CAPÍTULO 2- -Rhett , pobre diablo

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Rhett , pobre diablo, humillado delante de toda la Universidad


—¡Tonta, mil y una vez tonta!—chilló Nati con su mano extendida —Te dije que no te metieras en problemas.

—¿¡Yo?! pero tu fuiste la que se sentó aquí primero—rechisté, señalando el rótulo—

—¡Yo les ayudo! — interrumpió el chico de la mesa que estaba al frente.

— ¿Podemos irnos de aquí? —balbucée al ponerme en pie.

—¡Vamos a las habitaciones para que te cambies!—indicó Nati mientras yo arrastraba mis pies con vergüenza por los pasillos de la Universidad, con las miradas de todos puestas en mí.

—Subimos varios pisos, hasta que llegamos al sector de las habitaciones, el cual era enorme, eran tantas puertas con números que parecía no acabar.

—¡Ai fin llegamos!—  afirmó Natalie mientras habría la puerta.

— ¿Es aquí?— pregunté al ver con sorpresa esa enorme habitación.

—Si, toda tuya, recuerda que no se puede meter chicos a la habitación, o puede ser motivo de expulsión.— dijo Natalie con un aire de picardía y entrecerrando sus ojos.

—Bueno eso significa que es hora de que me vaya— indicó el chico que hasta ahora había prestado la atención para mirarlo, era casi de mi estatura, de ojos miel y su piel como la de Will Smith, un cabello largo entrenzado le hacía un aire fresco y un look relajado

— Toma tu mochila— me la extendió de repente.

—¡Oh si!, gracias, ¿Cuál es tu nombre buen samaritano?—.

— ¿David y el tuyo?— respondió con una sonrisa en su rostro

— Any— gracias por ayudarme ahí atrás — murmuré con pena, el solo se inclinó hasta mi altura y me despeinó. 

— No fué nada, cuando necesites un caballero que te saque de un apuro, grita mi nombre—. 

— ¡Vamos David!, vamos, deja de coquetear con Any— dijo Natalie interrumpiéndonos. 

Xx

Justo al entrar a mi habitación escuché un ruido extraño que salía del frente de mi habitación, parecía que alguien discutía por teléfono. De repente  un silencio sepulcral se dió y la puerta se abrió, mis ojos se abrieron como bellotas al ver lo que tenía al frente, era Airon, despeinado y sin camisa, al fondo de su habitación se escuchaba Eminem, salió cantando y se calló justo cuando me vió.

— ¿Te gusta? — me preguntó con una mirada penetrante, fuerte y seria.

—¿Qué cosa? — 

—¡Lo que ves! — soltó una risa apática.

No supe qué responder, me había dejado sin palabras, mi cara la sentí caliente al darme cuenta que estaba ahí parada como una tonta mirándolo, no tuve otra reacción más que abrir mi puerta y entrar corriendo. Maldije, No me lo soportaba, a ninguno, ni a él ni a su amiguito, y ni siquiera quería conocer al tercero, sabía por experiencia que hombres así eran unos imbéciles. 

De pronto tocaron la puerta dos veces, me levanté a como pude, hubiera deseado tener ese huequito en las puertas donde puedes ver quien está afuera, pero no tenía

— ¿Quién es? — pero no contestó, golpeó la puerta dos veces más, abrí despacio y era él.

—Se te cayó el espejo en la entrada— me dijo señalándome el suelo.

— Se quebró, ¿Sabías que eso son siete años de mala suerte? — su expresión facial había cambiado, se veía incómodo.

Rhett ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora