Capítulo 02

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Tragó saliva. Su mirada había comenzado a llenarse de miedo ante lo áspera que había sonado la voz de ese niño, y el sudor comenzó a bajar por su frente, manifestando su profundo terror. Aquello no había sonado como la voz de alguien de su edad.

Era una voz profunda, llena de madurez que había hecho estremecer cada vello de su piel mientras que sus ojos parpadeaban una y otra vez en busca de enfocar bien el rostro del chico, distinguiendo un cabello rubio que él comparó con el color de la ceniza, una cabellera corta pero salvaje, repleta de ramas y hojas de colores cálidos.

—Dime, niño —insistió el contrario, arrastrando cada una de sus palabras con crueldad—. ¿Por qué debería ayudarte?

—Tú... ¿No eres un niño humano como yo? —cuestionó Kirishima, apretando sus manos contra su propio pecho.

Poco a poco, el otro estaba cada vez más cerca de él, y sin saber por qué, el miedo comenzó a expandirse por cada rincón de su cuerpo, el cual comenzó a temblar bruscamente.

Fuese lo que fuese aquel chico con orejas lobunas, no podía ser un humano. Era imposible, sus dientes caninos lo delataban, y al parecer, a él no le importaba continuar gruñendo sin parar, como si revelar su verdadera naturaleza no le supusiera ningún problema.

—¿Me ves con cara de humano, tonto? —se burló mientras colocaba sus manos en sus caderas, ladeando la cabeza con molestia.

Parecía estar haciendo un gran esfuerzo para hablarle de buena manera sin insultarle de alguna forma peor, probablemente consciente de que se estaba dirigiendo a un niño.

—Pero... necesito regresar a mi casa. Mis amigos me deben estar esperando. Ayúdame, por favor —imploró, juntando ambas manos mientras tragaba saliva de nuevo.

—Si tanto te están esperando, ya habrían entrado en el bosque para encontrarte —comentó con simpleza el chico lobo, encogiéndose de hombros mientras dirigía una mirada al cesto en forma de calabaza que llevaba.

—Tal vez les daba miedo entrar al bosque —los intentó justificar Kirishima, aunque era consciente de que no era así.

Ellos probablemente estarían burlándose de él por no haber encontrado todavía el camino de regreso a la ciudad, recolectando caramelos por todos los edificios, ajenos al miedo y frío que estaba pasando ahora mismo.

—No lo creo. Si de verdad son tus amigos, ya deberían estar buscándote. —El chico lobo caminó con firmeza hacia él, sujetándolo del rostro con fuerza, haciéndole sacar un quejido—. Y no quiero a nadie más en mi bosque, ¿lo entiendes?

—Sí —contestó titubeante, sintiendo el dolor aglomerarse en su rostro ante el agarre del otro—, lo entiendo. Por favor, no me hagas daño, si me ayudas a encontrar la salida yo nunca más volveré al bosque.

El lobo pareció divertido ante las súplicas del pelinegro, sonriendo de lado mientras lo dejaba ir bruscamente, consiguiendo que el humano golpeara su cabeza con fuerza contra el tronco en el que estaba apoyado. Al ver eso, ensanchó aun más su sonrisa, dándole un aspecto tétrico y terrorífico.

—¿Estás seguro? —habló con lentitud, manteniendo la gran sonrisa mientras sus ojos eran iluminados por la luz de la Luna, dándoles un brillo especial.

Sus ojos, probablemente era una de las pocas cosas que Kirishima no olvidaría en su vida. Eran ojos pequeños, de pupilas extremadamente diminutas, rojos como la mismísima sangre que ahora caía de los raspones que se había hecho en la espalda al chocar contra el árbol, y ahora, combinados con la luz lunar, brillaban de forma espeluznante.

Por unos instantes, al ver esos ojos, Kirishima se resignó a la idea de continuar viviendo, cerrando sus párpados con fuerza para evitar verlos.

—¿Estás seguro de que no volverás? —volvió a insistir el chico de cabello cenizo, acercando su mano a la mejilla de Kirishima, y, de un movimiento fugaz, cortó parte de la carne sonrosada de esa zona, creando un pequeño riachuelo de sangre que bajaba por su rostro y caía sobre el oscuro suelo, goteando.

¡Hey, señor lobo! [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora