VII. Luz de Luna

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Bryssa no sabía qué estaba ocurriendo. De un momento a otro Radagast la había conducido hasta el trineo y con un solo movimiento de cabeza, las Liebres de Rhosgobel se habían lanzado a la carrera sorteando arbustos y árboles como relámpagos en mitad de una tormenta. Notaba el pulso en la garganta y el paladar completamente seco a causa de los nervios, la voz de Radagast y las palabras que había dicho hacía tan solo unos minutos permanecían repitiéndose una y otra vez en su mente.

Radagast hizo que las liebres giraran en una curva cerrada y la hobbit sintió como se desplazaba unos centímetros fuera del trineo, sus manos deslizándose sudorosas por el mástil de madera entrelazada en el proceso. La vista del mago, clavada en el horizonte como esperando ver algo, la mantenía intranquila. Los ojos del Pardo no dejaban de bailar de un lado a otro de manera incluso mecánica; Radagast estaba sumamente preocupado, al fin y al cabo, Gandalf era uno de sus únicos amigos.

Habían recorrido un gran tramo en lo que llevaban de camino. Bryssa no había insistido en preguntarle a Radagast cómo sabía que la Compañía tenía problemas, a lo mejor simplemente era una suposición o parte de su instinto. Quizá Gandalf lo había alertado de las complicaciones a las que podían enfrentarse y por eso, ahora, se encontraba allí con Radagast, sintiendo el corazón apretado en el interior de su pecho. Le dio la sensación de que el Pardo estaba utilizando algo de magia, pues era como si tanto plantas como animales les abrieran un claro paso desprovisto de inconvenientes y posibles retrasos. La naturaleza estaba siendo ligeramente manipulada por Radagast, o al menos eso le pareció.

Lo que en realidad estaba ocurriendo era que Gandalf le había mandado a Aiwendil un mensaje: una horda de huargos y orcos se aproximaban a ellos desde tierras lejanas esperando poder matar a la Compañía. Aiwendil, como su nombre indicaba, podía comunicarse con total facilidad con los animales, en especial las aves y el petirrojo que Bryssa había escuchado antes de partir había sido el mismo que había portado el mensaje. Radagast aún podía escuchar el canto apresurado del animal, el trino constante y agudo recitando las palabras que, si bien había traducido de la lengua común al lenguaje de las aves, Radagast había podido comprender con total facilidad.

Bryssa | El Hobbit & ESDLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora