¡Corre!

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Lydia

Caminé con Jam en silencio por la calle central un rato, el rubio dobló en otra dirección cuando llegamos al lugar atestado de gente donde Kiss tocaría.

Había gente pasando sus entradas e ingresando al lugar corriendo.

No iba muy animada, la verdad no tenía mucha esperanza de lograr hacer algo.

Rodeé la manzana y llegué al lugar donde se estacionaba el bus de la banda junto con otros tres buses negros que supuse serían del equipo y la demás gente.

Por este lado, de frente y al fondo, se veía un muro de cemento con un pequeño portón de metal negro, luego una especie de patio grande y cuadrado con el estacionamiento a un lado donde había un montón de gente trayendo y llevando cosas, luego, cerrando el lugar por los lados y por delante, una reja negra. Detrás de la reja estaba yo.

En dicha reja había una pequeña puerta del mismo material, en ella se encontraba un guardia y, en frente de él, un par de chicas rubias cuyos conjuntos no dejaban mucho para la imaginación.

El tipo las dejo entrar luego de conversar un rato con ellas y entonces se me ocurrió una idea.

La ropa que estaba usando no era particularmente sexy, aunque tampoco se veía mal; sólo una falda y un crop top, ambos negros, con mallas, igualmente negras, debajo. Recordé que llevaba una chaqueta, pero la había dejado en el auto. La verdad, tenía planeado usar una camiseta de Kiss porque, bueno, era el concierto de Kiss, pero terminé viniendo con lo que había llevado a la escuela por... Razones obvias.

Lo intenté lo mejor que pude, lo juro; me baje el escote y me subí un poco falda, aunque tampoco tenía mucho que mostrar y me sentí particularmente plana cuando vi a las chicas que acababan de entrar, con sus escotes en v y sus vestidos súper cortos.

Llegué al frente del tipo, era bajó, pero delgado, su cabello se veía muy oscuro y, aunque en su expresión se veía serio, no me pareció ese tipo de persona.

-Hola linda ¿Que buscas?- me preguntó amablemente.

"Joder ¿Ahora qué digo?".

Debí haberlo pensado antes, no se, alguna línea para coquetear, un guiño, lo que sea.

En lugar de eso, sólo dije:

-¿Crees que puedas dejarme entrar?

El tipo me miró de arriba a abajo dudando -¿Quieres entrar a esta fiesta?- me dijo.

-Si, por favor- insistí.

Él volvió a mirarme como lo había hecho antes y se encogió de hombros al abrir la puerta.

No resistí el impulso de saltar celebrando y el tipo se rió a mis espaldas, aunque no me importó mucho. Fui corriendo hacia la puerta, cada dos segundos alguien se cruzaba así que a mitad de camino decidí caminar para evitar caerme.

Les juro haber escuchado mi nombre y un segundo después un hombre gordo corrió junto a mi casi tirándome al piso. Luego de no ver a nadie, decidí olvidarlo.

Llegué al portón negro y me quedé unos minutos ahí considerando marcharme e intentar hablar con un revendedor como seguramente estaban haciendo los chicos. De todas formas ¿Qué esperaba? ¿Encontrarme con Paul Stanley y pedirle cinco entradas?

Entré, primero por impudente y luego por gilipollas, porque toda mi tosca reflexión no me llevó a nada que dijera que era una mala idea entrar.

El lugar apestaba a marihuana, cigarrillos y alcohol. Había un bar y un jacuzzi, también un escenario con barras de stripers. Y lo que más me llamó la atención: estaba lleno de chica (que imagino serían groopies), las había a más no poder; en el jacuzzi y en el bar, bailando solas y entre ellas. Habían pocos hombres, y los que habían estaban usando camisetas negras con el logo de Kiss a un lado. Me puse de frente al que estaba más cerca mío interrumpiendo su conversación con una tipa pelirroja que tenía muchas pintas de ser un hombre transvestido.

Detroit Rock CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora