Capítulo 13

2K 276 69
                                    

Era un día tranquilo, agradable. Tan típico de la primavera que Bakugou ni siquiera se esforzó por disfrutar del cielo libre de nubes que lo rodeaba. El bosque parecía tan bello como de costumbre, y las aves cantaban a pleno pulmón hasta el punto que el joven híbrido deseó ir a por ellas y cazarlas. 

Sin embargo el clima era demasiado bueno como para desperdiciar el tiempo en eso.

La cueva aquel día estaba también bastante silenciosa, y notaba únicamente la presencia de sus hermanos menores en ella. Los mayores deberían haber ido a por comida silvestre. 

Sonrió mostrando sus colmillos al pensar en pasar el resto del día descansando. No solía procrastinar de esa forma, pero aquel día todo su cuerpo le pedía un reposo urgente.

El día anterior se había dedicado a jugar con Deku, Mirio y Nejire. Habían pasado la tarde completa en una claraboya del bosque, comiendo frutos rojos y algún que otro bocadillo que el mayor de los cuatro había preparado con los alimentos que había conseguido tras ir a la ciudad cubriendo sus orejas.

Hoy suponía que Deku estaría jugando con el resto de sus hermanos. Ese pequeño pecoso siempre había amado pasar tiempo con su familia, por más que no fuese suya realmente. Y él lo adoraba. Desde el momento en que sus hermanos lo acogieron al verlo solo en medio de un vertedero, lugar bastante popular donde habían ido a parar varios híbridos malheridos, Izuku se había convertido en su hermano menor preferido. 

Tras bostezar un poco, cerró los ojos de nuevo y se dio la vuelta en su algo incómoda cama de roca. Debía pedirle a sus hermanos que le consiguiesen una nueva antes de que su espalda sufriera las consecuencias de dormir allí. Mientras, los más jóvenes de la manada contaban con camas de paja y flores que habían recopilado de las partes más frondosas de su hogar. Era algo injusto, pero tampoco iba a quejarse.

No tardó mucho en quedarse dormido de nuevo, exhausto. Al despertar, notó que habían unas cuantas presencias alrededor suyo, y, al levantarse, vio los alegres ojos de Deku y Ochaco.

—¿Qué demonios hacéis aquí? Id a jugar al bosque, anda.

La chica bajó sus orejas caninas, algo intimidada por la actitud de Bakugou. Él siempre era así, pero aún no se acostumbraba. Al igual que Deku, ella tampoco formaba parte de la familia. Ni siquiera era una híbrido de lobo, sino de perro. Había logrado sobrevivir milagrosamente a la cruel batalla que había acabado con tantas especies, y por azares del destino llegó al bosque donde vivían Katsuki y el resto de sus hermanos.

—Perdón, Kacchan —dijo Deku—, pero hay un problema en el bosque.

—¿Un problema? ¿Qué clase de problema?

El rubio cenizo estiró sus brazos mientras se acomodaba en su cama, sentándose y mirando a sus hermanos menores. Parecían asustados, y aunque estaba algo enfadado porque le hubiesen despertado de esa forma, no podía regañarles, no si parecían al borde de un ataque nervioso.

—No lo sé, escuchamos un grito de dolor y cuando fuimos...

—Vimos a un humano en el suelo —explicó Ochaco—. Estaba sangrando.

—¿Un humano? ¿Qué mierda hace un humano en el bosque?

El rostro de Bakugou palideció ante el pensamiento de que un humano muriese en su bosque. La verdad es que nunca le había importado realmente si entraban en su bosque, pero sabía el problema que supondría si los humanos pensaban que ellos habían matado a uno de su especie. El caos se desataría al instante y su pacífica vida terminaría de golpe.

—¡No lo sé! —lloró Deku, abrazándose a Uraraka—. Mirio quiso ayudarlo, pero ha perdido demasiada sangre. No sé si aguantará mucho más.

¡Hey, señor lobo! [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora