Capítulo 04

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Su mirada paseó por la pared rocosa con la que estaba tan familiarizado, intentando recuperar completamente la consciencia después de haber pasado, probablemente, un par de horas dormido.

No recordaba qué hacía allí, pues, según él, había pasado todo el día fuera de su cueva, por lo que no entendía cómo había llegado hasta ahí.

¿Sería que sus hermanos le habían ayudado a llegar a su hogar por la noche?

—Ah... —soltó un suspiro por el dolor, notando cómo sus dedos seguían rígidos aun después de haberlos intentado mover, sin obtener resultado alguno.

Se removió buscando sentarse correctamente, pero su oreja derecha fue golpeada por un objeto duro que captó su atención: una pequeña fiambrera repleta de trozos de comida que nunca antes había visto.

—¿Uhm? ¿Qué es esto? —se preguntó para sus adentros, tomando el recipiente mientras lo sacudía de un lugar a otro, notando como la comida iba al compás del movimiento.

Con curiosidad, levantó la tapa del recipiente, tomando uno de aquellos trozos de comida con desconfianza. ¿Sería algún regalo de su hermano mayor? Tal vez había ido al mundo humano y había decidido comprarle algo.

Llevó el trozo de aquella comida a su boca, masticando con lentitud y dándose cuenta de que era comida crujiente, mucho más que la vez en la que sus hermanos habían traído lo que los humanos denominaban palomitas.

—¡Ah, Katsuki! ¡Despertaste! —Una voz bastante familiar para él habló en un grito, y el nombrado volvió a tomar aquella extraña comida.

No es que tuviese mucho gusto, pero era mucho más sabrosa que los frutos del bosque que habían recolectado para poder subsistir aquel invierno.

—Ah, Mirio, ¿qué me sucedió? —preguntó el pequeño chico lobo mientras se reincorporaba, sobando su cabeza.

—Me desobedeciste y saliste a cazar, por supuesto —dijo con lógica otro joven, probablemente dos años mayor que el primero, apareciendo en la cueva.

—¿Y luego? —cuestionó, apretando sus puños—. ¿Qué sucedió luego? No recuerdo nada.

—Al parecer, saliste para espantar a un humano. Pero resulta que ese humano te trajo aquí, y, por lo que veo, salvó tu vida —explicó con simpleza.

Katsuki frunció el ceño, intentando hacer memoria, pero todo era inservible.

No lograba rememorar por qué había salido a cazar a algún humano en mitad del frío invernal, y mucho menos comprendía cómo ese humano le había llevado hasta su casa, o más bien, por qué.

Nadie más querría ayudar a un niño lobo como él, a quien le encantaba hacer daño a los seres más inferiores para disfrutar de sus rostros llenos de dolor, pero ahora resultaba que un humano le había ayudado a él, el futuro cabecilla de su familia.

Humillante, simplemente humillante.

—¿Alguien me salvó? ¿Cómo es eso siquiera posible? —Sin poder aun creérselo, se dirigió hacia su hermano mayor, arrugando la nariz con molestia—. Encima un humano, ¿qué demonios me sucedió?

—No hay necesidad de enfadarte por eso, Katsuki. —El otro chico lobo, de brillante cabello rubio corto, fue acercándose a su hermano con una expresión de molestia—. Pero yo sí que tengo derecho a enfadarme contigo. ¡Te dije que no era seguro salir de la cueva estos días! ¿Y si no hubiese estado ese humano? ¡Podrías haber muerto congelado!

—¿Crees que es tan sencillo que yo muera? —habló con burla, cruzándose de brazos—. ¿Cómo era ese... humano?

Katsuki permaneció impaciente a la espera de que su hermano le describiera algo mejor el humano que había salvado su vida. Pero Mirio parecía pensativo, como si le costara poder recordar su apariencia.

¡Hey, señor lobo! [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora