Capítulo 60

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Natalia


Los reencuentros siempre son buenos.

Significa que tienes a alguien con quien volver a encontrarte. Significa que vas a dejar de echar de menos.

Extrañar a alguien es uno de los sentimientos más dolorosos que podemos experimentar. Va más allá de acordarte de esa persona, de los momentos vividos, sean buenos o malos. Es una sensación que aparece y se instaura en lo más profundo de ti, a fuego, y lo peor de todo es que en la mayoría de las ocasiones no puedes ponerle remedio.

El problema de extrañar a alguien está en el vacío que nos ha dejado la separación. Un vacío que no se va hasta que la distancia se evapora.

Por esa razón siempre los reencuentros son tan ansiados. Los esperas con tantas ganas que la cuenta atrás se hace eterna y cuando llega a su fin te invaden los nervios porque toca regresar, porque vuelves con los tuyos, aquellos que tienes tantas ganas de ver y que has añorado tanto.

No obstante, el mejor reencuentro siempre es con aquella persona de la que no te querías despedir. A la que más deseas volver a ver.

Y justo ese reencuentro iba a ser el último porque estaba demorándose mucho más de lo previsto.

Había llegado a Cádiz hacia una hora, encontrándome allí únicamente con Marilia, Carlos y todos los andaluces. Los siguientes en llegar fueron Miki, Joan y los bailarines, que venían todos juntos desde Barcelona, y un cuarto de hora después lo hizo Sabela, dejando únicamente la ausencia de los madrileños, que se estaban retrasando excesivamente.

Casualidades de la vida.

El tiempo en Pamplona había resultado sanador. Me había permitido tener el espacio y el silencio suficiente para escuchar, escucharme y reencontrarme. Lo tomé como una oportunidad para descubrir cuáles eran mis prioridades, para saber quién está a mi lado y al lado de quién deseo estar yo.

A pesar de que en un principio no quería irme por nada del mundo ahora podía asegurar que hubiera cometido un grave error. Estos días en mi tierra, de relax con mis amigos y de vacaciones en el norte con mi familia era lo mejor que me podía haber pasado. No había sido consciente de lo mucho que lo necesitaba hasta que llegó el momento de despedirme de nuevo y me invadió una enorme pena al darme cuenta de que no me quería marchar de allí.

Una pena que se sumaba a la que me generaba precisamente el motivo por el cual tenía que partir: el fin de la gira de Operación Triunfo 2018.

Se acababan los conciertos, los ensayos, reunir a tanta gente en un mismo lugar, los viajes en autobús recorriendo el país, las fiestas de después, las madrugadas en cada hotel... Se acababa el estar todos juntos.

Porque sí, por mucho que nos quisiéramos y por muy grande que fuera nuestro vínculo todos éramos conscientes de que la gira era el punto de unión en nuestros encuentros, que una vez todo acabase y cada uno siguiera su vida iba a ser cada vez más difícil y menos frecuente volver a juntarnos los dieciséis.

Y eso daba muchísima pena.

—Pero muchacha —me sacó de mis pensamientos Marta—, ¿y a ti qué te pasa que estás tan callada?

—Nada —suspiré—, que os quiero mucho.

—No, Natalia —lloriqueó—, no empecemos con el drama que te veo a ti triste y yo me hundo eh, Natalia, me hundo muchísimo.

—Que no —besé su sien—, que no pasa nada. Tengo ganas de que estemos todos juntos ya.

—Algunos más juntitos que otros, ¿no? —Miró sin ningún tipo de disimulo a Julia y Carlos, quienes habían decidido intentarlo y no se separaban un milímetro desde entonces. Lo suyo era un secreto a voces que no necesitaba confirmarse porque ni ellos mismos se preocupaban por ocultarlo.

¿Y ahora qué? || Albalia  [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora