy en realidad.

- ¿Crees que eso les dará alguna lección?

- No, pero yo me quedaré agusto.

- Eso está bien.

- ¿Me vas a ayudar?

- Siempre que me des mi cita.

- Creo que después de tu ayuda no hará falta cita para que me gustes. - ¿por qué he dicho eso? ¡No quiero que piense que me gusta! No demasiado, claro. Es guapo y amable, pero no quiero... Bueno, lo dicho dicho está.

- Eso es un punto a favor. - dice él.

- Supongo.

- ¿Quieres hierba? - se saca de su bolsillo un paquete de ella.

- Nunca me he colocado.

- Siempre hay una primera vez para todo.


Nunca pensé que lo haría, pero es bastante raro. Mi cabeza entera está relajada. Es como si la hubieran abierto y hubieran extirpado mi cerebro de ella. No me importaba que todo el mundo me llamara puta o que, en su defecto, me quisieran follar. Tampoco me importaba que Taylor hubiera contado que había dormido en mi casa. A saber cómo se ha podido enterar Morgan... No quiero darle vueltas a toda esta locura. Sólo quiero bailar y besarle. 

Taylor pone música y yo empiezo a bailar sin zapatos por al azotea. Tengo mucha hambre, pero también ganas de bailar. Entonces me acerco a Taylor, que está colocado también, y le obligo a levantarse.

- Prómete que no me dejarás sola NUNCA. - grito la última palabra.

- No te lo puedo prometer...

- ¿Por qué? - mi voz suena ingenua, como la de una niña chica.

- Porque no te conozco lo suficiente como para saber si habrá algún NUNCA.

- ¡Prómetemelo!

- ¡No! - grita él riéndose. Yo también me río, aunque en otra situación no hubiera tenido gracia. Le agarro del cuello y le atraigo hacia mí.

- Prómetelo.

Nuestros labios están muy cerca, rozándose.

- Te lo prometo. - dice él.

- Dilo más alto.

- ¡TE LO PROMETO! ¡TE PROMETO NO DEJARTE SOLA NUNCA! - grita él.

Somos dos desconocidos colocados prometiéndonos cosas de las que mañana, seguramente, no nos acordaremos. Sin embargo, se siente tan familiar que ni siquiera me doy cuenta de que yo nunca haría esto. Aunque éste nuevo yo me gusta más.

Sin pensarlo junto mis labios con los de él. Taylor me agarra de la cintura y doy un pequeño salto rodeando su cintura con mis pies. Ha sido el mejor beso de mi vida.

THE BEST LIE EVER (TAYLOR CANIFF)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora