Capítulo 53

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Natalia


—¿Por qué no me contaste lo de Elena?

—Porque no era necesario, no quería crear malos rollos y hacer una pelota más grande de algo que no tenía importancia.

—Igual para mí sí la tiene. Estamos hablando de dos de las cosas más importante de mi vida, te aseguro que no es ninguna tontería.

Tras esa declaración se hizo silencio. Que a pesar de todo me equipara al mismo nivel de importancia que a su gata, a la cual quería como a una hija, era un detalle muy significante y conmovedor, además que lo dijera así de seria logró convencerme de que lo estaba diciendo de verdad, atravesándome el corazón de forma directa.

—¿Y bien? —insistió cruzándose de brazos.

—Ya te he contado lo que te tenía que contar, Alba, no le des más vueltas.

Seguía mirándome sin ningún tipo de expresión en la cara. No lograba interpretar si estaba cabreada, dolida o simplemente me estaba reprochando que no se lo hubiera contado, pero no me arrepentía y tampoco iba a conseguir hacerme cambiar de opinión. Había hecho lo correcto y lo seguiría haciendo.

—Sé que me estás ocultando algo, eso que te hizo saltar y meterte en una discusión, pero te voy a respetar y no voy a insistir más.

Celebré la victoria internamente y me dispuse a plantear el siguiente movimiento. Era el momento perfecto para abordar aquello que me estaba atormentando desde hace un rato. Necesitaba esa información y me dejé llevar por mis impulsos, aplazando la idea de sincerarme con ella para más adelante. Una simple cuestión de prioridades.

—¿Puedo hacerte yo una pregunta? —asintió—. ¿Fue Clara? —frunció el entrecejo confusa—. La pregunta que te ha hecho Miki antes, ¿fue ayer con ella?

—No —contestó segura—. Más que nada porque no conozco a ninguna Clara.

—La del ayuntamiento —corregí mi error inmediatamente sin molestarme ni un segundo en intentar recordar su verdadero nombre. Sabía de sobra de quién estaba hablando pero había preferido hacerse la sueca.

—Se llama Lara —sonrió con picardía—. Y no, no me refería a ella.

Pude respirar más tranquila ante su negativa, no camuflaba la realidad, pero al menos no la hacía menos humillante. Ella no indagó sobre mi interés y, sinceramente, menos mal porque no habría sabido qué contestar exactamente. Me di cuenta de que, sin haberlo planeado, había dejado todo el camino preparado, pues era la ocasión perfecta para tratar la cuestión principal, el motivo por el cuál estábamos así, aquello que, gracias a Miki, había decidido afrontar.

—Bueno, de todas formas tengo que empezar a asimilar que es algo que puede ocurrir, sea con la persona que sea. Algún día de estos tú reharás tu vida y a mí no me quedará más remedio que aceptarlo.

—Pero, Natalia, si...

—No, espera —la interrumpí—, ahora que he reunido el valor suficiente para decir lo que pienso déjame que termine. No sé qué estamos haciendo, Alba —resumí—. No sé si estamos jugando, si va en serio, o si es un poco de las dos, pero ya no sé cómo actuar contigo, no sé qué es lo que quieres de mí. No entiendo nada, ni tus idas y venidas, ni tus cambios de comportamiento ni tus actos... nada, soy incapaz de seguirte, y lo he intentado con todas mis fuerzas, te lo juro, pero ya no puedo más.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Pues que todo esto me supera. Tomamos la decisión de no estar juntas porque no era el mejor momento para volver, pero es que estar así tampoco es la solución porque seguimos dándole vueltas a esa rueda que queríamos evitar, no tiene ningún sentido. He estado reflexionando mucho estos días y he llegado a la conclusión de que no puedo seguir así. No quiero seguir así —concluí.

¿Y ahora qué? || Albalia  [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora