Gilipollas

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Lydia

Bueno, mi primer día no fue un completo desastre; ya tengo amigos, por lo menos, y aunque no pude entrar a historia, tampoco es que lo lamente mucho. Arte si me gustaba, ya sé que me encanta la música y todo eso, pero nunca me esforcé lo suficiente como para tocar un instrumento. Para arte si soy buena, me gusta todo lo que es pintura, escultura y dibujo, y sumarle eso a que Jam fuera jodidamente gracioso... Digamos que fue una clase interesante.

Lo demás fue normal, algunas clases aburridas, otras interesante. Nada nuevo. A la hora del almuerzo llamé un poco la atención, por el cabello y eso, pero ya imaginé que eso pasaría. En realidad no me preocupa.

Los chicos son un encanto, en serio, no recuerdo haber reído tanto en mi vida.

Le conté todo esto a mi madre apenas llegué a casa, estaba súper preocupada sobre como me había ido y si había conseguido hablar con alguien, soy simpática ¡Vamos! Nunca me costó hacer amigos cuando pequeña, aunque a veces era un poco borde, pero no hay que exagerar.

Aunque recibí una mala noticia...

-No creo que puedas ir el viernes...- Dijo mi madre y sentí que una roca de tamaño considerable me calló en el estómago, bueno no era para tanto, pero en serio quería escucharlos tocar.

No les he hablado de madre, lo siento. En realidad no hay mucho que decir; es una mujer inteligente y entusiasta, es guapa, su cabello es castaño pelirrojo (el mío naturalmente también lo es), le encantan los libros de fantasía, a mi no tanto, he leído uno que otro, pero no soy fanática de la lectura... Dan Brown es interesante, pero libros como Harry Potter o... ¿Qué sé yo? El Señor de los anillos, no son mi estilo.

-¿Por qué? ¿Paso algo?- le pregunté, normalmente no tiene problemas con que haga... Bueno, lo que yo quiera.

-Necesito que me ayudes a ordenar- mire al rededor y si les soy honesta, no encontré que nada estuviera fuera de lugar, era una casa linda, y como sólo somos nosotras dos no se desordena fácilmente -... No aquí, tonta. En la editorial - vale, acabo de entender-. Me acaban de entregar el edificio y la que será mi oficina es un completo desastre. Sólo necesito tirar algunas cajas y ¿Sabes que? Vamos, no pongas esa cara.

De acuerdo, no es para tanto, pero odio limpiar. Mi cama no se había hecho correctamente desde que llegamos a U.S.A y no hablemos de mi closet. Había empezado a hacer muecas de disgusto cuando lo notó -Está bien, Joliane- me miró levantando las cejas, odia que la llamé por su nombre de pila, aunque sabe que sólo bromeo -¿Entonces qué?- su mirada pasó a ser confundida -¿Qué de qué?- Tengo buena memoria, soy inteligente y analítica y todo lo que una futura mujer de negocios tiene que ser, pero no demasiado y a veces creo que la gente es demasiado estúpida... Lo siento, madre -Acabas de decirme "¿Sabes qué?" ¿Qué cosa sé?- hice una pausa, claramente se perdió -De acuerdo, tomate tu tiempo.

-No, no, ya me ubique- dijo después de sacudir la cabeza; me encanta ese gesto, es como si la gente intentara quitar las telarañas acumulada en un par de segundos, quizá eso es demasiado para la rapidez de la mente humana... A veces creo que pienso demasiado -. Lo que pasa es que- continuó mi mamá - esta oficina es... No es fea, pero adivina el color de las paredes.

-¡Blanco!- negó con la cabeza -Beige- Tampoco, a ver veamos -¿Amarillo canario?- Ni siquiera ese ¿Tan malo es? -A ver, déjame pensar... ¡No, espera, no puede ser! -Se mordió el labio mientras asentía -¡Oh Dios mío, tienes una oficina gris! ¿Gris claro? Ese no es tan malo.

-Nope.

-¿Gris verdoso?- Volvió a asentir -Pobre de ti, mamá. No me quiero imaginar tu cara cuando lo viste- Reímos.

Detroit Rock CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora