IV. El perludio de los trolls

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El ungüento de Dori hizo milagros de la noche a la mañana y ya cuando el cielo empezaba a clarear, Bryssa sintió sus pulmones mucho más aliviados y su respiración suave. Se levantó con renovada energía y después de comer algo e irse a un lugar más discreto lejos del grupo para hacer sus necesidades, empezó a recoger sus cosas. Se negaba a ser la última otra vez, les demostraría a esos enanos que podía ser rápida si se lo proponía.

Thorin paseó con paso firme entre los enanos a medida que estos se despertaban y antes de llegar hasta donde ambos hobbits se habían instalado, se sorprendió levemente al encontrarse a Bryssa ya en pie y con Pomelo totalmente equipada con los zurrones recogidos. Miró a Bryssa y la mirada que vio ella no fue una de reproche o molesta, no una intimidadora; fue una mirada seria y nada más. Mientras se alejaba, Bryssa sonrió orgullosa de sí misma y esperó junto a Pomelo al resto, acariciándole el pelaje y desenredando sus oscuras crines.

    —¡Hola!

El brinco que pegó Bryssa bien podría haber imitado al de un conejo asustadizo. Sobresaltada, clavó la verdosa mirada en Ori, quien le sonreía con disculpa y un poco avergonzado.

    —Lo siento, no pretendía asustarte —se disculpó el joven enano—. Dori me ha enviado para que te dé esto, dice que es para que puedas llevar el ungüento que te hizo con más comodidad.

Una de sus manos le estiró un frasco de cristal similar a un vial, pero más ancho y plano, como un tarro de mermelada o miel. Lo tomó con cuidado entre sus manos y miró al enano esbozando una suave sonrisa.

    —Gracias, Ori.

Sin darse cuenta, lo había tuteado y había empleado su nombre, pero a él poco pareció importarle, incluso le pareció ver que ensanchaba más su sonrisa antes de irse por donde había venido. Lo miró marchar en silencio y después se centró en la tarea de pasar al tarro lo que quedaba del remedio de Dori.

Se pusieron en marcha unos minutos más tarde y nuevamente, Gandalf lideró el grupo con Thorin detrás. Afortunadamente, aquel día no hubieron lluvias tormentosas y a media mañana, Bryssa ya se sentía completamente curada. Mientras ella hablaba con Bilbo sobre los remedios de Dori, Thorin interrogaba al maiar entre susurros para nada disimulados.

Bryssa | El Hobbit & ESDLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora