Capítulo XVI

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Ya era hora de almorzar y lo agradecía, estaba muriendo de hambre. Me apresuré a guardar los archivos que acababa de terminar y bajar hasta la recepción para ir a comer con Mae, como siempre lo hacemos. Salí de mi oficina y cuando me dirigía hacia al ascensor pude ver dentro de éste al señor Agramont, a Verena y a esa... a Kya junto a ellos. Eso extrañamente me hizo sentir ¿mal? Sí, y no sabía por qué. Odiaba verlos irse juntos, inmediatamente el apetito que tenía se fue junto con ellos. ¿Por qué tenía que importarme eso? ¡Qué estúpida soy! Esperé a que el ascensor descendiera y bajé en el otro, no quería que me vieran. Durante la comida Mae trató de averiguar qué me pasaba pero me resistía a decirle una sola palabra, sería una tonta ante sus ojos si se enteraba de la razón.

– ¿Y qué tal las cosas con Meaghan? – Cambié el tema de conversación.

– Van muy bien, él es... un sueño de persona. – Su rostro se sonrojó levemente. Me alegraba por ellos. En especial por Meaghan, hace mucho que el trabajo no lo deja estar con alguien y que ahora estuviera con Mae era excelente. Es una buena chica. Estuvimos hablando un rato más y luego volvimos al trabajo. Tal vez eran cosas mías pero desde que salí de la empresa tengo una extraña sensación, como si... como si unos ojos estuvieran vigilándome. ¡Bah! Quizá me esté volviendo loca. Hoy el día sí que estuvo pesado. Cuando por fin llegué a casa traté de relajarme tomando una ducha, Alessia se encontraba preparando la cena pero aun estando a metros de distancia de mí pudo notar mi mal humor.

– ¿Por qué tienes esa cara? – Preguntó ella mientras yo me lanzaba al sofá.

– Es la única que tengo, Alessia.

– No me causa risa, ¿sabes? ¿Qué paso?

– ¿Tuvo que haber pasado algo? – Dije tratando de hacer que lo olvidara pero con Alessia no era tan fácil.

– ¿Vas a decirme o no?

– Ni si quiera yo sé qué pasa... – ¡No debí haber dicho eso en voz alta!

– ¿A qué te refieres? – Alessia dejó lo que hacía y se giró a verme.

– Es que hoy vi a la rubia estirada en la empresa. ¿Por qué todas son así?

– ¡Oye! ¿Olvidas que yo también soy rubia? – Oops, pero obviamente Alessia no se podía comparar con... esa.

– Lo siento. Sabes a lo que me refiero...

– Entonces... ¿qué pasó?

– ¡Los vi irse juntos! – Solté de una vez. – Sabes que ella no me cae muy bien que digamos.

– ¿Estás celosa? – Preguntó ella viéndome fijamente, entrecerrando sus ojos.

– ¿Qué? ­– Mis ojos se abrieron de par en par ¡¿Qué clase de pregunta es esa?! – ¡NO!

– ¡Oh, estás celosa! – Expresó ella apuntando hacia mí el cuchillo que sostenía. Instintivamente traté de defenderme y negar todo lo que estaba pasando por su alocado cerebro ahora, porque no lo estaba ¿por qué lo estaría?

– Oye, no...

– ¡Lo sabía! – No me escuchaba, parecía que le hablaba a la pared.

– ¡No estoy celosa, basta!

– ¿Entonces por qué te enojas? – De mi boca no salió una sola palabra, estaba buscando en mi cerebro qué decirle. – Sí, eso pensé. – Dijo ella reanudando su tarea de hacer la cena. – Por si no sabías, los celos son la manifestación de ira, enojo, molesta, rabia y hasta tristeza cuando vez a la persona que quieres con otra. Y ¡oh! Eso es lo que tú sientes ahora ¿o me equivoco? – Terminó de decir ella girándose nuevamente cruzada de brazos, observándome con una leve sonrisa.

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