XVII- LA MONSTRUOSIDAD DE LAS CORRIENTES MARINAS

16 4 6
                                    


Me encontraba sentada en la mesa del comedor, incrédula por el monstruo que se encontraba frente mío. Leira con unos ojos que demostraban ferocidad, había estado comiendo panqueques desde hace media hora y aunque los devoraba con rapidez no paraba de comer. Me hacía replantearme por qué había hecho tantos.

— Pero chica, dijiste que haríamos cosas divertidas, no pensé que primero tenía que verte comer mil panqueques— dije por sexta vez desde que Leira había comenzado ese bucle de gula.

— Si, sé lo que dije, pero lo que tú no dijiste fue que tus panqueques eran tan deliciosos, además de que son interminables— Leira había dejado de hacer contacto visual conmigo y seguía comiendo con una cara de felicidad extraña que no podía soportar.

— Bien, si no puedes dejar de comer me voy a jugar al Monopoly sola o algo— Leira me miro con ojos de cachorrito triste y dejo los panqueques en su lugar.

— Ningún panqueque vale más que la suave victoria en Monopoly— sin previo aviso Leira se levantó rápidamente y corrió hacia la planta superior de la casa.

— Pero ayúdame con las velas chica— Leira me ignoro por completo y se perdió entre la oscuridad de la planta alta.

Me encontraba de nuevo, frente a un oscuro monstruo lleno de malicia y de alto temperamento, que inesperadamente de nuevo era Leira, quien parecía un demonio timador que amaba el Monopoly.

— Leira, realmente le metes intensidad a todo lo que haces— me dejé caer en la cama mientras intensificaba el sonido de mi suspiro.

— Perdóname, no puedo evitarlo, estoy un poco emocionada de estar contigo— Leira se hallaba recostada en el suelo mientras yo seguía con el rostro metido entre los edredones. Me sentía incomoda, no sabía a qué se refería.

— ¿Qué quieres decir con eso? — dude en decirlo ya que no sabía si quería contarme sus razones.

— Entre nueva el segundo año, justo cuando tu grupo de amigas "salto a la fama" dentro de la escuela. Yo era nueva y tú eras tan brillante que parecía que al acercarme podía desintegrarme si no eras digna— las palabras de Leira me formaron un nudo en la garganta, hicimos tanto daño, pero aun así había gente que nos veía así.

— Tuviste suerte de no acercarte a mí, quizá si te hubiese desintegrado, corrompido y desechado— aunque intentaba ser sincera el nudo no se iba.

— ¿Eso fue lo que pasó con Allison? — ese fue un golpe bajo a mi parecer, pero sentí que fue justo dada la situación.

— Fue exactamente lo que paso con Allison— me di la vuelta, exponiendo mi rostro caliente y rojo al aire fresco de la habitación, por fin pude respirar con normalidad, aunque el nudo no terminaba.

— ¿Es normal que tenga ganas de vomitar? — decía Leira mientras se tocaba el estómago.

— Ya se me estaba haciendo extraño que no te sintieras mal, comiste demasiado— de repente Leira se levantó y corrió hacia el baño, solo pude escuchar como vomitaba.

— Iré a buscar unas pastillas, espera Leira— bajé rápido las escaleras para conseguir unas mentas o algo para Leira, pero estrepitosamente mi pie se atoró con uno de los peldaños y mientras caía las cosas a mi alrededor se veían lentas y solo maldije para mis adentros.

Sentía mi cara y el cuerpo caliente, extrañamente no podía moverme y me encontraba sumida en mis pensamientos.

— ¿Hola? — ¿Pero que estoy haciendo? Yo también no tengo remedio.

Me encontré sumergida en un mar, extenso y frio, pero sin ninguna dificultad para respirar, a lo lejos no se podía ver nada más que los extremos del horizonte. Entre toda aquella nube de oscuridad se me acerca un pequeño pez dorado, me recuerda a algo de mi infancia, pero me rindo fácilmente al intentar recordar. Sus hipnóticos detalles azules me llaman tanto la atención que quiero tocarlo.

