capitulo 9

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Si pudiera desconectarse momentáneamente, si pudiera arrancarse la cabeza lo haría, porque cuando los rayos del sol aterrizaron contra los ojos de Ana juro que se quería morir.

Se frotó los ojos con pesadez, no recordaba cuanto había bebido en el día anterior, pero intuía que poco no fue.

<Qué hora es?> pensó mientras se incorporaba en la cama para coger el móvil que no encontraba, y entonces, lo vio, el móvil tirado por el suelo al lado de las llaves, rodeado por todas las prendas de ropa que había esparcidas por el suelo, el suelo de la habitación era un caos.

<Me cago en mi puta madre> pensó y se tiró de espalda de nuevo a la cama. Ahora recordaba todo, la cena, los juegos, la discusión y como no, el final de fiesta. 

No lo podía negar, recordar como Mimi la besó, la tocó y recorrió su cuerpo como si de un mapa se tratara hizo que tuviera un escalofrío y se le encogiera por dentro.

“Qué he hecho, joder, por qué cojones tuve que ponerme así anoche”, se repetía una y otra vez mientras recogía ese revuelo de ropa que tenía en la habitación. Se dio una ducha que no borró algunas de las marcas de la noche anterior, metafórica y literalmente, porque el agua no pudo borrar ni el olor de Mimi que tenía en su cuerpo, ni el rastro de besos que dejó, ni mucho menos las marcas de sus dientes que tenía en el hombro, ni las uñas de Mimi en ciertas partes de su cuerpo, que precisamente ahora, en pleno verano, no iba a ser fácil de ocultar.

Salió de la habitación con el miedo de encontrarse a Mimi, suena irónico ya que es su puta casa, no sabía a qué hora se había despertado, ni si quiera sintió moverse de su cama, lo último que recuerda es terminar el último de los no pocos polvos que echaron, quedarse tumbadas en la cama y escuchar a su hermana diciéndole “He de reconocer banana, que ha sido mucho mejor de lo que imaginaba” antes de quedarse dormida sobre su cuerpo desnudo. Lo que implica dos cosas, una que Mimi había pensado anteriormente en un momento como el de anoche y dos, que por lo que había escuchado en el estúpido juego de yo nunca, no era una persona que se quedaba a dormir después de follar con alguien, y con ella sí, realmente su habitación estaba a tres pasos, lo cual quiere decir que haberse ido era una estupidez o que haberse ido era más lógico aún. Era una duda que precisamente hoy no iba a resolver porque no había rastro de su hermana por toda la casa, así que Ana suspiro tranquila, por lo menos no tendría que afrontar el problema ya, porque tampoco sabía cómo iban a hablar, ni si quiera sabía si tenían que hablarlo o hacer como si no hubiera pasado, pero es que si, si ha pasado y fue… fue increíble. Tan increíble como que eran putas hermanas


-Joder que ya voy coño- Gritó Ricky al otro lado de la puerta- Mimi? ¿Qué haces aquí?

-Pues… - se llevó la mano a la nuca frotándosela- llevo toda la mañana bailando, me ha entrado hambre y no quiero volver a casa, así que intuía que estabas para comer ya

-Para algo existen los restaurantes hija de puta- contestó gracioso Ricky, estaba acostumbrado a que Mimi se plantara en su casa, incluso noches a las tantas de la madrugada borracha teniéndola que aguantar vomitando o teniéndola que duchar.

-Ya, pero no me apetecía comer sola, venga que hay de comer- dijo Mimi intentando que su mejor amigo no le notase nada

Se había despertado, con Ana desnuda apoyada en su hombro, como la primera vez que durmieron juntas, oliendo a sexo, con los labios aún hinchados, el pelo revuelto y la ropa por el suelo, y nunca había visto persona más guapa, ni sensación más extraña. Intentando que no se despertara huyó de la escena del crimen, sin recoger ni si quiera su ropa, cogió unas mayas y un top de su cuarto, bajó a ducharse a la planta de abajo para no hacer ruido en el baño que compartían, y se duchó intentando no borrar el olor de Ana, no lo hizo, tampoco borró las marcas que la morena le había dejado, “joder con la banana”. Salió pitando de su casa para la academia de baile de la que tenía la llave y estuvo cinco horas bailando, había dormido poco, estaba cansada, pero necesitaba bailar y quitarse de la mente las escenas de la noche pasada que tanto se le repetían en la cabeza.

HermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora