Capítulo 10: Lucha pernocta.

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Me acosté, cerré los ojos y pensé en todo lo vivido ese día, pensé en los cazadores que nos buscaban, en la pérdida de la familia de Alex y en lo que esto podría afectar a los chicos. Oí a David y a Sergio charlar aunque no sé muy bien qué decían. Me acosté junto al fuego que nos calentaba mientras una masa de nuevos cazadores seguían nuestros pasos para alcanzarnos y hacer con nosotros lo que quieran. A pesar de dicha amenaza, poco a poco me fui calmando y cerrando los ojos por la tranquilidad de la noche, el cansancio, la conformidad y el calor que me aportaba el fuego. Escuchaba los susurros de Alex y Airón. Estaban teniendo una conversación algo más seria pero la tranquilidad con la que hablaba Alex hizo que me entrase en un profundo sueño.

Conforme pasó el tiempo, poco a poco ese fuego se fue apagando, el frío invadió mi cuerpo e hizo que abriera los ojos. En seguida oí ruido, me recosté sujetando la manta vieja y observé a un grupo bastante grande de cazadores que nos acechaban. Habían seguido nuestros pasos y la hoguera determinó nuestra posición. En seguida me levanté y desperté a Alex.

—Alex, ¡Alex!

Alex tardó un poco en despertar y al abrir los ojos al igual que yo se vio sorprendido al ver a lo lejos tanta multitud de gente.

—Joder... ¿Son ellos otra vez?

—¡Claro! ¡Coge tus cosas porque hay que largarse!

Me dirigí a la tienda de campaña, abriéndola con rapidez. Esto hizo que David se levantara de golpe pero Sergio continuaba durmiendo.

—Sergio. ¡Sergio! —susurré cogiéndole de la mano.

—¿¡Qué pasa!? —preguntó David alarmado.

—Coge tus cosas, y sal de aquí —le ordené. Acto seguido me dirigí a Sergio—. ¡Arriba!

El ni siquiera pronunció, solo producía sonidos moviendo vagamente la boca.

—Joder, Sergio ¡Arriba! —lo tiré del brazo de mala manera y en seguida se despertó muy asustado.

—¿Qué pasa? —preguntó bastante molesto por haberle interrumpido el sueño.

—Cazadores. Hay que largarse —dije observando a lo lejos cómo se iban acercando.

—Joder... putos bandidos —Sergio también se notaba muy cansado. Pero se levantó, pilló la mochila y salió de la tienda de campaña lo más rápido que pudo.

Nos dolió pero dejamos nuestras pertenencias y aunque cogimos las armas para defendernos y las reservas que pudimos, debido a las prisas nos dejamos algunas latas de conservas. Escuchábamos algunas voces, pero solo estaban discutiendo si era o no era una trampa. El fuego era tenue y estaba apagándose por tanto no nos podían ver bien. Comenzamos a correr tratando de alejarnos lo máximo posible de la candela y la tienda de campaña.

—¡Chicos! Vamos detrás de esa roca —dijo Alex que había avistado una a lo lejos—. Allí podremos coger nuestras armas y pensar en algo.

—Vamos —le siguió Airón que aún se encontraba medio dormido.

Paramos a descansar en una roca, nos agachamos y suspiramos aliviados ya que no había nadie herido. Descargué la pistola para ver cuántas balas tenía, solo 4 balas.Miré la escopeta y tenía 3 cartuchos. Airón me observaba asustado pero sin decir nada. Debía de utilizarlas muy sabiamente, cada bala debía ser una vida menos, al estar pensando en esto, olvidé a Alex quien estaba hablando del plan de salida, solo escuché correr, por tanto me pude hacer una idea. Ni de coña íbamos a luchar contra tanta gente. Alcanzamos a observar detrás nuestra y vimos como se acercaban a nosotros. Dispararon sobre la tienda de campaña una ráfaga de balas.

Dos Pasos al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora