VII- S824

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Me encuentro caminando por aquel gran pasillo, en el fondo se puede ver una gran puerta azul, la mujer que me dirige es bastante más alta que yo, su cabello pelirrojo forma una gran cola de caballo que llega hasta la parte media de su espalda; mientras camina está se balancea de un lado a otro como si tuviera vida propia.

A mi lado también hay una mujer, pero a diferencia de la pelirroja, esta no lleva una bata blanca, si no ropa común; intento observar su rostro y así descubrir quién es, pero soy demasiado pequeña, apenas si llego a la altura de su cadera y ella parece extenderse hacia el infinito.

La caminata se vuelve eterna y pareciera que la puerta se hace cada vez más pequeña, las paredes blancas que nos rodean hacen imposibles saber si estamos avanzando realmente, y el sonido de los tacones de la pelirroja forman un compás que nuestros propios pasos completan.

Comienzo a desesperarme, mis manos comienzan a sudar, la mujer que me acompaña toma mi mano, pero en vez de tranquilizarme me hace sentir prisionera, de pronto quiero dar la vuelta y correr lejos de aquella puerta y mientras yo me desespero viendo hacia los lados y sufriendo internamente, parecemos terminar el recorrido.

La mujer pelirroja abre la puerta y revela en su interior un cuarto muy grande, dividido por secciones, hay incluso algunas camas individuales cerca de las paredes, el techo de aquel lugar está pintada con un celeste muy hermoso y decorado con nubes blancas y esponjosas, realmente encantador. Mi acompañante suelta mi mano y la mujer pelirroja me impulsa a entrar a la habitación. Hay varios niños jugando en una punta, parecen ser de edades diferentes y no llegan a percatarse de mi presencia. Detrás de mí, aún en el marco de la puerta se encuentran las dos mujeres que me acompañaron hasta ahí, y por más que intento reconocer la cara de aquella que me sostuvo la mano, no lo consigo, está ahí pero no puedo ver su cara. En cambio, la pelirroja se ve bastante clara y calmada, tiene unos lindos ojos color verde y la mayor parte de su cara tiene pecas, su sonrisa llena el lugar de felicidad y de no ser por aquella bata que esconde sus demás atributos me habría pasado todo el rato viéndola, era sencillamente hermosa.

Una pequeña mano toca mi hombro y me saca de aquel trance, volteó hacia su dirección y me encuentro con un niño un poco más alto que yo, su cabello se ve sedoso y va vestido con un overol azul, al igual que los otros niños; está parado frente a mí, mirándome fijamente, hasta que dice:

— ¿Cuál es tu nombre? A mi todos los adultos me llaman S824, creo que no saben que me llamo Samuel— al hablar puedo notar como le falta un diente, y me parece un poco gracioso, me agrada en verdad

— Nadie me ha dado un nombre nuevo, pero me llamo Lydia, ¿Dónde se supone que estamos? — dije con un tono de desconcierto.

— No lo sé, un día estaba jugando en el parque y unos chicos me molestaron, así que llamé a mi amigo para que me ayudara y justo después me trajeron aquí— confesó Samuel.

— Eso no tiene ningún sentido, pero te creo— dije intentando ser amable.

Después de eso me condujo a una de las camas y nos sentamos a conversar, es una persona realmente ingenua y lista, mientras hablábamos las mujeres desaparecieron dejando la puerta cerrada. 

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