Capítulo 09

3.7K 515 460
                                    

Bakugou jamás había odiado tanto a algo como a la sonrisa burlesca de Mirio. No soportaba ver su mirada juguetona, tal como si le estuviese restregando en la cara que había disfrutado el pasar un rato con Kirishima. Era odioso, pero así era su hermano, y no podía hacer nada para cambiar su forma de ser. Además, si Mirio cambiara de personalidad... Él no podría aguantarlo. 

Sería como si Kirishima parara de ser un tan increíble amigo para pasar a ser un niño malhablado e irascible. Un escalofrío recorrió la espalda de Bakugou ante la visión de un Kirishima así.

Ahora, mientras comía unas cuantas bayas silvestres que Mirio y él habían recolectado durante el camino de regreso, Bakugou se daba cuenta de que más de la mitad de sus pensamientos estaban dirigidos a Kirishima y a su sonrisa afilada. 

Y al contrario de lo que pudiese pensar, eso no le molestaba. Más bien, le hacía sentir bastante a gusto y seguro en la soledad de la cueva donde él y su hermano vivían, y por un momento, le hacía sentir en compañía de alguien, incluso cuando Mirio salía en busca de provisiones.

—Hey, Katsuki, ¿por qué sonríes tanto? —cuestionó Mirio mientras daba un mordisco a otras de las bayas que había reservado para sí mismo—. No estarás pensando en Kirishima, ¿verdad?

—Uhm, bueno... —titubeó Katsuki, rectificándose al instante—. ¡Claro que no! ¿Por qué debería estar pensando en ese tonto niño?

—Sabes que de tonto no tiene nada. O al menos eso no pensabas mientras estabas agarrado de su mano —dijo burlón Mirio, de forma casual, tal como si eso no fuese nada importante. 

Pero para Bakugou eso era algo bastante personal que le hacía sentir su rostro subir de temperatura cada vez que lo recordaba.

—Deja de darle tantas vueltas a algo tan tonto como eso —recriminó Bakugou, masticando con rabia la baya en su boca—, además, yo también te podría recordar que pasaste todo el día con el amigo de Kirishima y no lo estoy haciendo.

—Esas son cosas diferentes, Katsuki —se puso a la defensiva el rubio de ojos claros, enseñando sus colmillos en una sonrisa nerviosa—, no puedes recriminarme nada.

—Sí puedo. —Bakugou se cruzó de brazos una vez terminada su comida. Su estómago lleno había dejado de doler hacía minutos—. Es obvio que te llevas bien con él. Demasiado bien.

—¿Ah? ¿Qué estás intentando decirme, Katsuki? —rió Mirio—. Solamente quería pasar un rato con él, es mi amigo después de todo.

Bakugou no pudo evitar sonreír ante la alegría con la que su hermano comentó tales palabras. Era impresionante el optimismo con el que podía afrontar las cosas, y realmente amaba poderlo ver feliz. Y si ese tal Amajiki Tamaki lo hacía feliz, entonces no dudaría en permitirle pasar tiempo con ese adolescente humano.

—Me alegra que hayas hecho un amigo, Mirio —susurró Bakugou, comenzando a rascar con sus afiladas garras una roca ablandada por un pequeño charco que había en la cueva—, ¿pero necesariamente debía ser un humano?

—Heh, pensé que ya habíamos superado la etapa de odio hacia los humanos, Katsuki —intervino el rubio al instante, colocando su mano en su nuca—. Pero no, no tenía más remedio.

—Nunca dejaré de odiarlos a todos, Kirishima es simplemente una excepción.

Mirio esbozó una sonrisa victoriosa, mirando con afecto a su hermano menor. Finalmente había admitido que no odiaba a ese niño de sonrisa radiante, y el de ojos claros no podía estar más feliz por ello.

—Me alegra oír que consideras a Kirishima un igual —habló divertido el mayor, notando la instantánea mirada enfurecida de su hermano.

—¿Qué tiene eso de raro? —Bakugou soltó una risa seca, colocando la palma de su mano sobre su mejilla—. Pensé que ya lo habrías supuesto.

¡Hey, señor lobo! [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora