Trece

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BRITTANY


Me despierto cuando escucho el familiar canto de un ave. Mis ojos se abren. Ruedo a un lado y veo que Santana no está. Me siento, mirando alrededor del gran cuarto, pero no la veo en ninguna parte. No hay luz bajo la puerta del baño tampoco. Saliendo de la cama, agarro la camisa de Santana del suelo y la paso sobre mi cabeza.
Veo el pomo de nuestra habitación moverse. Luego escucho una maldición, y Quinn hace el canto del ave de nuevo. Es algo que hemos hecho desde niñas. Cuando alguno de nosotras quería entrar al cuarto de la otra cuando mamá ya nos habíamos dicho que nos quedáramos en cama, nos llamábamos, silbando como un ave. Sonrío mientras voy y abro la cerradura. Apenas y abro la puerta, y Quinn tiene su mano en mi cintura, sacándome de la habitación y arrastrándome por el pasillo. Mientras lo hace, revisa las puertas, buscando una sin seguro.
—¿Qué haces? —pregunto.
Se da vuelta y me calla. Pongo los ojos en blanco y le sigo la corriente. Finalmente encuentra una puerta sin seguro y me lleva dentro de lo que parece una biblioteca. Miro alrededor, pensando en lo perfecto que es. Siempre quise mi propia biblioteca. Incluso tiene una de esas escaleras que se deslizan para los libros de los estantes más altos.
—¿Dónde has estado? —espeta, apartando mis ojos de los libros.
—¿Qué quieres decir? He estado con mi esposa. Nos casamos ayer. Estuviste ahí. —Niego.
—¡Eso fue hace tres días! ¡Tres días! estoy teniendo abstinencia de hermana. No hemos hablado de cosas. —Ante la palabra cosas mueve sus cejas.
—No han pasado tres días.
—Sí, han pasado. —Pone sus manos en sus caderas, adoptando su rostro de sabelotodo.
Pienso en eso. Hemos comido varias veces, hemos hecho el amor docenas de veces, e incluso tomado un par de duchas y baños juntas. El cuarto ha estado cerrado. Solo un par de golpes en la puerta cuando alguien dejaba comida. Las cortinas de las ventanas han estado cerradas. Las cortinas son tan pesadas sin luz filtrándose.
Entonces sé la razón. Santana. He estado muy perdida en ella. Estoy perdidamente enamorada de ella, y los últimos días han sido los mejores de mi vida.
—Estás enamorada —dice mi hermana cuando no respondo. Ella sabe que me he perdido en pensamientos de Santana, justo como me he perdido en ella durante los últimos días, eso parece—. Prácticamente puedo ver corazones en tus ojos.
—Lo estoy —admito fácilmente—. Muy enamorada. Ella no es nada como creí que sería. Sé que es rápido, pero...
—Confía en mí, no tienes que explicármelo. Lo veo en tu rostro. Y bueno... —Alza su mano y veo una gigante roca en su dedo.
—Oh Dios mío. —Salto sobre ella, y ambas caemos al suelo. Un ataque de risas estalla de nosotras.
Ruedo para mirarla y nuestra risa finalmente muere. Agarro su dedo y miro el anillo. Es sencillo y hermoso. La banda está llena de diamantes, y unas pequeñas gemas rodean la piedra grande central.
—¿Él eligió esto? —pregunto, ella asiente—. Es perfecto para ti.
—Así como el tuyo —dice mirándolo.
Santana me dio mi anillo de bodas durante la ceremonia, y es absolutamente perfecta. Es un ópalo rodeado de diamantes. Ha estado en familia durante siglos. Me sentí honrada cuando me lo puso en el dedo, y quería hacerlo sentir orgullosa mientras lo usaba.
Quinn parece llamativa y le gusta vestirse, pero en el fondo quiere una vida simple; una casa llena de niños mientras corre tras ellos. A mi puede no gustarme la joyería, pero mi familia es lo más importante para mí. Y mi anillo es un símbolo de eso.
—También estoy enamorada —admite, encogiendo un hombro.
—¿Te vas? —digo, teniendo emociones mezcladas. Me iría con Santana también, si tuviera que hacerlo.
Agarra mi mano y une sus dedos con los míos.
—No voy muy lejos. Su casa está a un kilómetro de aquí. Nuestra casa —se corrige, una sonrisa ilumina su rostro.
—¿Quién hubiera creído hace una semana que estas seriamos nosotras?
—¡Lo sé, Britt, es una locura! —dice Quinn emocionada.
—¡Brittany! —Escucho mi nombre gritado desde afuera del cuarto, y luego escucho puerta en el pasillo ser abiertas. Empezamos a reírnos porque sabemos que es Santana buscándome enloquecida.
—También me le escapé a mi hombre. ¿Deberíamos escondernos y ponérsela difícil? —pregunta Quinn, haciéndome reír más fuerte, lo que seguramente reveló nuestra ubicación.
La puerta de la biblioteca se abre, y Santana llena el espacio. No dice nada, solo camina hacia mí y me levanta del suelo. Luego me arroja sobre su hombro.
—Arruinaste mi sorpresa —dice, casi haciendo un mohín.
—¿Cómo supiste...? —intento preguntar, pero me interrumpe.
—Sé todo sobre ti. —Sale del cuarto, dejando a mi hermana atrás, riéndose.
—Quinn, si fuera tú movería mi culo. Artie te está buscando y no parece muy feliz.
—Oh, mierda. —La escucho exclamar mientras la puerta de nuestra habitación se cierra y Santana me arroja a la cama. Viene sobre mí, rodeándome con su gran cuerpo.
—Amo la biblioteca. Es perfecta. —Me estiro, agarrando un puñado de su grueso cabello negro.
—Te fuiste de la cama. —Entrecierra los ojos.
—Creo que te fuiste primero. —Le sonrío, jalando su cabello un poco.
—Parece que Artie quiere casarse lo más pronto posible, y su novia no se casaría sin ti. Se hartó porque no salíamos del cuarto durante los últimos días. Vino golpeando a mi puerta.
—No escuché nada.
—Creo que te dejé agotada.
Mis mejillas se calientan. Todavía soy un poco tímida, pero no como hace días. Muevo mis caderas, intentando rodar sobre ella, pero ella no se mueve. Entrecierro los ojos a ella, y finalmente rueda sobre su espalda.
—Como desee mi reina —dice, mientras subo sobre ella.
Monto su cadera, pero me inclino para quedar cara a cara.
—Amo la biblioteca, y más importantemente, te amo a ti.
De inmediato estoy sobre mi espalda y una risa se me escapa.
—Bueno, eso no duro mucho —digo, estirándome y tocando su cuello.
Santana se inclina, tomando mi boca en un dulce beso que sigue y sigue. Me envuelvo alrededor de ella, disfrutando la ternura que esta morena caliente de las cavernas puede darme. ¿Quién habría pensado que es así? Nos hace rodar y de nuevo estoy sobre ella.
Deja sus brazos caer abiertos, y me siento, mirando a mi reina.
—Mi amor, mi reina. Estoy a tus órdenes.
—¿Y si te ordeno complacerme? —digo, alzando una ceja en desafío.
Antes que pueda parpadear, sus manos están en mis a caderas y está llevando mi acalorado centro a su rostro. Mientras me siento sobre su boca, la sensación y sonidos de su lengua complaciéndome me rodean, empiezo a entender que mi reina hará lo que desee. Y por eso, siempre seré su princesa.

Su PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora