Capítulo XIX

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En el avión sólo estábamos Malcom, el piloto y yo. Esos desgraciados tenían todo planeado, hasta el último detalle. Mi cuerpo se encontraba igual o peor de débil que la última vez que Malcom había inyectado esa droga en mí. Mi vista estaba nublada y me dolía la cabeza, sentía como si estuviera enferma del peor de los virus. Estaba recostada en uno de los asientos con el cinturón abrochado y poco tiempo después el avión aterrizó, no fue hasta que estuvimos en un auto camino a no sé dónde que supe que estábamos en Arkansas. Mi mente no podía procesarlo ¡ARKANSAS! Casi al otro extremo de un país distinto de donde me encontraba antes de abrir los ojos. ¿Cómo demonios regresaría a casa? ¿Cómo escaparía de Malcom y de este lugar? Estaba muerta de miedo, todavía no tenía idea de cuáles eran las intenciones que tenía él al traerme aquí pero no me quedaría a esperarlas.

La actitud de Malcom se tornó aún más extraña, por momentos estaba tranquilo pero luego explotaba y se volvía realmente aterrador. Me horrorizaba el sólo estar frente a él, por mi bien debía seguirle el juego y no llevarle la contraria hasta encontrar la forma de largarme o al menos hacerle creer mi sumisión. Llegamos a una casa algo apartada de la civilización, era lujosa y había de todo allí pero lo único que me calmó de ese lugar fue el enorme patio descubierto que se podía ver en la parte trasera, mi único pase para salir de ésta casa. Claro, que iba a ser difícil hacerlo con todos esos hombres vigilándome hasta para ir al baño pero esa era mi única oportunidad. Desde que desperté en el avión Malcom no me había dirigido la palabra sólo se dedicaba a mirarme de una forma enfermiza y una vez llegamos a la casa desapareció dejándome "al cuidado" de sus perros falderos.

No sé cómo es que Malcom tiene ésta gran casa, autos y una avioneta, y tampoco sé muy bien cómo es que esos hombres trabajan para él si hace tiempo que dejó la empresa de su padre. Pero bueno, tampoco es mi problema, de lo único que tengo que preocuparme es de salir de aquí sin que ellos puedan atraparme, lo cual se me hace casi imposible.

Estaba en la que ahora sería mi habitación, desarrollando alguna idea para escapar, bien, esos tipos me siguen a todos lados, incluso ahora hay uno afuera vigilando mi puerta. Salí al patio, simulando que disfrutaba el sol y la brisa sobre mi rostro pero lo que hacía era examinar el territorio, necesitaba saber cuáles eran mis posibilidades de huida por ésta vía. Había un muro alto sellando el área pero no lo suficiente como para que se me hiciera imposible saltarlo a través de las ramas del gran árbol que había en el patio. También habían muchos más rodeando la casa, algo así como un pequeño bosque. La desventaja era que estábamos apartados de la ciudad y me costaría llegar hasta allá andando pero ¿tenía más opciones? No. Lo mejor sería huir por la noche, era un gran riesgo todo lo que mi cerebro maquinaba pero cualquier cosa era mejor que quedarme aquí a esperar que Malcom me haga quién sabe qué. Pensé en poner mi plan en marcha la siguiente noche para asegurar todo primero. Por la tarde salí de nuevo al patio, examiné una vez más cada cosa que haría y lo único que faltaba era atreverme. No dormí nada pensando en la locura que estaba a punto de cometer pero ¡maldición! No tenía un buen presentimiento, algo me decía que debía largarme de ahí fuese como fuese.

Habían pasado tres días desde que Kya y Malcom me habían raptado al salir del centro comercial y en todo ese tiempo no había comido casi nada, me negaba rotundamente a hacerlo pero si pensaba huir necesitaba mantenerme fuerte, así que salí de la habitación y me dirigí hasta la cocina. Mientras yo entraba a ésta uno de los matones salía, al parecer aprovechando de un gran banquete mientras Malcom no estaba. Me miró gélidamente por un momento pero luego siguió su camino dejándome sola en la habitación. Estiré el brazo para abrir el refrigerador cuando mis ojos desviaron la mirada a ese pequeño aparato negro que se encontraba en la encimera, nunca me había sentido tan emocionada por ver uno de esos. Tomé el móvil y me aseguré de que nadie se acercaba, llamaría a alguien y por fin ésta pesadilla terminaría. Sin pensarlo dos veces marqué el número de Alessia, fue la única persona que se me vino a la mente. Al segundo tono pude escuchar su voz al otro lado de la línea. Las lágrimas salieron de mis ojos y en mi garganta se formó un nudo que me impedía hablar.

Incluido En Mis PlanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora