BRITTANY
--Te ves como una prostituta. Una de esasamericanas.
Me giro en el espejo y suelto una carcajadaporque sé que está hablando de su película favorita, Pretty Woman. No mesorprende; mi maquillaje se parece al de Vivian Ward.
Quinn sonríe detrás de mí. Estamos en su cuarto,preparándonos. No tengo nada de maquillaje, así que dependo de ella. Cuando sílo uso, Quinn tiene que aplicármelo porque apesto en eso. De hecho, soy tanmala que ella confiscó mi maquillaje cuando lo tuve. Me dijo que lo hacía pormi propio bien.
—Siempre y cuando no tenga que vestirme comozorra, es perfecto —le digo, haciéndola reír. —Digo que lo mantengas simple conla ropa.
Quinn camina a su cama, donde ha puesto un parde cosas.
—. Esto.
Toma un vestido verde oscuro. Tiene mangascortas y se moldea ajustado en el busto. Se abre en la cintura, cayendo unoscentímetros sobre mis rodillas.
—No puedo usar eso. Tendré que usartacones.
Esa es la razón por la que ese vestido ha estadoen mi armario; sin usar, desde siempre.
—Sí. Te he visto en tacones. Eres un accidenteesperando a suceder. Así que serán tacones.
Toma un par de tacones negros y los sostiene allado del vestido. Me levanto de mi silla, los recibo, y empiezo a vestirme,sabiendo que debemos bajar pronto. Ella empieza a hacer lo mismo y encuentraalgo para usar.
Cuando me doy la vuelta y la veo de pie en unvestido rojo ajustado que se moldea a sus curvas, haciendo parecer que su pieldorada brilla. El rojo siempre ha sido el color del Quinn; su cabello y rojoparecía combinar. Nunca podíamos compartir ropa. Quinn tiene curvas como unreloj de arena, mientras yo apenas puedo llenar algo. Solo tengo constituciónalta. Mi esposa me romperá.
—Espera, ¿estás intentando llamar su atenciónpara que se case contigo? pensé que lo estábamos asustando.
Siento un poco de pánico y no sé por qué, perola idea de mi hermana acabando con ella, no es una que me guste.
—Lo que quieras.
Me mira como si estuviera confundida. Su atuendoes lo que usaría normalmente. Quinn siempre se arregla y se ve bien.
—Niñas.
Escucho a mi mamá llamándonos antes que lapuerta se abra
—. Vamos.
Nos mira antes de darse la vuelta y salir delcuarto, una copa llena de vino en una mano, como siempre. Me pongo los zapatosy casi me caigo, pero me equilibro antes que suceda. Eso hace reír a Quinn, yresopló. Tal vez no deberíamos intentar ser raras.
—Vamos.
Quinn enlaza su brazo con el mío y vamos haciala sala principal. No puedo evitar preguntarme si ya están ahí.
—No sé si pueda hacer esto —susurro—. Soy muytímida y no sé si pueda hacerme quedar en ridículo.
—Estaré ahí. Tenemos esto.
La miro y asiento. Cuando damos la vuelta en unaesquina, me congelo, y todos se giran a vernos. Bajo mis ojos al suelo,sintiendo el calor extenderse en mi rostro. Escucho a Quinn susurrar a milado.
—Santa mierda.
Lo hace tan bajo que solo yo puedo escucharla.La miro y sigo su línea de visión. Está mirando a un hombre de pie con susbrazos cruzados sobre su pecho. Tiene cabello negro y profundos ojos verdes.Tiene una mueca en su rostro que muestra un hoyuelo. Y sus ojos están sobreQuinn, lo cual es normal. La mayoría de los ojos de los hombres van aella.
Santana se para frente al hombre, bloqueando mivisión de él. Sus ojos están fijos sobre mí. Su rostro se ve tenso y molesto.Sus fosas nasales están dilatadas, y doy un paso atrás, y luego otro.
Está usando un traje negro, y me pregunto siesta mujer tiene algo en contra del color. Empieza a acercarse mientras sigoretrocediendo. Me siento como una ardilla atrapada en un camino, y no sé en quédirección ir, así que sigo moviéndome hacia atrás.
