Sousuke
Tachibana desprendía cada vez más feromonas. Una fragancia a almíbar y pomelo inundaba mi coche y me alborotaba los sentidos. Es extraño que a un alfa no le apeste el aroma de otro y desde que lo conozco me pregunto qué cojones tiene el suyo para enloquecerme así. En cierta forma era tan dulce como el de omega pero, a la vez, algo en el mismo te hacía saber que no era de uno de ellos. Aún así mi bestia primitiva expandía los pulmones en busca de que ese aroma le saciara de alguna forma. Odiaba esa sensación de tener un animal dentro de mí descontrolándose por algo tan básico.
Por eso mismo envidio a los betas. Abarcan el mayor porcentaje de la población y carecen de feromonas o receptores de las mismas, aunque sí pueden distinguir ciertos olores de alfas u omegas, no son efectivos con ellos. Muchas veces he deseado formar parte esa mayoría, dejar a un lado estos tontos instintos y comportarme como es debido. Sin limitaciones. Sin estímulos que te hagan perder la cabeza. Sin una fiera enorme dentro de tí que se mueve en busca de presas.
—Yamazaki, —llamó mi atención. —me estoy mareando.
Vi de soslayo como Tachibana tiritaba y acurrucaba su cuerpo en el calor del abrigo. Pisé el acelerador sin miramientos. Me disculpéis mentalmente por el paso de peatones que me había saltado, el stop en el que apenas frené y la velocidad que llevaba en mitad de la ciudad. Debía llegar a casa lo más pronto posible. Si él se negaba a ir a un hospital al menos me sentía responsable de mantenerlo saludable y no hacer que su trabajo duro se fuera al garete por un estúpido resfriado o lo que fuera. Teníamos una reunión importante al día siguiente, ambos teníamos eso muy presente estos días. Era una batalla campal. Su proyecto o el mío, la empresa debía apostar por sólo uno de ellos. Yo debía dar un doscientos por ciento de mí para ganar; porque sabía que Tachibana era demasiado bueno para vencerme. Si fallaba defraudaba a papá y mi hermano se regocijaría. Sin embargo, no quería ganar por tener este tipo de ventaja sobre él.
—Es aquí. —avisé a Tachibana al divisar el edificio entre toda la selva de cemento y metal.
Una vez estacionado en el garaje, volqué toda mi atención al chico. Le ayudé a desabrochar el cinturón del coche y después me fijé en su dulce rostro. Esos ojos de amplias frondes, las mejillas rosa y el cabello castaño pegado a su frente. Su sudor no cesaba y lo empapaba todo. Tomé su temperatura con el dorso de mi mano sobre su frente. Ardía.
—Tienes fiebre. —le hice saber.
—Me duele la cabeza. —jadeó.
Apreté mis labios contra los dientes y reacio a lo que pudiera ocurrir con ese monstruo dentro de mí, me acerqué para ayudarle a salir. Tomé su brazo y lo hice pasar alrededor de mis hombros. Mi fiera interna se removía cada vez más hambrienta, se le hacía la boca agua por probar de ese manjar que se antojaba tan delicioso. Y maldición, ¡lo es! Tachibana no es solo un aroma, mi mente podía distraerse con su aspecto, con su manera inútil de enfadarse únicamente conmigo... Terriblemente apetecible y no podía negarselo a mi alfa por mucho que le odiara. Controlar esa presencia en ese preciso instante era casi imposible, así que opté por una mejor decisión: aguantar la respiración cuando entramos al ascensor y una vez fuera tomar aire renovado del pasillo.
Al llegar a casa le dirigí hasta el sofá y lo ayudé a acomodarse, después saqué instantáneamente mi teléfono, alejándome de él (y todo lo que producía en mí) para llamar.
—No es necesario que llames a un médico. Sólo es una... — no dio tiempo a más charla, vomitó en la sala.
Me quedé aturdido y fue la voz tras el teléfono me dio paso para hablar y me distrajo del terrible momento.
—Hey.
—Natsuya, —froté el puente de mi nariz con mis dedos. —¿puedes venir ahora?
—Claro. Llego al momento. —dijo muy animado tras escuchar mi voz. —¿Cerveza?
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Tu Alfa Por Mi Omega [Free!] [SouMako]
Fiksi PenggemarAU Omegaverse. El descontrol de unas feromonas puede causar muchos problemas.