CAPÍTULO 2

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Cuando fui capaz de levantarme de aquel lugar, camine una hora sin rumbo alguno; sólo con la idea de despejar mi mente y poder eliminar este sentimiento de pena que llevo en lo que queda de mi corazón

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Cuando fui capaz de levantarme de aquel lugar, camine una hora sin rumbo alguno; sólo con la idea de despejar mi mente y poder eliminar este sentimiento de pena que llevo en lo que queda de mi corazón.

—¿Cómo pude ser tan idiota y no darme cuenta de que me engañaba? — pienso en voz alta y lloro mientras camino.

Yo tan enamorada de ese imbécil y él se acostaba con mi mejor amiga. ¿Cuánto tiempo llevaban haciéndome esto? ¿De verdad Simón pensaba que le creería que era la primera vez que lo hacía?

Era el aniversario de nuestro primer beso, pienso de manera estúpida, pensando que cada maldita celebración la organizaba con ella, que quizás pasaban sus horas en ese cama, y luego llegaba yo a celebrar una estúpida fecha que ni siquiera encontraba necesaria, pero que él se empañaba en celebrar. Al recordar esto mi corazón vuelve a partirse en mil pedazos.

Siempre supe que era una estupidez, pero pensé que para él era importante ser detallista. Claramente me estaba viendo la cara de estúpida.

Mi celular no dejaba de sonar, entraban llamadas de Simón y por supuesto de mi ex mejor amiga. Me negué a escuchar sus mensajes de voz, no quería ni tenía la menor intención de escuchar su maldita voz, no quería volver a ver a esa maldita perra traicionera, tenía tanta rabia en mí, que odie cada maldito momento en el que le entregue mi confianza y amistad, tire aquella pulsera que ambas teníamos, la tire con tanta fuerza que me hice daño en la muñeca, pero no me importo, la lance mientras seguía caminando, y trate de borrar cada maldito recuerdo de nuestra amistad de años.

Estaba cerca de casa, y frené mis pasos al ver un Kia Ria 5 color negro y maldije para mis adentros. Es el auto de Simón, él está apoyado en la puerta del copiloto y al verme corre hacia mí.

—¡Isa!, ¿Dónde estabas?, ¡estaba preocupado! Llevo más de una hora esperándote. — sonreí con vehemencia, ¿en serio piensa que podría creerle?, ¿después de lo que me ha hecho?, ¿después de cómo lo había descubierto? ¡Ni loca!

—¿Qué más quieres, Simón? Ya no debes preocuparte. ¡Hemos cortado! — le recuerdo de manera firme y segura, aunque sé que mis ojos hinchados delatan que no he parado de llorar desde que salí de su departamento.

—Déjame explicarte lo que viste, por favor— habla como si nada.

—¡No necesito que me expliques nada! Con lo que vi fue suficiente. — pase por su lado e intente seguir el camino hacia mi casa.

—¡Por favor! ¡Por los 5 años que llevamos juntos! — exclama desesperado caminando detrás de mí.

—¡Cinco años que arruinaste! ¿¡No lo entiendes!?— grite desesperada por la situación, no quería derrumbarme, no quería que viera cuanto daño me había hecho su traición.

—Isa, cometí un error... — empieza a decir, pero lo interrumpo.

—¡Un error con mi mejor amiga! — dije gritando— ¡Te estás acostando con ella! — grite derrumbándome, siento como el llanto se vuelve apoderar de mí, mis labios tiemblan y las piernas me fallan, mi maldito mundo se venía abajo por su culpa, y él era tan hipócrita para pararse delante de mí y decirme que era un error.

Veo correr lágrimas por su rostro, pero lo único que me causan es más rabia. Logró destruir todo lo que teníamos: un noviazgo de 5 años.

—Te juro que sólo te amo a ti. Por favor, dame una oportunidad. — sus ojos están llenos de lágrimas, y yo apretó los dientes con furia

—Sabes lo que pienso de las infidelidades. —digo llorando, recordando aquel gemido que ahora sabía que venía de los labios de mi mejor amiga.

¿En serio pensaba perdonarlo? ¡No! Grita mi conciencia.

—Solo déjame en paz. — digo finalmente y sigo caminando.