—Cariño, esta es la reina Santana.
Escucho decir a mi madre. No puedo apartar misojos de ella. De repente, mis tacones se enredan con la alfombra bajo a mí, yestoy cayendo hacia atrás. Estoy tropezando con mis propios pies mientrasintento equilibrarme, pero los tacones ya están ganando. Antes que pueda hacercontacto con el suelo, Santana me atrapa. Me acerca a sus brazos, y mi alientose atora en mi garganta. Su calidez me rodea, y su rico aroma a salvia me llenalos pulmones. Estoy perdida por un momento en una nube de sorpresa y lujuria,mientras ella me mira, sin decir nada.
—Hola.
Logro decir finalmente. Suena agudo e incómodo,y Quinn resopla. Es lo suficientemente fuerte para sacarme del momento, ymuerdo mi labio para evitar reír
—. Quinn —digo, con mis ojos fijos en los deSantana—. Creo que nuestro plan está funcionando.
Sus ojos se entrecierran sobre los míos, aunasí, no habla. La única respuesta que da es una mirada estoica.
—No puedes decir eso en voz alta. Puedeescucharte —dice Quinn, amonestándome.
Sí, esta tipa no parece que quiera algo conmigo.Después de un segundo más, me deja sobre ambos pies, pero no me suelta. No medi cuenta cuándo me acercó a su cuerpo que mis pies quedaron colgando. No estoysegura de querer estar de pie ahora, porque al estar así de cerca, de verdad esmuy alta sobre sus tacones.
—Santana.
Escucho decir a un hombre, y supongo que es elhombre que estaba con ella, porque no reconozco su voz
—. Creo que está bien.
Como si se diera cuenta que aún me tenía en susbrazos, los deja caer, pero no retrocede.
—¿Quinn?
—No, soy Brittany.
Mi corazón salta en mi garganta. Oh Dios mío, nosabe quién soy. Tal vez de verdad quiere casarse con mi hermana y nuestrosnombres fueron confundidos o algo. Eso es. Tiene que serlo, porque no creo quepodamos encajar físicamente. Mi rostro se calienta y pienso en nosotras dosintentando hacer funcionar eso.
—Sé quién eres, mi princesa.
Mira hacia mi hermana, apartando sus ojos de mípor primera vez
—. Quinn —dice su nombre completo—. ¿Puedesllevar a mi princesa a su habitación para quitarle esos ridículos zapatos antesque se lastime?
—Oye, no es mi sirvienta —le digo, encontrandomi voz. Bueno, parte de esta.
—Ayudo a Brittany con cosas todo eltiempo.
Frunzo el ceño cuando Quinn dice ese comentarioal azar.
—Luego ayúdala a remover esa capa de lo quetiene pintado en su rostro.
Doy un paso atrás. Es una mandona imbécil. Unabella, mandóna imbécil, pero, aun así.
—Brittany. Has lo que te dices.
Medio susurra mi mamá, medio regaña. Santana segira a mi madre. Ella parece enojada, y sé que va a gritarnos a Quinn y a mídespués.
—No puede darle órdenes. Será la Reina en unasemana. Ella no recibe órdenes.
La voz de Santana es tensa y definitiva. Acababade darle una orden, y será obedecida.
—Excepto por ti, supongo —murmuro, mirando alsuelo y dando otro paso atrás.
—Todos tus susurros son fuertes. Déjalos en tucabeza —dice Quinn desde un lado de su boca.
—Brittany.
Muevo mis ojos a Santana cuando la escucho decirmi nombre. Su boca está curvada hacia un costado, y casi creo que podría estarsonriendo.
—Por favor.
Esas únicas palabras salen de su boca, y sesiente extraño en ella. Tomo la mano de Quinn, agradecida de tener un momentolejos de ella para poder recomponerme. Pero de alguna forma no creo que esemomento sea suficiente.

ESTÁS LEYENDO
Su Princesa
RandomBrittany es una princesa, y con eso vienen las responsabilidades. Como casarse con la rara espécimen intersexual y cavernícola Reina Santana, quien parece más una guerrera que una Reina. Todo sobre Santana es intenso. En especial la forma en que la...