Capítulo 2: Zona de cuarentena.

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21 de marzo de 2067. 9 años antes.

Tras 20 años seguidos en estado de guerra, y 16 años después del brote, la mayor parte de los supervivientes del sur de España se quedan en una de las zonas de cuarentena más inseguras y al mismo tiempo vigiladas de toda España. La ciudad de Badajoz, ha sido completamente cercada y solo algunas zonas de la ciudad pasan a ser habitables. El resto, son lugares para mendigos, caníbales, tóxicos o gente repudiada de la zona.

Badajoz fue un muy importante aeropuerto militar durante la tercera guerra mundial, por eso mismo la zona cercana al aeropuerto está aún más devastada. Los bombarderos estadounidenses derribaron el aeropuerto por la amenaza que suponía. Solo la parte Noroeste se encuentra habitable y es ahí donde se sitúa la zona de cuarentena. En esta parte de la ciudad, la vida sigue siendo bastante caótica, los infectados que dan positivo por enoyda son asesinados por la policía y quemados en las afueras de la zona de cuarentena. El alimento está medianamente asegurado, pero depende de la época. Los inviernos son especialmente crudos debido a la falta de alimento y es por ellos que muere mucha gente de hambre por falta de recursos. En esos casos sobrevive el más fuerte y en algunos casos más extremos hay incluso asesinatos por comida, y casos de canibalismo que por supuesto está penado con la muerte.

Por mi parte, desde los 6 años llevo de instrucción militar, aprendiendo a manejar cuchillos y dagas con solo 8 años, a los 10 años recibí mi primera pistola y ahora, con 12 estamos entrenando el aspecto físico, según mi entrenador para ganar masa muscular y poder hacerle frente a un adulto. Nos entrenan con el fin de tener gente capacitada para defender la zona de cuarentena debido a que los últimos años fue amenazada por un grupo de guerrilleros que buscaban recursos. Sin duda alguna este nuevo curso es mucho más duro, hay veces que vuelvo a casa con moratones por los golpes recibidos. Mi padre siempre dice que tengo que ser mucho más fuerte para poder sobrevivir si las cosas se ponen feas. Me da miedo que esto ocurra.

—Papá, ya estoy aquí —abrí la puerta de nuestro apartamento y allí se encontraba él jugando con Sergio, mi hermano.

—Hola hija, ¿Qué tal te ha ido el día?

—Mal, como siempre. He vuelto a perder en boxeo. —dije de una forma completamente desganada. Me daba bastante rabia perder en algo que se supone, se me daba bien.

Mi padre se acercó a mí y me observó la cara buscando alguna herida.

—Vaya, has vuelto a recibir un golpe en el lado derecho —comentó—. ¿No te enseñé bien cómo defenderte?

—No es tan fácil como parece, papá.

—En fin, espera aquí, voy a por alcohol para curarte las heridas.

—Pfff, vaaale. —deslicé la mirada hacia el suelo, pero se paró cuando vi a la pequeña figura de mi hermano mirándome.

—Hola. ¿Te han vuedto a dad en boxio?

—Mira este. Ya te llegará, ya. —me di la vuelta y busqué algún sofá en el que sentarme esperando a que mi padre trajera alcohol para curarme. Comenzaba a dolerme la cabeza y a dolerme cada vez más el ojo. Posteriormente noté algunos pasos en mi dirección. Era mi padre.

—Ya estoy aquí, hija —dijo con un tono cariñoso.

—Me está empezando a doler bastante, papá— musité y él mojó algo de alcohol en algodón y comenzó a curarme. Procuré no quejarme demasiado.

—Ya está, hija. Aguanta un poco.

—Auu —sujeté fuerte la mano de mi padre cuando tocó la herida

—No te preocupes. Ya casi está ¿Vale? —y como ya era costumbre, me colocó una tirita, me dio un beso en la frente y posteriormente pasaba a darle un abrazo como si fuera el único refugio que pudiera darme consuelo.

Dos Pasos al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora