Noche XXX. Castigo

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Arthur vuelve a la habitación. No ha sido una buena conversación la que acaba de tener con su tío abuelo; el Augusto ha tenido días difíciles en las provincias recientes, al parecer, y la falta de Arthur en las legiones le sucumbe en un mal sabor de boca. El príncipe terminó de enfadarse cuando el Imperator culpó a sus amantes de su falta de cumplimiento en sus responsabilidades, y Arthur, saliendo furiosamente del gran salón tras escuchar esto, entra a su habitación, donde nada ni nadie más tiene lugar que él, y ellos.

Francis duerme, lo nota inmediatamente. Sus pestañas rubias y curvas relucen en la paulatina oscuridad. Allistor, quien está a su lado, voltea hacia Arthur quien, exasperado, se sienta a los pies del lecho.

—Hey, enano—Lo llama, sin la voz soñolienta pues apenas sintió que la puerta se abría y volvía a cerrarse, el sueño se le espantó—. Te pasa algo.

Arthur vuelve su mirada verde hacia él, sin decir nada. Allistor no lo está preguntando, es una afirmación.

—No es nada—Niega, tomándose la cabeza. No es la primera vez que el emperador habla mal de ellos, que los basurea incluso estando Arthur presente llamándolos esclavos, inmaduros, y diciendo sin pudor que su sobrino nieto se estaba convirtiendo en un vulgar habitante de la hélade, por sus extrañas costumbres y sus torpes amoríos.

—Eres malo mintiendo—Dice Allistor, acerándosele por la espalda, arrodillado sobre el lecho. Lo abraza, casi, con un respeto inaudito—. ¿Problemas con tu tío?

Arthur chista la lengua. Refunfuña, molesto, pero sonríe feliz por lo mucho que han llegado a conocerlo y a reconocerle los miedos sin mayor esfuerzo.

—Nada importante—Resuelve Arthur. El tacto de las manos de Allistor sobre su piel hace que al instante se borren todos sus problemas, al menos por un momento. Al voltearse y refugiarse en sus brazos, lo mira a los ojos y su anhelo se vuelve una urgencia: quiere olvidarse del exterior. Allistor parece entenderlo inmediatamente. Sonriéndole, lo besa en los labios sin ser consciente de la tormenta que desata en las sensaciones del príncipe, quien se separa de él, mordiéndose el labio—. Ya no quiero hablar de eso. Quiero estar contigo.

Allistor sonríe, complacido.

—Te hemos echado de menos—Le confiesa, sosteniéndolo del mentón.

Arthur oscurece su mirada verde en el deseo. Se yergue, arrodillado sobre la cama, sin dejar de mirarlo a los ojos y sonreírle socarronamente. Pasa su rodilla por sobre la cadera de Allistor y se le queda allí, a horcajadas, sosteniéndolo de cerca. Es él, ahora, quien lo sostiene del mentón.

—¿Han estado juntos? —Pregunta, profundamente excitado con la idea.

—Muchas veces—Responde Allistor, siguiéndole el juego.

Arthur sonríe de manera tan siniestra que el celta es capaz de adivinar su siguiente jugada. Le acaricia la espalda con los dedos, rodea su cintura, besa sus hombros, su pecho, su clavícula; un dulce relieve impreso en la blanca piel.

—Y sin mí—Sentencia, aparentando un enojo que Allistor no le cree, pero que finge hacerlo. Provocador como todo él lo es, asiente quedamente. Sus dientes relucen en su defensiva sonrisa. Arthur le acaricia el cabello rojo, haciendo mil sortijas color fuego entre sus dedos—¿Sabes lo que eso significa, Allistor?

Él niega con la cabeza, sus ojos verdes brillantes de expectación se tiñen de lujuria. Arthur, entonces, continúa.

—Que me han sido infieles—Dice, con un arranque de pasión que lo hace tirotear bruscamente el cabello rojo hacia atrás, aplastarlo con su cuerpo hasta recostarlo totalmente sobre el colchón. Allistor gruñe por el dolor, un sonido animal anidado en su garganta que acompaña el agarre firme de sus manos en las caderas del príncipe, gesto que hace que sus sexos se rocen en un intenso ir y venir—Dime, Allistor, ¿han pensado en mí? —Su voz pasando a través de sus dientes apretados.

APH: Primus Inter Pares | ScotEngFraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora