capítulo 13

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Mimi sabía que la había cagado muchísimo contándole a Ricky lo de la luna, que vale, podría ser una metáfora cualquiera sin necesidad que tenga que estar relacionado con algo sentimental con su hermana, pero estaba claro que lo era y él lo había cogido así. A pesar de la tensión con la que había comenzado el día anterior por culpa de la encerrona que habían hecho los dos amigos, la cosa fue mejorando a medida que las demás se incorporaban al grupo, y al final de todo hasta disfrutaron.

Obviamente entre Mimi y Ana las cosas no iban bien, se evitaron durante todo el día y cuando una era participe de la conversación la otra era ausente, y así se iban tumbando, pero bueno, a Miriam y Ricky les valía con que estuvieran en el mismo espacio sin matarse durante tanto tiempo ya que en la última semana ni si quiera se habían mirado a los ojos más de cinco segundos, por no comentar que era imposible quedar con las dos a la vez en un mismo sitio.
A pesar de que anoche no era para nada temprano cuando se subieron en ese taxi e hicieron el recorrido en silencio tan incómodo que lo tuvo que percibir el taxista, ambas se levantaron entre las diez y las once de la mañana, era algo normal desde hace unos días, bueno, concretamente desde que se dejaron de hablar, Ana no podía parar de darle vuelta a la última conversación con Mimi, quizás fue algo dura y demasiado directa, estaban realmente bien, con una relación envidiable y cada vez más sana cuando decidió contarle lo de Xoel, a veces se cagaba en Miriam y lo pagaba con ella con una actitud borde y pedante por  haberle metido esa idea en la cabeza, pero estaba claro que las únicas culpables de la situación eran ellas dos, por encoñarse y por jugar con fuego cuando ambas eran una puta cerilla. Además, algún día tendría que llegar el momento, no? O iban a estar toda la vida sin enrollarse con nadie más por el simple echo de haber echado un polvo rápido aquella noche? Pues no, si lo quería entender bien, y sino pues nada, a seguir como si viviera al lado una auténtica desconocida a la que había besado y quería, pero nada fuera de lo normal.

Por la parte de Mimi era todo aún más ambiguo, su cabeza no dejaba de pensar en todo lo que esa morena pedante y con los labios más bonito que había visto en su vida, había cambiado. Desde que le comentó la gran noticia de que iba a salir con el palurdo ese Mimi había intentado por activa y por pasiva, bueno más por activa la verdad, tirarse a alguna chica, intentaba, os juro que lo intentaba, buscar a alguien que no se pareciera tanto físicamente a Ana, pero a parte de que sus ojos siempre buscaban a una chica delgada, morena, con los ojos grandes, pija y con aires de suficiencia, la imagen de Ana se le venían a la cabeza y al final, no era capaz de hacer nada. Mimi estaba acostumbrada a tirarse a chicas por el mero hecho de divertirse, o para olvidarse de algo que le rondaba por la cabeza, pero esta vez no era ni capaz de hacerlo, y eso es que estaba realmente jodida. Además, seguía con la idea de que todo eso había sido su culpa, porque realmente Ana no sabía con quien estaba jugando hasta que gimió su nombre varias veces antes de correrse y eso, obviamente, fue demasiado tarde, pero Mimi si sabía lo que podía pasar, ella se conocía a la perfección y sabía que si no cortaban el rollo que traían la iban a cagar como la cagaron, pero lo que no podía ni imaginárselo es que se encoñase de la manera que lo había hecho, joder, que a ella nunca le había pasado de tumbarse en la cama y recordad cada uno de los momentos vivido con la morena hasta quedarse dormida, nunca había sentido esas cosquillas en el estómago cada vez que bajaba a la cocina y la veía desayunando. Y así era la situación cada noche hasta que el sueño le vencía y el sol entraba por la ventana, el final de los pensamientos de cada noche era el mismo: quizás lo mejor sea que ella salga con ese chico y todo vuelva a la normalidad.


Mimi, como cada mañana, estaba encerrada en su habitación favorita de la casa, la de baile, las gotas de sudor le recorrían todo el cuerpo, el top estaba empapado y los mechones se le pegaban a la frente. “Otra más y paro” dijo ya hace cuatro canciones, pero esta vez si tuvo que parar a la fuerza, el móvil se le encendió por tercera vez en el minuto, volvía a ser Miriam, se estaba empezando a preocupar por si le había pasado algo, así que paró corriendo la música del portátil y lo cogió al tercer tono de llamada

HermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora