Capítulo 03

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Su despedida había sido un adiós eterno.

O al menos, eso era cómo había sonado a juzgar por sus gestos, por su manera de pronunciar esas simples palabras, pero ahí estaba, observando la entrada del bosque con ojos llorosos y sus manos aferrándose fuertemente a su camiseta.

¿Por qué había vuelto? ¿No había aprendido la lección con la herida de su mejilla y su acelerado corazón?

Por supuesto que lo había hecho, y él ni siquiera estaba en ese lugar por voluntad propia. Había sido obligado por sus padres a ir a talar leña, cuando él a duras penas lograba cargar la hacha que se le había sido brindada para cumplir con aquella misión.

Comprendía que era invierno, que necesitaban leña para poder avivar el fuego de la chimenea, pero habían otros lugares donde podrían abastecerse de esta. Tal vez, lo único que querían sus padres era que se perdiera en el bosque y muriera en las profundidades.

Eso daría algo de sentido al por qué le habían mandado expresamente a él cuando su vecino, un amable niño un par de años mayor que él con orejas parecidas a la de los elfos, se había ofrecido a ir en su lugar. Si había una palabra perfecta para describir lo que estaba sintiendo en esos momentos, esa sería indignación y, quizás, decepción.

No lo sabía bien, su vocabulario no era tan extenso como para poder describir lo que sentía de manera concreta.

—Vamos, debe haber alguna manera de conseguir leña sin destrozar el bosque... —se dijo para sus adentros, empuñando el hacha con inseguridad.

De no ser por la herida de su mejilla, habría creído que su encuentro con aquella criatura humanoide había sido una simple pesadilla.

Y tal vez lo había sido, quizás la noche de Halloween había tropezado y se había hecho daño, inventando en su mente todo aquel encuentro con ese ser de orejas lobunas y ojos rojos como la sangre.

—Yo... Puedo hacerlo —insistió de nuevo en un susurro, empezando a caminar hacia el interior del bosque.

Esta vez, se había asegurado de llevar todo lo necesario para no perderse ni adentrarse demasiado en el interior de la maleza, recargando su linterna por completo, vistiéndose con un cálido abrigo y algo de comida para el camino, además de un pequeño mapa que aquel vecino le había dado como ayuda.

En el fondo, sabía que no quería continuar avanzando, sabía que estaba aterrorizado y que en cualquier momento podría desmayarse a causa del miedo. No quería continuar lo que le habían mandado a hacer, pero no tenía ningún otro remedio si no quería ganarse el regaño de sus padres.

—Yo —susurró, sin poder completar la frase, congelado en su lugar al escuchar las hojas crujir bajo sus pies y la nieve comenzar a caer sobre su cabello.

La mala suerte estaba de su parte. No tenía suficiente con que ya hiciera frío de por sí, que ahora, para adobar las cosas, comenzaba también a nevar. Por fortuna, tenía ropa térmica de sobras encima, así que no le sucedería nada.

Tal vez, lo único que podría llegar a suceder sería que su camino fuera interrumpido por la nieve, pero eso solamente sucedería si tardaba más tiempo del necesario en regresar a casa.

Afortunadamente, la nieve no cuajaba tan rápidamente en grandes cantidades, así que estaría a salvo. Tampoco tardaría tanto en recolectar las ramas que habían en el suelo.

O al menos, eso era lo que había creído en esos momentos, ingenuo, sin saber lo que le esperaba a lo largo de aquel espontáneo viaje a través del denso territorio.

Muchas veces, desde el día de Halloween, había pensado en revelar la presencia del chico lobo a sus amigos, poder sacarse ese gran peso de su corazón de encima, pero sabía que si lo hacía, pondría en peligro tanto su vida como la del lobuno joven al que había conocido.

¡Hey, señor lobo! [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora