Capítulo 3: El pueblo bombardeado

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Al día siguiente tras cazar el ciervo, Sergio y yo comenzamos a limpiar la cabaña para eliminar el olor a sangre y putrefacción que había en la cabaña, él decidió fregar abajo mientras yo intentaba arreglar la ventana rota de su cuarto y equilibrar las sábanas para poder dormir separados, aunque él no sabía esto. A lo mejor se anima a dormir solito.

—¿Cómo vas ahí abajo? —dije asomándome desde lo alto de las escaleras

—Mal, me está dando bastante asco fregar esto, huele demasiado y tengo que acercarme con el trapo —decía arrugando un poco la cara

—Aguanta un poco anda, voy a arreglarte tu ventana para que no pases frío.

—Vale, gracias.

Dejé a Sergio solo limpiando y yo me dirigí a ver la ventana.

—Ahora veremos cual es tu maldito problema—dije abriendo la ventana para observar el mecanismo.

Mientras tanto Sergio movió una alfombra para seguir limpiando y se encontró con una compuerta.

—¿Qué narices? —dijo dejando el trapo en el suelo.

El niño abrió dicha compuerta y comenzó a gritar mi nombre.

—¡Sonia! ¡Sonia!

—¡Qué pasa! —dije preocupada saliendo del cuarto. Me asomé desde lo alto y vi a Sergio bastante alterado.

—Esto debería ser el sótano. ¿Bajamos?

—Por supuesto, vamos—dije bajando las escaleras de la cabaña.

Vi que estaba oscuro así que decidí encender una linterna para poder bajar.

—¿Tú primero? —lo animé a llevar la linterna

—Los cojones.

—¡Niño! —le di una colleja.

Sergio estaba detrás mío observando todo mientras que yo iba con el cuchillo por si acaso, parecía un sótano algo laberíntico. Llegamos a lo que parecía una sala pero tenía varias estanterías vacías, seguimos alumbrando por la zona hasta que alumbré a una estantería con 3 garrafas de agua fresca.

—¡Agua! —gritó el niño al ver dichas garrafas.

Yo lo miré con una sonrisa y bastante orgulloso de él.

—No me jodas... ¡¡Que es agua!! —dije eufórica acercándome a las garrafas.

—¡Se acabó el beber agua con gas de mierda!

—Siiii —lo miré riendo y él también—. No sabes lo que te quiero ahora mismo.

—Gracias pero... ¿Estará buena el agua?

Antes de que dijera nada ya me encontraba poniendo los morros en la garrafa.

—Dejate de tonterías y ven a beber.

El niño asintió con una sonrisa.

—Jajaja vale

Pasaron algunas semanas tras encontrar el agua. Nos habíamos acabado por completo el ciervo y algunas partes que estaban malas las puse a curar al sol para poder quedarnos con carne seca. Con los huesos del animal, fabriqué puntas de flecha que até con resina a troncos de madera. Estas flechas iban bastante bien y solían hacer un daño aceptable. La última noche me la pasé fabricando estas flechas debido a que teníamos planeado salir a un pueblo que encontré mientras salía a cazar. Llevábamos dos días sin encontrar nada bueno para comer.

Al día siguiente nos levantamos de la cama Sergio y yo y me dirigí a uno de los estantes donde coloqué las mochilas. Cogí dos mientras Sergio se encontraba sentado en el sofá siguiéndome con la mirada para ver qué hacía.

Dos Pasos al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora