LOS ILUMINADOS

XII.- VAPORIZADO

El vapor caliente que salía del motor formaba un ambiente realmente tranquilizador, la cálida sangre que recorría mis mejillas estaba ya por secarse y adornaba mi rostro de forma perturbadora. Inmóvil, y con las manos en el volante, desperté. Estaba sola. La radio estaba sonando en un bucle eterno de estática que me hacía querer dormir.

— ¿Qué demonios? — pensé, y de pronto, todo el dolor que había estado atormentando mi cuerpo volvió de repente. Mi cabeza se sentía como si fuese a estallar y mis manos ardían por la fuerza de tomar el volante. Una lagrima rodó por mi mejilla y su pureza se vio obligada a desaparecer al encontrarse con los manchones de sangre de mi cara. Había chocado.

Todo en mi cabeza parecía confuso y el dolor solo hacia más difícil la tarea de recordar ¿qué o quién me había llevado ahí? ¿Acaso había conducido a mitad de la noche fuera de la ciudad? Fue ahí cuando, en un estado de lucidez mental recordé el cadáver y a Leira, quien en realidad iba manejando. El cinturón de seguridad que al parecer había salvado mi vida instantes antes, dejó a cambio de este servicio un gran ardor en mi pecho y alrededor de mi brazo.

— ¿Leira, donde estas? — grité desesperada, frente a mí, estaba un tronco de roble, intacto, incluso después de golpe que le habíamos dado con mi auto, los grillos se podían escuchar de fondo y la tranquilidad de la noche parecía ignorar lo que había pasado momentos antes. El ambiente estaba húmedo. Las luces de mi auto finalmente se apagaron y me sumergí en una oscuridad aterradora en solo unos segundos, simultáneamente un fuerte sonido proveniente del maletero me hizo pegar un pequeño salto de mi posición inicial.

—La silueta blanca— las ideas en mi cabeza se mezclaban entre sí violentamente, no recordaba nada con claridad, pero asumí que Leira era lo que había ocasionado ese sonido.

— ¿Leira? — pregunte nuevamente mientras abría la puerta del coche, al soltar el volante mis brazos se relajaron y perdieron mucha fuerza, ahora tenía espaguetis en vez de brazos.

—La mala comedia en situaciones difíciles es lo único que me mantiene con vida, estoy aterrada y ciertamente cansada de todo esto, mi vida común y tranquila está siendo ultrajada por el caos y los delitos mayores— En ese mismo instante, mientras pensaba todo aquello, me di cuenta de que nada volvería a ser como antes: una sábana blanca se hallaba en el suelo y montones de cinta la acompañaban. La puerta del maletero estaba completamente abierta y por el suelo no se veía ninguna señal de que arrastrasen el cuerpo, así que no podía haber sido Leira, la pala seguía en su lugar y decidí tomarla como arma, no iba a dejar a lo que fuese que se llevara el cuerpo con vida.

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La noche avanzaba con normalidad, la luna en el cielo descansaba tranquilamente y yo continuaba avanzando por el camino, sola; de vez en cuando gritaba el nombre de Leira, pero mis esperanzas por encontrarla eran cada vez más pequeñas y en mi cabeza se formaban teorías sobre cómo me había abandonado o de como la silueta blanca la secuestraba.

El sonido de los grillos era lo único que se mantenía constante, había perdido mi teléfono y mi automóvil seguramente estaba muerto en la oscuridad que lo envolvió cuando me alejé de él. El camino que me llevaría al cementerio lo dejé atrás desde hace un tiempo y la pala que llevaba conmigo pensaba cada vez más. Mis ojos estaban cansados y mantenerlos abiertos se me hacía más difícil, la humedad del ambiente me parecía tan reconfortante, pues había estado caminando al menos por una hora.

—Considerando por todo lo que he pasado, creo que mejor dormiré un poco, no me he encontrado con nadie en este tiempo, nada malo puede suceder— en algún punto del camino había empezado a hablar sola y eso comenzaba a preocuparme. Ignorando mi locura venidera me recosté en la orilla del camino y con la pala entre mis manos, me dispuse a dormir. 

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😊✨