Siento que una mano se ancla con fuerza a mi brazo.

—Debes darme una oportunidad. — dice firme, como si tuviese la obligación de hacerlo, intento soltarme, no quiero seguir escuchándolo, necesito pensar.

—¡Suéltame! — gritó mientras forcejeo, pero él presiona mi brazo con más fuerza.

—Debes escucharme. —sentencia y aplica más fuerza en su agarre. Cuando la sangre empieza a dejar de circular por mi brazo siento que alguien lo empuja.

—¿No escuchaste que dijo que la soltaras? — observo a la persona que empujó a Simón y veo que es César Grayson.

César Grayson es mi nuevo vecino desde hace un par de semanas y sólo lo vi cuando estaba haciendo su mudanza. Por lo que comentan, vino desde España por negocios de su padre y ahora vivirá aquí. Es alto, (más alto que Simón) usa lentes y tiene una sonrisa bonita de dientes muy blancos. Tiene una barba de un par de días y es musculoso lo justo y necesario. Su pelo es color castaño —más corto a los lados—y tiene los ojos de un color café oscuro, o eso creo.

Y pensar que yo me culpaba por mirarlo y mi novio me engañaba con mi mejor amiga.

Un grito hace que salga de mis pensamientos.

—¡No te metas donde no te llaman! — grita Simón exasperado.

—¿Estás bien? — me pregunta César ignorando completamente el grito de Simón.

—Sí —logro articular con mucha dificultad a causa de mi llanto.

Simón se vuelve acercar a mí y yo me aparto

—¡No quiero volver a verte! Vete con Regina que de seguro te está esperando. —le digo y me quedo junto a César. Era un completo extraño, pero me había ayudado sin dudar.

Simón intenta acercarse, y me sorprende ver que mi vecino se planta delante de mí, y le impide el paso, al ver que no me aparto de César, se dirige a su auto y se marcha.

—¿Segura que estás bien? —me vuelve a preguntar preocupado.

Lo único que hago es derrumbarme en su pecho y empezar a llorar. ¿En serio estaba llorando en el pecho de un extraño? Siento sus brazos rodear mi cintura y me derrumbo aún más si es que eso es posible. He llorado tanto que no sé cómo aún salen lágrimas de mis ojos.

Y soy la prueba viviente de que en un sólo día pueden cambiar muchas cosas.

Llore sobre su hombro recordando cada momento que viví a su lado, llore por cada beso en el que le entregue mi amor, por cada noche que me dormí en sus brazos pensando que me amaba, pensando que era la única, pensando en los planes que teníamos juntos, una casa, un perro, una familia, y todo se había al carajo. Pensé en cuanto tiempo podría haber seguido así, si hoy no hubiese llegado más tempano a aquel departamento, seguiría creyendo esta maldita mentira.

Mi corazón se derrumbó al momento en que pensé que debía seguir viendo a Simón, que estudiábamos lo mismo, que él postularía a el mismo buffet en el que yo pretendía trabajar, llore por la sensación de angustia, sentía en mi pecho una sensación de muerte súbita, y sabía que no podía ser tan exagerada, pero intentaba mentirme a mí misma diciéndome que no me importaba, que no le amaba como le amo, que no me duele esta maldita traición, me duele pensar que no les importe lo suficiente como para no caer el uno con el otro. Porque yo sabía que jamás le hubiese hecho eso a alguien que consideraba mi amiga, parte de mi familia. Llore pensando que cuando me separa de los brazos de este desconocido llegaría a mi casa, a mi cama y estaría sola, llore también porque en algún momento debería contarle a mi madre, que aquel muchacho que siempre defendí delante de sus ojos no era aquella persona que yo creía, si no que era todo aquello que decían, pero que yo estaba tan enamorada que simplemente hacia oídos sordos a aquellos comentarios de pasillo. Me odie por no darme cuenta, me odie por no escuchar todos los rumores, y odie a Regina porque ella me decía y me aseguraba que Simón jamás me haría daño, y resulta que termino compartiendo cama con él, y destruyéndome el corazón, porque no solo había perdido a aquel hombre que amaba, también había perdido a aquella mujer que consideraba mi mejor amiga.

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Cesar Grayson en multimedia

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