Noche XXIX. Cosplay

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Allistor se detiene delante de Francis, quien está sentado a los pies del lecho. Se siente irremediablemente maniatado y hasta un poco incómodo, pero, supone, todo sea por cumplirle el capricho.

Hace varios días que el galo le había hecho la aparentemente inocente pregunta de cómo se vería él en un traje de esos que usaban los soldados de la legión romana. Al principio su insistencia había desembocado en esos encuentros de amor que tanto le gustaban al celta, pero no se esperó que Francis insistiera. Veloz como un rayo, le pidió a Arthur que consiguiera un uniforme de algún soldado que fuera de contextura parecida a Allistor y el príncipe, sin hacer preguntas, le concedió el capricho. A raíz de aquello, Allistor estaba ahora envuelto en un elegante uniforme militar, sugerentemente ajustado, y lo que más hacía sonreír a Francis, el balteus. Todo se le ceñía demasiado bien, hasta el punto en que ni sus ojos verdes, ni su piel blanca ni su cabello rojo se veían realmente fuera de lugar. Francis rogó a Arthur por la capa burdeos también pero el príncipe se lo negó pues el paludamentum era una prenda exclusiva de los comandantes y estaba fuera del alcance de las fantasías sexuales de galos promiscuos.

Aunque eso no le impidió que viera a Allistor con los mismos ojos de asombro que lo ha visto siempre. Francis, mirándolo a la cara, nota que Allistor tiene su misma expresión de intriga plana. Sonriente, lo toma de la mano hasta arrastrarlo al jardín. Es muy temprano, aún faltan unas horas para que amanezca y otra vez Arthur no está. Cuando se detienen junto a los rosales, las estatuas de los dioses romanos y griegos y las piletas, Francis se le acerca con un suave ondular que hace que Allistor lo tome por la cintura, casi como si quisiera arrebatarle al mundo al ser más perfecto que ha conocido y que conocerá.

Francis lo mira hacia arriba, le echa los brazos al cuello y le susurra contra la boca:

—¿Te acuerdas de la última vez que estuvimos aquí, cierto?

—Cómo no—Responde con voz profunda.

El galo ríe brevemente mirándole los labios, los ojos, las espesas cejas rojas y los mechones de cabello que le resbalan por la frente.

—No pensé que llegarías a verte tan bien en ese traje—Se sonríe.

—Y no tienes idea de lo incómodo que es así que hagamos esto rápido, ¿quieres?

Lo cierto es que Allistor no habla por hablar; sí le incomoda el traje pero está increíblemente ansioso por tender a Francis en el suelo, sobre el frondoso césped y hacerle el amor allí, sin más privacidad que el cielo de Roma sobre ellos. Francis se ríe burlón acariciándole el rostro, besándole inocentemente la boca y apegándose más y más hasta sentir el frío de la armadura sobre su piel desnuda.

—¿Incómodo? —Pregunta, curioso y sonriente—¿Dónde es incómodo? —Y su mano traviesa viaja hasta el sexo del celta, paseándose sobre la ropa—¿Aquí?

Allistor suelta un gruñido como un animal enjaulado. Frunce el ceño, aprieta los dientes, obligándose a sí mismo a no actuar violentamente porque no le gusta mucho serlo con Francis, aunque con esa sonrisa socarrona que le muestra y la caricia indecorosa que le dedica, Allistor no duda en poner en palabras explícitas lo que cree firmemente:

—Me estás pidiendo de rodillas que sea un animal contigo...—Suelta, ronco por el deseo.

—¿Acaso he dicho yo que quiero que seas dulce conmigo, soldado? —y sus labios atrapan los de Allistor, sin demorar mucho más en enroscar su lengua con la de él y profundizar el beso que más que amor, es exclusiva pasión.

El celta lo atrae con violencia hacia sí, y por la ansiedad que le provoca no demoran mucho más en caer estrepitosamente al suelo. Francis se ríe en su boca mientras hurguetea entre el traje militar, buscando que Allistor se impaciente y quiera tomar el control absoluto sobre él y la situación completa.

APH: Primus Inter Pares | ScotEngFraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora