La ciudad del rock

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Dane

¿Que cómo estábamos? A ver...

¿Cabreados? Si, bastante.

¿Cansados? Obviamente.

¿Resignados? Por supuesto que no.

Cuando nos reunimos los cinco en el lugar que habíamos arreglado: una esquina donde se cruzaban cuatro calles y no pasaba ni un sólo auto (al menos a esa hora), nos acercamos entre nosotros hasta llegar al centro y nos miramos significativamente.

Todos sabíamos lo que esas miradas querían decir:

"¿Nada?"

"Nada".

Entonces habló Lydia.

-De acuerdo- dijo decidida -, este es nuestro último intento: Yo digo que nos demos de hostias, vayamos donde los guardias y digamos que nos asaltaron y nos robaron las entradas ¿Si?

Lex y Trip asintieron. Jam no dijo nada y yo pregunté:

-¿Y qué hay de ti?

Lydia no dijo nada por un momento-¿No quieres que me golpeen? Porque no se me ocurre nada más.

"Joder" pensé "A mi tampoco".

-De acuerdo- dije finalmente -, pero no seré yo quien lo haga ¿Chicos?

Los mire, se miraron entre ellos y, casi al mismo tiempo, negaron.

Me volví hacia Lydia, quien puso los ojos en blanco -¿Entonces qué?- preguntó -¿Voy así, nada más? No me creerán.

-Tiene razón- dijo Jam -, lo normal es que primero vayan a por la chica ¿No es así?

Me pasé la mano por el pelo y tiré un poco de él.

Nos quedamos en silencio, pensando supongo, hasta que Lex me hizo sobresaltarme diciendo:

-Rompele la blusa.

Todos lo miramos raro.

-¿Qué?- dijimos Lydia, Jam, Trip y yo.

-Así nadie tiene que golpearla- se explicó -Lo normal es que vayan primero a por la chica ¿No? Pues no van precisamente para dejarle un ojo morado. Rómpele la ropa, revuelvete el cabello y ¿Qué se yo? Qué parezca que te atacaron.

Todos estuvimos de acuerdo. Lydia hizo lo que pudo con su cabello e intentó ella misma tirarse la ropa, pero sólo logró romperse las mallas que llevaba debajo de la falda. Me acerqué a ella.

-¿Puedo?- pregunté con voz inocente.

Ella se encogió de hombros.

Tomé por el borde la falda con ambas manos y rompí la tela hasta que se pudo ver todo el muslo derecho de la chica. Luego, estaba inseguro aunque no se notara, dirigí ambas manos hasta la blusa y, donde se encontraba el escote, la rasgué hasta por debajo del negro sostén de algodón que llevaba la chica.

Ella me miró con expresión entre sorprendida y ofendida -Genial, ahora parezco prostituta.

Yo me encogí de hombros divertido -Eso nos dará más puntos- dije y me dirigí a los chicos, quienes se reían de la escena que acabábamos de hacer.

Lex me miró serio -De acuerdo, Dane- me dijo -. Golpéame.

Y así empezó. Yo le pegué a Lex en la nariz y en el pómulo, uno quedó sangrando y el otro enrojecido e hinchado "Tendrá un moretón por la mañana" pensé. Luego Lex le pegó a Trip en ambos ojos, Trip a Jam en la nariz y en el pómulo y, por último, Jam me pegó dos veces a mi, en la mandíbula y en la nariz. Al final, yo era el que sangraba más.

-Que divertido- dijo Lydia sonriendo y alzando su voz entre nuestros quejidos, luego me miró a mi sería -. Deberían romperse la ropa también.

Yo le sonreí a duras penas, no estaba molesta realmente y yo lo sabía, porque la conocía bastante después de todo y porque en la comisura de sus labios se vio el atisbo de una sonrisa.

Los cinco, caminando, nos dirigimos hacia el lugar donde recibían las entradas. Habían dos tipos parados en frente, uno era muy delgado y no parecía tener más de veinte años y el otro tenía la piel olivácea y era muy musculoso; el primero recibía las entradas y el otro detenía a los que intentaban colarse... No de manera amable. Era una entrada rectangular no muy amplia, luego había una especie de pasillo, tapizado rojo por todas partes y por último estaba un portón negro muy grande y abierto, en este parecía que había que volver a mostrar las entradas pues había un montón de gente apelotonada.

-¡Ay!- escuché quejarse a Jam -¿Por qué hiciste eso?

-Alguien tiene que cojear- dijo Trip -, para que sea más creíble.

-No creo que sea necesario- le respondió el rubio.

-Lo siento, estoy nervioso.

Yo me reí por lo bajó y podría apostar a que Lydia rodeó los ojos y sonrió, no la vi, pero podría apostarlo.

Llegamos a la entrada y yo hablé. Les conté sobre unos tipos que nos habían atracado en una calle cerca de ahí (la describí como la calle donde Lydia y yo nos habíamos encontrado a los perros) y nos habían quitado las entradas.

El hombre musculoso nos miró con el ceño fruncido y preguntó:

-¿Cómo y cuántos eran?

Iba a hablar, pero Trip me tomó la palabra, lo que nos preocupó a todos.

-Eran cuatro, unos tipos muy altos, uno de ellos con una chaqueta roja, iban con un niño pequeño, rubio, pintado como Paul Stanley.

Miramos a nuestro amigo disimuladamente ¿De qué estaba hablando?

La mirada del hombre se suavizo un poco -Les creo- dijo y solté un montón de aire que a saber de donde había sacado -. Hace una semana a mi esposa la intentaron asaltar en aquel lugar... Además, creo haber visto a un grupo como el que me describes.

-¿De verdad?- dije demasiado sorprendido, me arrepentí un momento, pero él no pareció fijarse.

-Si- dijo -, pero me temo que no puedo hacer nada. Ya casi todo el mundo está dentro y dudo mucho que me los puedan señalar.

Trip pegó un grito que nos hizo saltar a todos:

-¡Mire!- dijo señalando al montón de gente delante de nosotros -¡Ahí están!

Y efectivamente, ahí habían cuatro tipos y un niño, exactamente como Trip los había descrito. El guardia habló por su radio y corrió donde estaba el grupo ese, tres segundos después llegaron dos guardias más, esposaron a los tipos, les confiscaron las entradas y nos las entregaron. El niño, al pasar junto a Trip, le mostró el dedo de en medio, nuestro amigo sólo sonrió.

Sorprendidos y sonriendo hasta provocarnos dolor en las mejillas, avanzamos y entregamos las entradas en el lugar donde las revisaban por segunda vez.

-Séptima fila- dijo una mujer con voz aburrida mientras revisaba los pequeños papeles de cartón delgado que tanto nos costó conseguir -, lugares ocho, nueve, diez, once y doce.

Nos devolvió la parte de la entrada que funcionaba como comprobante, me la guarde en el bolsillo delantero de los jeans, Lydia me pidió que guardara la suya.

Entramos.

No sabría como describirles esa experiencia. Fue lo mejor que me pudo haber pasado.

Detroit. Es como el rock & roll. Es como el soul en su época. Detroit es como la total idea de lo genial. Si lo tienes que explicar a alguien, probablemente no lo entienda. Tienes que verlo. Vivirlo. Serlo. Ahí es cuando Detroit empieza a moverte. Entonces sabes que estas ahí. Estás en Detroit, la ciudad del rock.

Detroit Rock CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora