Capítulo 4

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Natalia


Lo que pasó ayer fue un puto delirio.

No había pegado ojo en toda la noche pensando en ello. Aún podía sentir el dulce sabor de la piel de Alba impregnado en mis labios, había estado rozando el paraíso con ellos. Sentí tal nivel de obnubilación que me tuve que ir de la fiesta porque estaba que me subía por las paredes, me encontraba completamente descolocada.

¿Por qué tuve que hacerlo?

No es que me arrepintiera de lo que pasó, todo lo contrario, pero sí me arrepentía de cómo pasó. Yo me había imaginado todo de otra manera, una más romántica, de esas que quedan grabadas en la memoria toda tu vida, no una tan salvaje que nos dejó a las dos tan cachondas y fuera de lugar después. Maldito alcohol... No era yo quién actuaba, era él quién me guiaba los instintos. Ahora todo parecía un calentón, el típico rollo de una noche del que al día siguiente ni te acuerdas del nombre de la otra persona.

Joder, yo NO quería esto.

Por otra parte, estaba Mikel, que, aunque a mí a veces parece que se me olvide, sigue siendo mi novio. Él no se merecía esto. No se merecía que yo me muriera de ganas estar con alguien que no fuera él, no así. Era la reina en cagarla.

Lo peor de todo es que no sabía ni cómo mirar a Alba ahora. No había venido a dormir a nuestra habitación y a mí ese hecho no me olía nada bien, significaba que no quería verme y mucho menos estar a solas conmigo. En escasos minutos la vería porque teníamos que comer con los demás y yo no hacía más que alargar el momento. En este momento era yo quien no quería verla porque sabía lo que me iba a decir y me daba miedo afrontar la realidad.

Pese a mis pocas ganas, al final tuve que bajar al comedor del hotel. Afortunadamente, Alba no estaba, ni ella ni María habían bajado todavía. Sólo quedaba una mesa con sitios libre, así que yo me senté con Miki, dejando mi derecha libre. Una parte de mí deseaba que ella se pusiera a mi lado, como siempre.

Mientras esperábamos la comida se pusieron a comentar anécdotas de la fiesta de ayer de las cuáles yo escuché, siendo sincera, la mitad. En el transcurso de la narración de Julia aparecieron las dos y yo dejé de prestar atención por completo, mis cincos sentidos fueron a parar en la rubia más pequeña que avanzaba hacia nuestra mesa ocultándose detrás de la otra rubia.

Como era de esperar, María se puso a mi otro lado y ella se colocó en la silla que estaba justo en frente de mí, lo que no iba a ayudarme en nada para dejar de mirarla. No podía apartar la vista de ella. Noté que estaba nerviosa, apenas comía y miraba constantemente su plato con tal de evitar cruzar la mirada conmigo, incluso cuando levantaba la vista para ver si la seguía mirando y descubría que no, no podía mantenérmela por más de dos segundos. La estaba incomodando, lo sabía, sin embargo no podía dejar de hacerlo, tenía que descifrar lo que sus ojos podían llegar a decirme.

Necesitaba saber qué pensaba.

Terminé de comer y me fui a fumar, ansiando que viniera, que me siguiera y pudiéramos hablar, pero eso jamás sucedió y empecé a ponerme en lo peor: Alba se arrepentía. Ella no me quería, no de la misma forma en la que lo hacía yo. Lo más seguro es que con mi actitud lo que único que había conseguido es asustarla y ahora se volvería a distanciar de mí.

Todas mis temidas sospechas se confirmaron cuando regresé al comedor y su sitio estaba vacío. Había aprovechado que yo no estaba para evitar cruzarse conmigo y marcharse de allí, por lo que estaba todo clarísimo.

La había cagado.

Me había lanzado a una piscina sin agua haciendo un triple mortal con tirabuzón y me había dado de cabeza contra el puto suelo.

¿Y ahora qué? || Albalia  [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora