POV Nolan Cunningham
Me llevan a empujones hasta el vestuario, allí está el entrenador del equipo. Su rostro es poco amigable, pero en este momento más que nunca, su cara es de muy pocos amigos. Me obligan a sentarme en uno de los bancos, todos se quedan de pie. El entrenador da un paso al frente y carraspea. Noto como empiezo a ponerme nervioso, la gargante se me está secando, parpadeo en exceso, el corazón acelerándose...
— ¿Por qué faltaste ayer al entrenamiento, Cunningham?— estaba por contestar cuando no me deja.— ¿Entiendes que por tu falta de compromiso te haya quitado el privilegio de ser el capitán? Y hoy tampoco tenías previsto venir a entrenar, por lo que puedo ver... Quiero verte dándolo todo, Cunningham. El próximo partido es la semana que viene y tenemos mucho trabajo antes de Acción de Gracias.- me dice, se da la vuelta y desaparece entre mis compañeros de equipo.
Me quedo sentado bajo la atenta mirada del resto de mis compañeros. No he traído ropa de deporte siquiera.
El nuevo capitán me empuja haciendo que casi caiga al suelo.
— Que te cambies, hay que entrenar. No querrás hacer perder el tiempo al míster, ¿verdad?
Me acerco a mi taquilla y la abro, el resto de mis compañeros ya están cambiados, me miran con atención y puedo distinguir una mirada de odio (o varias).
Dentro solo tengo un pantalón de chándal, una camiseta que me queda pequeña y los botines de correr, que utilizamos cuando hacemos el físico. Trago saliva. El nuevo capitán, se acerca y se asoma a mi taquilla.
—¿A qué estás esperando? Vístete, Cunningham.— me ordena.
La camiseta está muy arrugada y huele mal, he de confesar que no sé cuánto tiempo lleva allí. Pero si me queda pequeña puede ser que sea de hace uno o dos años. A regañadientes me quito la ropa, mis compañeros empiezan a silvarme como si estuviera haciendo un desnudo sensual.
A cada broma me voy cabreando más y más. Cuando ya estoy vestido, soy, literalmente empujado hasta la pista, donde el entrenador me espera con los balones desperdigados y me hace recogerlos mientras los demás comienzan con el calentamiento.
Después empezamos con los ejercicios, algo normal, estoy incómodo para tirar porque la camiseta no me deja movilidad y las zapatillas no son adecuadas y voy dando traspiés.
Cuando llega el momento del partidillo estamos todos sudados y malolientes. El míster reparte al equipo de forma "igualitaria", pero vamos, me ha dejado con los más flojitos del equipo, los jóvenes que han empezado este año en el equipo y que ni siquiera han tenido una sola citación en lo que va de temporada.
Nos van machacando, son más grandes y fuertes que el resto de mi equipo, pero el colmo ya llegó cuando el nuevo capitán me dio un codazo en la nariz, me dolía hasta el alma, el juego no se paró, no se pitó falta y encima se burlaron de mí por ser muy blando. El nuevo capitán se puso a hacerme burlar con el balón frente a mí mientras yo me dolía. Mi nariz estaba sangrando.
No soy un chico violento, pero en ese momento todo me estaba superando, y sé que no es excusa, porque la violencia no tiene excusa. Pero le arrebaté el balón, lanzádolo fuera de la pista y comencé a pegarle. Los dos primeros golpes los encajé sin resistencia porque ni se había dado cuenta de que le estaba pegando. Después empezó todo a ponerse más duro, tardaron un poco en separarnos, supongo que por la sorpresa de mi respuesta violenta.
Me empieza a doler un poco todo cuando la adrenalina deja de hacer efecto.
— ¡Cunningham, estás suspendido una semana!— se oye una voz en la lejanía... el director del East High.
Creo que solo yo me alegré de tal noticia, el equipo me necesitaba, querían darme una lección pero no suspenderme porque me necesitaban, era indispensable en el equipo, todos en aquel gimnasio sabíamos aquello.
Me retiré sin decir nada, tragándome sangre que por los golpes, tenía en la boca. Me fui directamente a la enfermería pero a esta hora, la enfermera se había ido ya. Entonces volví a ponerme mi ropa e intenté limpiarme un poco las heridas yo mismo con el botiquín de emergencia que teníamos en el vestuario. Saqué todo lo de mi taquilla y lo metí en mi mochila y me fui a casa.
Cuando llego a casa, ni recojo la bicicleta en su sitio, la dejo tirada en el jardín delantero, entro en casa, mi padre chilla mi nombre y algo sobre una llamada del director, tiro la mochila al suelo.
— ¿¡Te importaría mucho firmar el dichoso papel!?— le grito sin tan siquiera escuchar su sermón de mi expulsión.
Me iba a dirigir hacia mi habitación cuando llamaron a la puerta. Mi padre y yo nos miramos, Aaron y Colton desde el sofá también intercambian miradas entre ellos, pero finalmente es Colton quien se acerca a abrir la puerta. Cuál es mi sorpresa cuando veo al señor Lewis allí. Me quedo blanco, ni me acordaba que había dicho que iba a hablar con papá para que me firmase el papel.
Cuando el señor Lewis me ve se acerca corriendo a mí.
— Muchacho, ¿qué te ha pasado?— me toca la cara con preocupación.
— He tenido una pelea con uno de mi equipo.— le respondo.
El señor Lewis se gira hacia mi padre. Sé lo que quiere decirle, pero también sé que le parece una falta de respeto.
— Hola, señor Cunningham, había venido a hablar con usted.— dice muy serio.
Aaron y Connor se levantan del sofá y suben la escalera, yo dudo un segundo, pero subo tras ellos. Nos quedamos un rato intentando escuchar algo, pero se han movido a la cocina, y es imposible. Aaron y Colton empiezan a hacerme señas sobre las heridas y acabamos en su habitación y les cuento lo sucedido.
— No te creo, Nolan.— me dice Colton muy sorprendido por mi reacción violenta.
— Yo también habría reaccionado así, pero antes que tú. ¿De qué van esos pintamonas?— dice Aaron.
— Solo espero que papá firme el papel.— suspiro yo.
No sé lo que están hablando abajo. Sólo oigo los murmullos pero ninguno de los dos levanta la voz ni hay golpes en la mesa, es una charla tranquila. Me gustaría saber que lo está convenciendo, me gustaría saber qué opinión tiene el señor Lewis de mí ahora y lo que le está hablando a mi padre de mí. Pero sobre todo quiero saber qué le está diciendo mi padre a él sobre mí. De pronto suena mi móvil, veo que es Rory y suspiro, había olvidado ir a llevarle los apuntes a su casa.
— Nolan, ¿dónde estás? Llevo toda la tarde esperándote y ni siquiera has cogido mis llamadas. ¿Se puede saber dónde te metes?— me dice mi amigo.
Suspiro antes de contestarle a su pregunta. Él se queda prácticamente mudo.
— Entonces ahora tu jefe está en tu casa, hablando con tu padre.— me dice.
— Sí. Debería estar trabajando, realmente, pero la verdad es que estoy muy dolorido como para andar cargando sacos de harina y cajas de pan.
— Comprensible. Además él tampoco te ha mandado a la tienda. A lo mejor te da el día libre.
— No lo sé.— le contesto en un suspiro.— Ahora te mando foto de los apuntes.
— Vale, perfecto.— me contesta.— Ya luego me pones al día.— y colgó.
Oímos la puerta de la casa y nos precipitamos corriendo a la asomarnos por la escalera a ver algo. El señor Lewis y mi padre se daban la mano y el señor Lewis sale de mi casa. Mi padre cierra la puerta y suspira. Y luego vuelve a la cocina. Miro a mis hermanos y ellos a mí, los tres nos estamos preguntando lo mismo, ¿qué habrán hablado?
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En mis sueños
Teen FictionMary siempre ha sido una chica soñadora y optimista. Siempre le dicen que anda en la Luna. Pero Mary Lewis es una chica curiosa, siempre quiere saber qué se esconde detrás de cada sueño que tiene. Un día en uno de esos sueños, lo encuentra: el chico...