Capítulo 7:

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Las ondas del agua se reflejaban azules en las paredes de la habitación. Desde la ventana se filtraba el movimiento de unos focos que, con su movimiento constante, creaban sombras macabras. A veces me costaba conciliar el sueño allí dentro, imaginar cómo sería la vida fuera me tranquilizaba y alejaba mis pesadillas. Soñar, era lo más parecido a vivir que tenía. Mi cautiverio comenzó desde bien pequeña.

Si bien era cierto que no recordaba casi nada de mis padres, recordaba la voz de mi abuela y sus historias. Desde niña tuve una salud muy delicada. Los pagos de mis revisiones y mis continuas idas y venidas al hospital hizo que mis padres tuvieran que endeudarse para mantenerme con vida. 

 En Oceanía el Síndrome Praxítico Nocturno era muy común, o eso le escuché decir una vez al doctor. Esto nos causaba unas deficiencias respiratorias de por vida entre otras cosas. Y gracias a una serie de tratamientos se podía lograr llevar una vida "normal", yo seguía esos tratamientos...

Antes de la gran crisis. La compañía pesquera prescindió de mi padre. Mis problemas de salud no cesaron y tuvimos que dejar nuestro hogar para ir a la gran ciudad. Un día tras volver del colegio y entrar en mi casa algo dentro de mí supo que las cosas no iban bien. Mis padres no me miraron a la cara, ni siquiera se dirigieron a mí. Frente a ellos tres hombre no dejaron de observarme. Uno de ellos me sonrió y un escalofrío recorrió mi cuerpo. No podía hacerme ni la más remota idea de lo que aquello significaría.

-Nos haremos cargo de ella- Fueron las palabras del señor mirando a mis padres, ellos bajaron la cabeza en forma de reverencia.

El hombre de su derecha se levantó y me cogió a mí en brazos. Al inicio pataleé, grité y lloré, hasta que vi cómo el de la izquierda les soltaba un maletín y lo abría desparramando una cantidad ingente de billetes. En ese momento rendí.

 Mi vida cambió radicalmente: el señor Tao Yang, mi dueño, aun sabiendo que para él solo era una inversión, siempre me trató bien. Las instalaciones que manejaba eran muy especializadas y era bastante obvio que lo que hacía no era legal, pero en aquella ciudad portuaria lejana a la capital él era quien movía los hilos. Tras un chequeo médico completo, comencé unas duras clases particulares, en general, de protocolo y etiqueta. Terminé la enseñanza básica dos años antes de lo que lo haría un niño normal, me hicieron crecer sin apenas darme cuenta. Era tan ingenua, siempre buscando su aprobación. Un felicitación, una palmadita en la espalda por su  parte que me hiciera olvidar que había sido vendida y olvidada por mi familia.

Tao Yang mandó controles exhaustivos en mi salud, con pruebas que jamás me habían hecho nunca, como conocer mi capacidad pulmonar: 

- Por favor entra al tanque- Negué con la cabeza- Será la última prueba.

Las puertas se abrieron y apareció Tao Yang, yo que estaba de pie observando el agua me decidí meter.

- Ahora trate de aguantar la respiración- Seguí las instrucciones de aquella mujer vestida de blanco.

Allí sumergida esperé, sentir el agua moviendo mi pelo, pasando entre los dedos de mis manos, sosteniéndome era relajante- Me quieren matar- Fue el único pensamiento que abarcaba mi mente. Pero ¿realmente me importaba? No tenía un propósito en la vida. Sólo sobrevivir y no podría hacerlo sola. Era una muñeca de trapo, una mercancía.

Sentí cómo me quedaba sin aire, intenté ascender a la superficie pero antes de que pudiera llegar noté cómo me ahogaba. Mis pulmones parecían arder, buscaban desesperados aire que absorber, mas no lo encontraron. En su lugar el agua se filtró en su interior- Este es mi fin- Quizás me desmayaría. Pero nada de eso sucedió. Estuve allí, flotando, sin más. Tao Yang que me observaba asombrado a través del cristal.

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