Un gruñido realmente gutural abandonó sus labios, pálidos y algo rotos por culpa del frío otoñal que azotaba el bosque en que había vivido durante toda su vida, y sus ojos, fuertemente cerrados a causa de una pesadilla que había irrumpido su hora de descanso, se abrieron frenéticamente mientras se giraba de un lado a otro en busca de comprender dónde estaba. Su cabello rubio cenizo estaba revuelto, y parecía haber sufrido los efectos de un poderoso huracán. Sin embargo, no se había movido de ahí en ningún momento, pero su respiración se encontraba agitada, como si de verdad se hubiese marchado a un lugar lejano, muy lejano. Un lugar como el bosque hacía más de cinco años, cuando la felicidad pura continuaba siendo parte de su día a día, aún si se esforzaba por mantenerse al margen de los familiares que tanto habían marcado su vida. Era increíble cómo habían cambiado las cosas en tan poco tiempo. Tan increíble que, a día de hoy, continuaba sin creerse que ya hubiese cumplido los quince años, cuando su destino tendría que haber sido el mismo que el de todos sus hermanos.
Mientras pensaba y volvía a pensar en el porqué de su repentina pesadilla, su brazo derecho tocó una superficie suave a su lado, y su corazón latió con velocidad extra, asustado pero a la vez consciente de quién era la persona que se encontraba recostada sobre él. Suspiró y dejó que su brazo viajase hacia su cabeza, acariciando el cabello lacio de Kirishima Eijirou, el humano que había logrado ganarse su amistad cuando él era un simple híbrido de siete años, y en sus labios, los cuales ya había relamido con la intención de recuperar su textura natural, se pintó una sonrisa sincera que no solía mostrar cuando estaba rodeado de otras personas. Ni siquiera Mirio, que había visto la mayoría de sus facetas, era conocedor de esa mueca de pura alegría que era capaz de formar cuando se encontraba en compañía del pelinegro.
Sin embargo, de pelinegro poco le quedaba ya. Según palabras del propio Eijirou, había decidido teñirse el pelo nada más cumpliese los quince años. Aún faltaban unos días para eso, pero el humano se encontraba realmente feliz de poder hacer aquel cambio en su cabello. Había logrado convencer a sus padres, ya que ellos apenas le habían puesto objeciones a su petición, y había pensado incluso en cambiar radicalmente la forma de peinarse. Bakugou tampoco se había quejado, ya que le parecía curioso el color con el que quería cambiar su tonalidad oscura (un color rojizo vivaz que sería capaz de llamar la atención de cualquier persona a kilómetros de distancia), e incluso él estaba impaciente ante el día de su cumpleaños. Aunque claro, otro de los motivos por los cuales estaba tan ansioso era porque ya tenía otra fiesta sorpresa planeada para su mejor amigo. Llevaba un par de años sin planear algo así, y no podía esperar a poder volver a ver la sonrisa inocente de Kirishima en su rostro, aquella que solía aparecer únicamente en ocasiones muy pero muy especiales.
Mientras su brazo acariciaba su pelo, tratando de recordar su textura antes de perder temporalmente de vista ese cabello oscuro, notó cómo el humano poco a poco iba recobrando la consciencia, alarmando al híbrido, que se apresuró a apartar su mano de ahí para evitar que Eijirou descubriese lo que estaba haciendo. A pesar de llevar tantos años siendo amigos, el contacto físico continuaba siendo algo bastante vergonzoso para él, especialmente por su personalidad algo arisca. Claro que habían algunas excepciones, pero en momentos especiales, como un cumpleaños o un reencuentro tras muchas semanas sin verse por culpa de las ocupaciones que tomaban el tiempo del humano. Oh, cómo odiaba cuando tenía que pasar tanto tiempo sin poder ver su bonita sonrisa, aquella que lograba alegrar incluso sus días más oscuros. Si Tamaki se había vuelto la inspiración de su hermano, entonces Kirishima se había vuelto la suya, y no se imaginaba una vida sin él.
—Bakugou... —El mencionado sintió cómo su corazón daba un vuelco cuando Kirishima le llamó con voz suave, adormilada—. ¿Qué hora es? Te dije que me despertaras antes de que anocheciese...
—Perdón, perdón. Lo que pasa es que yo también me quedé dormido y acabo de despertarme —se disculpó apresurado el híbrido, viendo cada uno de los movimientos de su amigo a medida que se iba levantando, tallando sus ojos y viéndose tan bonito como de costumbre. No había un solo momento en que su belleza pareciese disminuir, ni siquiera tras despertarse. O al menos, eso es lo que opinaba Bakugou—. He tenido una pesadilla.
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¡Hey, señor lobo! [Kiribaku]
Fiksi PenggemarKirishima Eijirou deseaba conservar su orgullo, y eso conllevó a que cumpliera todos los retos que sus amigos le hacían, y en la noche de Halloween, debe adentrarse en las entrañas del bosque, encontrándose con la presencia que más pesadillas y sueñ...