Lo persigo rápidamente pero cada vez que estoy cerca de atraparlo parece ser de mantequilla y lo suelto sin querer. Me siento cansada y frustrada así que me detengo a descansar.

— Este sueño ha sido de los más largos que he tenido, me di un buen golpe al parecer— me digo a mí misma intentando mantener la calma ante la situación.

El pececito vuelve a aparecer, esta vez no quiere huir de mí, sino que me motiva a moverme del lugar en el que estoy, me acerco poco a poco para tocarlo y sin poner resistencia me deja, pero a la vez se dirige rápidamente hacia el lado contrario a mí. Extrañamente siento que intenta decirme algo.

Una sombra me cubre con rapidez y antes de que pueda girarme por completo una mano gigante me toma del cuello. De nuevo, soy yo, pero esta vez en forma de una especie de estatua gigante que emana luz azul de sus ojos, me sostiene con tanta fuerza que no logró zafarme de ella. Veo como el pez me rodea rápidamente, quizá intenta ayudarme, pero es demasiado pequeño para eso.

La gran estatua me mira con una expresión neutral y fulminante que me mantiene aterrada por dentro. Cada vez es más difícil moverme, me deja acostada en el fondo marino, y me suelta, pero estoy completamente derrotada como para nadar hacia la superficie. El peso del agua empieza a ser más fuerte que yo y entre el panorama de los diabólicos ojos de la estatua me despierto.

Una luz increíblemente brillante me impide abrir los ojos con propiedad, me encuentro evidentemente en la camilla de un hospital, llevo una bata blanca y un vendaje en mi nariz me impide ver completamente frente a mí, me sorprende un poco ver como un hombre se encuentra sentado en un pequeño sofá en la esquina de la habitación, su mirada es genuinamente cansada y ojea un pequeño bloc de notas, que recarga en sus piernas.

— Disculpa, ¿quién es usted? — me limito a preguntar con las mejores plegarias preparadas en mi mente,

— Por fin despertó señorita, nos preocupamos mucho cuando recibimos su llamada— dijo mientras se levantaba con dificultad del sofá.

— Mi compañera puede ser un poco intensa a veces— seguramente Leira esta como loca afuera, todo fue mi culpa.

— ¿De quién habla? — el hombre me mira extrañado, pero dudo en responder, si no había sido Leira la que me encontró no tenía idea de que estaba pasando.

— ¿Quién fue la que llamó a emergencias? — pregunté con sigilo

— Usted llamo con dificultad a emergencias, apenas si duró unos segundos en llamada y después se cortó, pensé que había sido un ataque como el anterior.

— ¿El anterior? — todo esto estaba comenzando a aterrorizarme.

— Quizá debería dejarla descansar, pensé que estaría mucho más relajada para conversar— no podía dejarlo que se fuera, con toda esa información que yo desconocía

— No se preocupe, por favor, cuénteme, me altera el no estar al pendiente de las personas de mi comunidad, todos somos parte de esta gran ciudad.

— Reportaron a un chico desaparecido ayer, el hermano de una de sus compañeras, su nombre era Lucas, quizá lo conozca, el nombre de la chica es Iris, creo, sus padres están realmente preocupados y haremos lo necesario por demostrar que crímenes así nunca quedan impunes, sea cual sea la circunstancia— el hombre parecía realmente serio y orgulloso de lo que decía.

— Seguramente pronto encontraran al responsable de esto— me quede realmente pasmada ante sus palabras, así que era obvia mi incomodidad ante la situación.

— Supongo que la dejare descansar y mañana volveré con más preguntas— sin más salió de la habitación y cerró la puerta.

Comencé a sudar frío y me di cuenta de que quizá mis problemas solo estaban por empezar.

LOS ILUMINADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora